Ante la controversia generada por las declaraciones de la senadora Ena von Baer (UDI), quien señaló que una mujer no tiene derecho a interrumpir el embarazo porque “sólo presta el cuerpo”, la escritora María José Viera Gallo dedicó a través del portal Belelú una carta abierta a la parlamentaria, en la cual confronta sus declaraciones sobre el aborto terapéutico.
A continuación, te dejamos con el escrito íntegro difundido por Viera Gallo.
“Estimada Ena,
Me alegra enormemente que te hayas animado a hablar del cuerpo femenino. Yo también al igual que tú “presté mi cuerpo” para concebir dos niños, que gracias a Dios, gozan de buena salud, alegran mis días, y dicho sea de paso, también los copan, re-copan, porque como tú sabes, la maternidad no es sólo una bendición sino un trabajo, y detrás de la sagrada imagen de la Madonna con el bambino, que estoy segura tú debes tener en alguna parte, en la billetera o en tu habitación, se esconden esfuerzos sobrehumanos de crianza, sacrificios económicos, desgastes emocionales y toda clase de piruetas domésticas, que al menos a mí y a la mayoría de las mujeres, nos confirman que la maternidad más que un cuerpo en arriendo por 9 meses o un conducto divino de procreación arbitraria, es una elección.
Yo elegí ser dueña de ese cuerpo y fui madre a los 35 años. Antes, me permití ser una adulta joven con las manos libres (de acarrear coches), estudiar, trabajar, escribir, que es a lo que me dedico, y por qué no pasarlo bien, tomarme esos happy hours que a otras compañeras tuyas de Coalición o Alianza, ya no sé cómo se llama, le escandalizan tanto; gasté mi tiempo en auto-educarme, ir al cine, leer, viajar, estar sola, madurar, extender mi título de hija, y gozar de una vida en pareja sin alarmas de cascabeles.
Mi generación, que es la misma que la tuya y aún recuerda los avisos pro-vida de Lucía Pinochet en la televisión en una época en que la vida fetal valía más que la humana, decidió guardar y resguardar su cuerpo tomando todo tipo de precauciones, desde anticonceptivos a condones (aunque en los ’90 tu partido se opusiera a hacer campañas de educación sexual) y cuando se descuidó o equivocó, acudió a la opción B, pastilla del día después y muchas veces, a la C, el aborto.
No hablo de aborto terapéutico, sino de aborto a secas, ese que afecta (y digo “afecta” porque con o sin ley, las clínicas clandestinas que “solucionan el problema” a punta de riesgo de infecciones y cárcel estarán ahí, así como las verdulerías donde las mujeres más pobres encuentran sus “remedios caseros”) a cientos de miles de mujeres que no desean su embarazo, por razones personales, de vida, tan o más amenazantes que un siniestro parte médico.
Ejemplos: Eres soltera, tu pareja supo que estabas embarazada y se fue (suena familiar), trabajas de día, estudias de noche, y no te la puedes criando sola una guagua, no por ahora al menos, con un sueldo de 200 lucas; eres adolescente y torpe sexualmente y no estaba en tus planes ser mamá sino ir al colegio y qué le vas hacer, pasó, te acostaste con ese nerd de la clase; ya eres mamá cuarentona, de 4, 5 críos, vives en Vitacura, te falló el famoso dispositivo intrauterino T y no estaba en tus planes embarazarte sino inaugurar la menopausia; eres marginal, un desastre, fumas pasta base, sí, pasta, no tienes casa fija, y si tienes un hijo lo más probable es que termine en un orfelinato, junto a miles de niños abandonados que nunca fueron queridos, ni en la guata ni afuera de ésta y al verlos abandonados detrás de los barrotes de sus cunas te preguntas si en nombre de ese inquebrantable “derecho a nacer” tienen también derecho a sufrir en su infancia y después; eres una niña en edad fértil y te ha violado un pariente en un asado, sí, tal cual, y la pesadilla carnívora parece no tener comienzo ni fin.
Nadie aborta por deporte, capricho o moda. Muchas mujeres de hecho, incluso en las peores circunstancias de vida, jamás van a abortar. Esto que lo entiende más de la mitad del planeta civilizado sigue aberrándote.
Es más, ni siquiera eres capaz de ponerte en el lugar de esa mujer, que enfrentada a una ecografía (todas sabemos el nerviosismo que producen), recibe la brutal noticia que su feto está gravemente malformado y ni siquiera vivirá al nacer. Lo siento, dices. Que viva un vía crucis de 9 meses. Que llore sola en su cama. Que pase por las tiendas de ropas infantiles con la mirada baja. Que sonría falsamente cuando alguien le toque su vientre y le pregunte si es hombre o mujer. Que acepte otra herencia ideológica de la dictadura, quien justo antes de dejar el poder en septiembre de 1989, eliminó lo último que le faltaba: el aborto terapéutico en Chile.
Gracias Pinochet. Gracias UDI. Gracias Ena.
¿Que no me quede en el pasado? El Estado hoy es moderno, globalizado, amigo de la libertad individual…verdad, ¡lo había olvidado…! pero lo sentimos, no podemos hacernos cargo de tu problema, no olvides que sólo estás prestando tu cuerpo”.