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Mujeres que aman demasiado ¿Por qué nos atraen las relaciones tóxicas?

29 julio 2023 | 10:00

Querer ser la salvadora de ese hombre inaccesible emocionalmente es más recurrente de lo que creemos. La crianza es fundamental para entender por qué algunas mujeres aman demasiado.

Son las tres ‘la mañana y tú me vuelve’ a escribir, Ya me sé tu jugada, no sé por qué estoy aquí, Te di mi todo y tú me da’ migaja’, Ya lo sabía, igual te contesté… Así comienza uno de los últimos temas de la cantante chilena Denise Rosenthal “Migajas”.

Este hit musical habla sobre dar mucho en una relación en donde se recibe poco y conformarse con esa mínima entrega. La cantante termina su tema relevando el amor propio, ya que primero hay que amarse uno mismo para no conformarse con poco.

Leyendo los comentarios se puede observar que son varios los que viven en una situación similar o que al escuchar esta balada tipo bachata se sintieron profundamente tocados.

Aunque el tema va dirigido a quien lo escuche, no puede negarse que llega en mayor medida a las mujeres que son, en su mayoría, las que habitualmente caen en esa mala práctica de darlo todo y conformarse con poco.

En resumen, son esas mujeres que normalizan el sufrir en una relación, que pasan por alto varias red flag y que viven años con un malestar, que no saben de dónde viene… pero sobreviven.

Luego de analizar todo esto surge la interrogante: ¿Cuál es la génesis de esta práctica tan común en las mujeres, de sentirse las salvadoras de ese hombre perdido en la vida o las madres de ese hombre que no sabe expresar amor?

El libro “Las mujeres que aman demasiado” de la psicoterapeuta estadounidense Robin Norwood, explica varios casos de mujeres que aman sin medida a hombres imposibles y en relaciones sin futuro.

La especialista ha dedicado su carrera a la terapia familiar y al tratamiento de adicción a drogas y alcohol. Fue en el estudio de esas materias donde encontró varias similitudes entre las adicciones y las relaciones de pareja poco saludables.

Mujeres que aman demasiado

En 1985 lanzó este libro que todavía en el milenio siguiente parece no pasar de moda.

En su relato cuenta que son muchas las mujeres que llegaron a su consulta a pedir ayuda por diferentes situaciones y que a poco conversar salió a flote su gran esfuerzo por atraer a hombres poco interesados, emocionalmente inaccesibles, fríos y distantes.

Muchas de ellas llegan por otros problemas, nada relacionados con sus parejas, pero la terapia va dejando ver de a poco que la causa de la angustia, la depresión y otras patologías es causada por esta relación que poco prospera y termina enfermando.

La especialista relata en su libro que esta mala elección podría atribuirse a tener mal ojo al momento de escoger una pareja o debido a la mala suerte.

Sin embargo, la realidad es que es la crianza la que juega un rol fundamental al momento de escoger una pareja. La relación con los padres es crucial, ya que tendemos a reproducir el mismo patrón o a buscar lo conocido y por consiguiente, repetimos nuevamente la historia.

Si tuvimos un padre poco cariñoso, de adultos buscamos una pareja que personifique el mismo rol, porque es lo conocido, es como ya sabemos relacionarnos, nos resulta familiar a nivel inconsciente.

De este modo, si se sufría de maltrato, repetimos la historia, porque es lo que se conoce.

La autora relata en su libro que las mujeres que aman demasiado suelen provenir de familias donde estuvieron muy solas y aisladas o fueron rechazadas o sobrecargadas con responsabilidades inapropiadas y por eso se transformaron excesivamente maternales y altruista.

Se vieron sujetas a un caos peligroso, de modo que desarrollaron una abrumadora necesidad de controlar a quienes las rodean y las situaciones en que se encuentran.

La consecuencia natural de esto es que una mujer que necesita controlar y atender o ambas cosas, solo podrá hacerlo con un hombre que al menos le permita, más aún invite, a ese tipo de conductas.

