Recortar el césped de un jardín del tamaño de un terreno de fútbol con una pinza de depilar parece un poco extravagante, pero en Corea del Norte, no hay nada imposible.
Sobre todo porque el césped en cuestión no es cualquier cosa sino que crece en los jardines de uno de los lugares más venerados del país: el Palacio del Sol Kumsusan donde reposan los cuerpos embalsamados del fundador de la nación, Kim Il-Sung, y de su hijo y sucesor Kim Jong-Il.
Sobra decir que el trabajo de los jardineros es considerado como de interés superior para la patria.
En un país azotado por duros inviernos, los jardineros parecen realizar su labor con entusiasmo ya que el césped está impecable, lo que magnifica y a la vez atenúa el poder que desprende el gigantesco panteón.
Durante todo el día, una pequeña bridada de hombres y mujeres se afanan en las cuatro esquinas del tapiz vegetal, arrancando las hierbas muertas con herramientas que serían más apropiadas para podar un bonsai que para cortar la hierba.
Una mujer con un traje azul claro y una visera para protegerse del sol solo cuenta con una pinza y un pequeño cubo de plástico por toda herramienta.
Su tarea es doble: cuidar la hierba sana y retirar las puntas estropeadas y oscurecidas susceptibles de dejar una mancha en el conjunto.
“Ha llovido mucho recientemente y el agua ha aplastado parte del césped”, cuenta a la AFP con motivo de las conmemoraciones del armisticio del 27 de julio de 1953 que puso fin a la guerra de la península de Corea.
“Cuando la lluvia es muy fuerte, usamos brochas para impedir que el agua se acumule en algunos lugares. Una vez secos, tenemos que levantar de nuevo el césped”, explica.
Un poco más allá, una mujer vestida igual se inclina en su pedazo con un pequeño rastrillo.
“Es un nuevo tipo de césped. Se ha sembrado hace poco y necesita mucho cuidado”.
Hace ya seis años que trabaja en los jardines del palacio, cortando, podando, cuidando árboles y plantas.
El cuidado del césped es, no obstante, su principal actividad.
“¿Monótono? No, en absoluto. Es un gran honor trabajar en un lugar tan especial. Estoy muy orgullosa de lo que hago para mantener su lustre”, dice a través de uno de estos funcionarios que guían a los periodistas extranjeros durante sus visitas a Corea del Norte.
Pyongyang, capital modelo de un país donde no es fácil salir de la ciudad, es relativamente verde en verano.
La mayoría de los grandes monumentos oficiales -y son muchos- están rodeados de césped y los bulevares están a menudo flanqueados de enormes árboles y de hierba.
Las riberas del río Taedong ofrecen enormes espacios abiertos para los habitantes, que suelen vivir en barrios sin alma y trabajan en oficinas grises.
Se hacen esfuerzos para preservar los espacios verdes y es frecuente ver a jardineros en el tajo desde los buses de las visitas organizadas por las autoridades.
Otra jardinera asegura que para ella es motivo de gran orgullo hacer este trabajo.
“Nunca he tenido la sensación de aburrirme ni de cansarme. Simplemente es un estado de ánimo”, dice Kim Ho-Jung, con una pinza en la mano. “Cuando uno hace el trabajo que le gusta, este tipo de sentimientos no existen”, agrega.
El césped del monumento es cuidado todo el año, incluso en invierno, aunque las tempertaturas bajen por debajo de los 20 grados. “Cuando cae la nieve, lo retiramos con brochas. Es un trabajo difícil, pero eso nos mantiene activos y nos calienta”, asegura Kim Ho-Jung.