Algunos llegan a la pastelería a las tres y media de la mañana, otros más razonables a las seis: desde hace un mes Nueva York sucumbe a la fiebre del “crónut”, un híbrido entre el tradicional “croissant” (medialuna) francés y la dona (donut) estadounidense.
Esta mañana de junio, la escena se repite delante de la pequeña tienda del pastelero francés Dominique Ansel en el coqueto barrio de Soho y unas 150 personas hacen cola esperando la apertura del negocio.
Cuando la pastelería abre finalmente sus puertas a las ocho todos los “crónuts” del día se venden en apenas una hora.
El éxito ha sido inmediato, con las redes sociales como gran vidriera.
“El primer día hicimos 50. Al día siguiente 100 y todo se vendió en 20 minutos. Desde entonces tenemos entre 150 y 200 personas que esperan cada mañana frente a la tienda”, cuenta Ansel a la AFP.
Con su “crónut”, lanzado el 10 de mayo y cuya marca registró de inmediato, Dominique Ansel quería crear algo “original y nuevo” que integra “los dos lados de las culturas” estadounidense y francesa, una pastelería que la gente reconoce.
Liviano como una medialuna francesa, con la forma redonda de una dónut, esta pasta de hojaldre se fríe en aceite de pepitas de uva, se rellena de crema y se decora con azúcar de arce y un glaseado.
¿El resultado? Blando y crocante, liviano y delicioso, aseguran sus fanáticos.
Su perfume cambia todos los meses: vainilla pétalo de rosa en mayo, limón arce en junio. Para julio, es un secreto.
El pastelero, considerado como uno de los mejores de Nueva York, afirma haber ensayado una decena de recetas. “Me llevó dos meses encontrar la fórmula perfecta”, confía.
El resultado ha sido tan bueno que Jessica Amaral, de 30 años, salió de su casa a las tres de la mañana para comprar dos “crónuts” para su octavo aniversario de casamiento.
“Es un poco idiota. Pero había leído en internet que los primeros llegaban a las tres de la mañana. En realidad, llegaron sobre las cinco”, confiesa.
Detrás de la joven, Steven Go, cocinero, llegó un poco después de las cinco desde Staten Island (una isla al sur de Nueva York), por pedido de su mujer. Le siguió Justin Gorder, un vendedor de 30 años, que manejó una hora desde el sur de Nueva Jersey (este).
Ocho veces su precio original en el mercado negro
Para satisfacer a un máximo de clientes, la pastelería ha limitado los “crónuts” a dos por persona.
Al principio eran seis, pero los “crónuts” a cinco dólares cada uno empezaron a venderse en el mercado negro en internet hasta ocho o diez veces su precio original, explica Dominique Ansel.
A las ocho de la mañana, el propio chef, vestido con delantal blanco, abre su tienda, saluda y hace entrar a los primeros clientes. Agotada, Jessica Amaral recupera la energía.
Poco antes de las nueve ya se vendieron casi todos los entre 250 y 300 “crónuts” del día.
Un empleado sale a distribuir mini-magdalenas a la fila de espera y tranquiliza a aquellos que, llegados a las siete, están casi en la puerta de la tienda. “Tienen 40% de posibilidades”, les dice.
A las 09:05, Dominique Ansel sale él mismo para advertir al gentío: “Hemos vendido todo por hoy”.
En el interior de la tienda, una veintena de personas tiemblan contando de manera febril los últimos “crónuts” que quedan detrás del mostrador.
Un pícaro ofrece su lugar a cambio de 100 dólares (alrededor de 50 mil pesos). Dos chicas aceptan y se llevan los últimos cuatro “crónuts”.
Jessica McCord esperaba justo detrás. Está furiosa, pero se consuela rápidamente con un Kouign Amann, una tarta de mantequilla típica de Bretaña que es la especialidad del lugar, y promete que volverá para conseguir de una vez por todas el preciado “crónut”.