La crianza como base en las relaciones

Jairo Hernández Sanhueza, psicólogo y terapeuta familiar en la Clínica Psicológica de la Universidad de La Frontera y psicoterapeuta en la plataforma digital Criar Sin Morir en el Intento en entrevista con BioBioChile explicó cuál es la relación de la crianza con la elección de parejas.

“Nuestras experiencias vinculares en la infancia modelan nuestros estilos de apego. La forma en que hoy vivimos la satisfacción o la frustración de nuestras necesidades afectivas y de protección es fruto de lo que se construyó a partir de lo vivido con nuestras figuras de apego primarias (padre, madre, cuidadores, tutores de resiliencia, etc.). El resultado de no solo estas relaciones, sino de todas las que hemos generado un vínculo durante nuestro desarrollo, son trascendentales en quienes somos hoy”, dijo.

Mujeres que aman demasiado

El especialista señaló que la elección de pareja es el resultado de una combinación compleja de elementos.

“Entre ellos encontramos nuestras experiencias vinculares de infancia, el nivel de consciencia que tengamos sobre nuestro estilo de apego, y la claridad sobre nuestras heridas de infancia, que se relaciona con la conciencia que tengamos o no de la manera en que nuestras necesidades básicas de afecto, protección y seguridad fueron respondidas por quienes estaban a cargo de aquello”, expresó.

Para el experto lo que marca la diferencia es cuando no estamos conscientes de estas heridas de la infancia, ya que podríamos estar repitiendo patrones al momento de elegir una pareja.

“Esta elección puede estar guiada por la búsqueda de suplir necesidades que no sentimos suficientemente satisfechas en nuestro desarrollo”, afirmó.

“Es esperable que nuestras heridas o la necesidad de sanar nuestras heridas se exprese en un vínculo tan trascendental como lo es la relación de pareja, vínculo que hoy se sabe que tiene la fuerza suficiente para corregir experiencias de trauma vivida en la crianza. El punto es, ¿qué tan consciente somos de estas necesidades? ¿Cuánto me hago cargo de mis heridas? Y, ¿cuánto le estoy pidiendo al otro que acoja o se haga cargo de mis heridas o mis necesidades?”, indicó.

“Al inicio de la relación se establecerán pautas y reglas tácitas que sentarán las bases de la relación, y de no ser conscientes de aquello podemos envolvernos en dinámicas que pueden ser tóxicas, que pueden dañar, sobre todo si no hay consciencia de cómo cada uno contribuye a esta interacción. Tomar consciencia de ello es un trabajo importante, profundo y muchas veces doloroso”, relató el experto a BioBioChile.

Banderas rojas al amar demasiado

Varias veces normalizamos algunas señales de alerta, que al ser tan habituales las asumimos como parte del amor o del estar en pareja.

El Psicólogo Jairo Hernández entrega un ejercicio que se utiliza en terapia de parejas y que permite identificar claramente conductas y actitudes que nos hablan de que la relación se está tornando dañina: “Los 4 jinetes del Apocalipsis”.

Las conductas son las siguientes:

a) Desprecio, en que la comunicación de la relación se basa en sistemáticamente dejarse en ridículo, humillarse mutuamente, burlarse del otro, de sus opiniones, de su vestimenta, etc., es una primera señal.

b) Crítica destructiva, referida a los ataques directos hacia características propias de la persona, emocionales, conductuales, intelectuales o físicas del otro.

c) Actitud defensiva, referida a la dificultad de reconocer las propias responsabilidades frente a las dificultades que pueda atravesar la relación. Aquí podemos encontrar dinámicas en que responsabilizamos al otro de lo que sucede, o me ubico en un rol de víctima, entre otras formas.

d) Actitud evasiva, da cuenta de las dificultades para tolerar la tensión que supone resolver los conflictos. Aquí vemos conductas de retirada física o mental de los momentos de discusión, los que son evitados sistemáticamente y que no permite la búsqueda conjunta de soluciones y tomas de acuerdos.

Esta metáfora propuesta por el psicólogo John Gottman refiere a una combinación de comportamientos que se repiten manera sistemática, que pone en riesgo la seguridad y protección en la pareja, hay un aumento del estrés y la ansiedad, y se provocan dinámicas conflictivas que pueden escalar a comportamientos nocivos para quienes componen la relación.