Tienen razón los que piensan que aprende más el que vive de preguntas que de certezas. La persona que cuestiona sin presumir que sabe la respuesta de algo está abierta a recibir varias explicaciones del hecho cuestionado. En cambio, la que cree que maneja la verdad absoluta – la certeza – se cierra inmediatamente a escuchar otras versiones que no sean la suya. O sea, no crece (en ideas, claro está).
Por lo anterior, en el análisis de cuál podría ser el objetivo del gobierno en acusar que son varios los responsables en que haya aumentado la delincuencia, prefiero plantear interrogantes. Es más, el propósito de los ministros de Interior y Justicia pareciera estar claro. Ellos mismos lo han aclarado: dejar en evidencia que cada actor relevante en la persecución criminal tiene sus aciertos y sus falencias y que no se puede llegar y afirmar que el Ejecutivo tiene la culpa de todo.
La pregunta que surge es por qué lo han hecho con tal dureza. Dicho de otro modo, si es de “sentido común” que “el tono hace la música”, ¿por qué estas dos autoridades persisten en sus emplazamientos a entidades autonómas?
Los ministros Hinzpeter y Ribera llevan semanas enfrascados en dimes y diretes con el Ministerio Público y el Poder Judicial. Al punto que el primero aseguró que nadie puede pedirle que no hable de los fiscales – “y lo haré una y mil veces” – porque no es para menos si uno observa que el “80% de las causas de robo o hurto quedan en los archivos antes de ser vistas por un tribunal de garantía”.
El secretario de Estado hizo estas declaraciones justo cuando tenía invitado en La Moneda al autor del plan “Tolerancia Cero” – que redujo ostensiblemente la criminalidad en Nueva York bajo la alcaldía de Rudy Guliani -, William Bratton, un convencido de que debe haber coordinación entre las partes y que emplazándose unas a otras no se avanza bien. Y, encima, con el Fiscal Nacional, Sabas Chahuán, ausente del acto por razones que el Ministro Hinzpeter dijo no conocer.
A su vez, Teodoro Ribera, a raíz del anuncio de que está entre las facultades del Presidente de la República tomar en cuenta cómo han fallado los jueces a la hora de decidir su ascenso, consiguió que la máxima autoridad de la Corte Suprema, Milton Juica, dijera en la revista Occidente que “existe una actividad política a presionar la función de los jueces frente a un fracaso a una promesa de seguridad que no se ha cumplido” y que esas presiones no se veían desde la vuelta a la democracia.
No suelen dar opiniones los magistrados como la de Juica, así que uno esperaría que el aludido – el gobierno – captara los niveles de tensión y que tratara de poner paños fríos. Pero no. El Ministro de Justicia respondió duro: “Siempre hay situaciones que pueden significar mayor o menor presión, pero el ejercicio de un cargo público implica someterse a la Constitución y las leyes, y respetar esos roles y saber resistir presiones que se puedan hacer”.
¿Por qué siguen con el tono confrontacional? ¿Es porque saben que para el ciudadano común – ése que con esfuerzo y honestidad vive del fruto de su trabajo – mientras más fuerte se condene la delincuencia, mejor? ¿Será porque calma los ánimos sentir que hay una autoridad enrabiada “porque otros no cumplen su trabajo” en un tema que no admite matices? Alguien podrá pensar que en este asunto hay ciertas premisas:
1)Vende deplorar todo lo que tiene que ver con lo criminal.
2)A nadie le gusta/ría ser víctima de un delito.
3)Los delincuentes son lo peor y merecen castigo firme.
A lo mejor, el costo/beneficio de esta actitud les va a dar réditos. Tratar de predecir qué efectos a largo plazo pueda tener que los jueces se sientan presionados a ser más duros con los imputados es otra certeza. Sólo queda la pregunta. Lo mismo corre para los fiscales. Lo que sí, es posible que el clima de tensión baje esta semana.
El Ministro Hinzpeter informó que va a haber reunión de coordinación de seguridad y que entre los invitados a La Moneda estará el Fiscal Chahuán. Ahora, como las relaciones son de a dos (o más), habrá que ver cómo actúa este último. Si se siente afectado por todo lo anterior, es posible que no se abra a un diálogo profundo y que esté a la defensiva. Si el titular del Interior no aplica sabiduría relacional y no trata de hacer sentir a su interlocutor cómodo con la instancia de conversación, capaz que no resulte.
En la vida cotidiana, estos desencuentros son una de las causas más importantes por las que la mayoría de las relaciones no fluyen y se quiebran. Pero, para ser coherentes con la teoría de las interrogantes: eso pasa en la cotidianeidad, no necesariamente en la política.