Tras la polémica levantada por el estudio de las Universidades de Montreal y Ottawa cuyos investigadores, tras revisar 502 documentos, concluyeron que la Madre Teresa de Calcuta estaba muy alejada de llevar una vida que mereciera la santidad, nuevos antecedentes se suman las críticas contra su orden supuestamente caritativa.
Uno de los más importantes es el trabajo del autor británico y escéptico, Christopher Hitchens, quien ya en 2003, días después de su beatificación, escribió una encendida columna donde exponía las críticas que habían sido acalladas hasta entonces sobre el trabajo de la religiosa albanesa.
En BioBioChile traducimos el trabajo de Hutchins, publicado originalmente el 20 de octubre de 2003 en la revista Slate, para contribuir al debate sobre el tema.
La fanática y fraudulenta Madre Teresa
Creo que fue Macaulay quien dijo que la Iglesia Católica merecía gran crédito -y le debía su longevidad- a su capacidad para manejar y contener el fanatismo. Este halago bastante torcido pertenece en realidad a una época más seria. Lo que resulta más chocante sobre la “beatificación” de la mujer que se hizo llamar a sí misma “Madre” Teresa es la abyecta rendición por parte de la Iglesia a las fuerzas del espectáculo, la superstición y el populismo.
Es la falta de sutileza lo primero que salta a la vista. Tiempo atrás, una persona no podía ser ni siquiera nominada para su “beatificación”, el primer paso hacia la “santidad”, hasta que transcurrieran 5 años desde su muerte. Esto se hacía para evitar que los entusiasmos locales o populares influyeran en la promoción de personajes cuestionables.
El papa Juan Pablo II nominó a la Madre Teresa apenas un año después de su muerte, en 1997. Hasta hace un tiempo, existía también un procedimiento que incluía el escrutinio de un advocatus diaboli o “abogado del diablo”, que sometía a prueba cualquier afirmación de hechos extraordinarios. El Papa terminó con esta práctica y consagró a más santos instantáneos que todos sus predecesores juntos hasta el siglo XVI.
Respecto del milagro que se le atribuye… ¿qué podemos decir? De seguro cualquier católico que se respete se crispa de vergüenza ante la obviedad de esta farsa: Una mujer bengalí llamada Monica Besra aseguró que un rayo de luz salió desde una foto de la Madre Teresa que tenía en su hogar y la curó de un tumor canceroso.
Sucede que su médico, el doctor Ranjan Mustafi, asegura que en primer lugar la mujer nunca tuvo un tumor canceroso sino un quiste, y que éste fue curado gracias a los medicamentos que se le prescribieron. ¿Fue entrevistado el médico por los investigadores del Vaticano? No. (Curiosamente yo mismo fui entrevistado para el caso, aunque sólo en la forma más ligera. El proceso aún requiere una serie de consultas con escépticos y en este caso, una serie de consultas fue todo lo que hubo).
De acuerdo a un reporte del diario italiano L’Eco di Bergamo que no ha sido desmentido, el Secretario de Estado Vaticano envió una carta a los cardenales más antiguos en junio, pidiéndoles en nombre del Papa que permitieran santificar de inmediato a la Madre Teresa. La clara intención del pontífice era agilizar el proceso para poder realizar la ceremonia durante su vida. La respuesta de los prelados fue negativa según el padre Brian Kolodiejchuk, sacerdote canadiense que actuó como defensor de la “canonización”, sin embargo el daño a la integridad del proceso ya estaba hecho.
Durante las deliberaciones del Concilio Vaticano Segundo, bajo la conducción del Papa Juan XXIII, la Madre Teresa participó en el foro oponiéndose a todas las propuestas de reforma. Según su punto de vista, lo que se requería era más trabajo y más fe, no una revisión doctrinal. Su postura era fundamentalista y ultra reaccionaria, incluso en términos del catolicismo ortodoxo.
De hecho, a los creyentes se les anima a repudiar el aborto, pero no se les exigen afirmaciones como que el aborto es “la gran fuerza destructora de la paz”, como la Madre Teresa aseguró fantásticamente a una audiencia idiotizada mientras recibía el Premio Nobel de la Paz. De igual forma, a los creyentes se les anima a repudiar el divorcio, pero no se les pide que insistan en que la prohibición del divorcio y las segundas nupcias sean parte de la Constitución del Estado, como demandaba la Madre Teresa durante el referendum de Irlanda (que ella perdió por estrecho margen) en 1996.
Poco después, en el mismo año, la Madre Teresa le dijo al Ladies Home Journal que estaba complacida por el divorcio de su amiga la Princesa Diana, porque su matrimonio había sido tan evidentemente infeliz…
Esto nos trae el recuerdo de la corrupción medieval de la Iglesia, que vendía indulgencias a los ricos mientras predicaba la abstención y los castigos del infiero para los pobres. La Madre Teresa no era amiga de los pobres: era amiga de la pobreza, afirmando que el sufrimiento era un regalo de Dios. Pasó su vida entera oponiéndose a la única cura conocida para la pobreza: el empoderamiento y emancipación de la mujer de un rol restringido únicamente a asegurar la reproducción.
Y por cierto, ella era amiga de algunos de los peores ricos, recibiendo el dinero mal habido de la repulsiva familia Duvalier en Haití (cuyo régimen ella halagaba en recompensa) y de Charles Keating, protagonista del escándalo de corrupción de Lincoln Savings and Loan. ¿Dónde fueron a parar ese dinero y las otras donaciones? El rústico hospital de Calcuta estaba tan arruinado cuando ella murió como siempre lo estuvo -y consignemos que cuando ella se enfermaba, prefería ir a las clínicas de California- y que su orden siempre rechazó publicar cualquier auditoría de gastos.
Eso sí, tenemos su propia versión de que había logrado abrir 500 conventos en más de un centenar de países, todos a nombre de su orden. Discúlpenme, ¿esto es modestia y humildad?
El mundo rico tiene una conciencia pobre, y mucha gente buscaba aliviar sus propias culpas enviando dinero a una mujer que parecía ser una activista en favor de “los más pobres entre los pobres”. A la gente no le gusta admitir que fue engañada, permitiendo que el mito se alzara con mayor fuerza, sin mencionar la dejación de los medios, que nunca se molestaron en indagar un poco más allá.
Muchos voluntarios que acudían a Calcuta volvieron abruptamente decepcionados de la estricta ideología y la práctica de amar la pobreza de las “Misioneras de la Caridad”, pero nunca tuvieron audiencia para sus historias. La advertencia de George Orwell en su ensayo sobre Gandhi -respecto de que los santos siempre deben presumirse culpables hasta que se pruebe su inocencia- fue ahogada en una cascada de propaganda dulzona, tonta y sin preguntas.
Una de las maldiciones de la India, al igual que de otros países pobres, es la creencia en aquel médico brujo, que engatusa al que sufre ofreciéndole curas milagrosas. El domingo fue un gran día para estos parásitos, quienes vieron sus sucios métodos respaldados por la santidad de la Madre Teresa, junto a una especie de viaje gratis alrededor de la prensa internacional.
Se olvidaron las reglas de la lógica: que afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias y que lo que se afirma sin evidencias también puede ser rechazado sin evidencias. Más aún, asistimos a la elevación y consagración del dogmatismo extremo, de la fe irracional, y del culto a una personalidad humana mediocre.
Mucha más gente está pobre y enferma debido a la vida de la Madre Teresa. Aún más lo estarán si se sigue su ejemplo. Ella fue una fanática, una fundamentalista y un fraude. Y una Iglesia que oficialmente protege a aquellos que abusan de los inocentes nos ha dado otra clara señal de dónde prefiere ubicarse cuando se trata de cuestionamientos éticos y morales.
Lee la columna original en inglés en la revista Slate