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¿Existe el ’síndrome de la hermana mayor’? Las heridas que deja la parentalización durante la niñez

15 octubre 2024 | 11:37

¿Has escuchado alguna vez del ‘síndrome de la hermana (o hija) mayor’? Muchas personas, principalmente adultos, suelen identificarse con este “pseudo trastorno” que hace referencia a las responsabilidades excesivas que asumen las hermanas mayores sobre los menores, actuando incluso como una figura maternal. Pero, ¿existe realmente? La respuesta es no.

La infancia es una etapa clave en el desarrollo físico, emocional y social de las personas. Durante estos años se establecen las bases para el aprendizaje, los valores y las habilidades sociales. Un entorno saludable y afectivo es crucial para un crecimiento integral que impactará en la vida adulta.

No vivir esta etapa de la vida correctamente puede generar ‘heridas emocionales’ en las personas. Por lo general, quienes experimentan esto se caracterizan por ser protectoras, resolver problemas y sentir presión para dar el ejemplo, a menudo cargando con expectativas familiares altas.

¿Qué se entiende por ‘Síndrome de la hermana mayor’?

Este concepto -ampliamente difundido es redes sociales- pone en el centro de la discusión acontecimientos que vivió este grupo de personas y que tuvieron un impacto en su infancia y/o adolescencia. Incluso, esta condición se suele vincular con el orden de nacimiento de los hijos.

La académica de la carrera de Psicología de la Universidad Católica de Chile (UC), Catalina Álvarez, es categórica al señalar que el llamado “síndrome de la hermana (o hija) mayor” no es un diagnóstico médico ni un problema de salud mental real, sino una descripción informal de un fenómeno familiar.

“Se trata de un término coloquial que describe ciertas características que a veces adoptan los hijos mayores, relacionadas con el rol que asumen dentro de la familia. Este término, aunque popular, debería ser más correctamente entendido como ‘parentalización’, que es cuando los hijos mayores asumen responsabilidades de cuidado o protección, como si fueran una figura parental”, aseguró la psicóloga UC.

En tanto, Inma Brea, coach experta en comportamiento humano, describió esta situación a Vogue España como una “madurez temprana” de las primogénitas, “causada por la presión para cumplir con ciertas expectativas de la familia, como cuidar a sus hermanos pequeños y ayudar con las cosas de la casa, responsabilidades familiares, incluso económicas”.

Cuidar hermanos

¿Afectan el orden de nacimiento y los roles de género?

Aunque esta situación puede afectar tanto a niños como a niñas, es más común conocer experiencias de mujeres que atravesaron por esto durante su niñez. Esta tendencia se debe principalmente a motivos socioculturales que afectan a la población femenina y al orden de nacimiento, ya que al tener más edad, se les atribuye más competencia, capacidad y madurez para cuidar a menores.

De acuerdo con Álvarez, el término “hermana mayor” está vinculado a cuestiones de género. “Culturalmente, se asocia a las mujeres con el rol de cuidado y responsabilidad, además de la creencia de que maduran antes que los hombres. Estas expectativas culturales influyen en la percepción de que las hijas mayores deben asumir mayores responsabilidades”, explicó.

En esta misma línea, la especialista en comportamiento humano coincide en que este fenómeno tiene una “cuestión cultural”, pero también un punto vinculado con la educación. “Afecta a los hijos cuando, por ejemplo, mujeres inmaduras se vuelven codependientes de sus hijos después de una separación, o no tienen pareja, poniendo exceso de responsabilidad afectiva en sus hijos o creando vínculos tóxicos”, sostuvo Brea.

Vale mencionar que son varios los factores que influye en la aparición de la parentalización. Generalmente, ocurre cuando los hijos mayores asumen responsabilidades de cuidado debido a dinámicas familiares disfuncionales, como violencia, negligencia, enfermedad de los padres, migración, monoparentalidad o largas jornadas laborales.

Sobre este punto, Ana Gómez, psicóloga y psicoterapeuta familiar española, mencionó a El País que “a veces las hermanas mayores se ven obligadas a preocuparse por una serie de cosas que no son acordes a su edad. Esto, llevado a un extremo, sí supone un problema cuando los padres no se están encargando de llevar a cabo su papel a nivel familiar y les están reclamando unas funciones de forma implícita o explícita”.

Consecuencias (buenas y malas) de la parentalización en la niñez

El riesgo de la parentalización no depende únicamente de ser el hijo o hija mayor, sino de asumir roles parentales en el hogar, independientemente de la posición dentro de la familia. Este fenómeno puede tener consecuencias negativas en el desarrollo, como mayor riesgo de depresión, ansiedad, bajo nivel educativo y problemas de salud física durante la adolescencia y la adultez.

Pese a todo lo que involucra este concepto, se han observado efectos positivos cuando las tareas parentales son asumidas de manera moderada y por un tiempo limitado, generalmente en situaciones de crisis, como una enfermedad. “En estos casos, los niños entienden que no son los cuidadores principales, lo que reduce la presión sobre ellos”, afirmó la académica de la UC.

En este sentido, Álvarez sostiene que entre los aspectos positivos destacan una mayor competencia social, conducta prosocial y mejores estrategias de afrontamiento. “Al enfrentarse a tareas propias de adultos, como el cuidado de hermanos menores o el manejo del hogar, desarrollan habilidades cognitivas, emocionales y de resolución de problemas”, detalló.

Cabe aclarar que pese a tener determinadas ventajas, no se recomienda en absoluto someter a menores en este tipo de escenarios o incurrir este tipo de responsabilidades. “Estos beneficios dependen de factores moderadores, ya que, en general, la parentalización conlleva consecuencias negativas para el desarrollo infantil”, agregó la académica de la UC.

Hermano mayor

¿Cómo sanar las ‘heridas’ que deja el “síndrome de la hija mayor”?

Para trabajar las “heridas” dejadas por la parentalización, es fundamental primero reconocer que la persona, ya sea adolescente o adulta, vivió una sobreexigencia en su infancia o adolescencia. Esta situación, en algunos casos, puede considerarse una vulneración de derechos, ya que, detrás de este fenómeno familiar, suelen estar presentes la negligencia o incluso el maltrato.

Respecto a cómo identificar estos efectos en la conducta de un individuo, la coach Inma Brea detalló que “estas personas son excesivamente responsables, perfeccionistas y autocríticas; con tendencia a poner sus necesidades en segundo plano, al sacrificio y dificultad para poner límites”.

De acuerdo con Álvarez, el primer paso es aceptar que esta persona fue exigida más allá de sus recursos y que, dependiendo de las consecuencias, puede ser necesario el apoyo de profesionales de la salud mental, como psicólogos o psiquiatras.

“Las secuelas pueden variar desde depresión hasta problemas en la autoestima o dificultades en el logro educacional. Evaluar las consecuencias es crucial para determinar el tipo de apoyo que necesita para sanar“, enfatizó la académica.

La experta de la UC enfatizó que “es importante reconocer la herida emocional que se generó. Esta persona enfrentó desafíos que no correspondían a su etapa de desarrollo, lo que pudo provocar frustración y una sensación de incompetencia, al sentirse fuera de control en situaciones que no le eran propias”.

Las especialistas concuerdan en que comprender el contexto en el que ocurrió la parentalización, y las razones por las que los cuidadores no pudieron ofrecer los cuidados adecuados, es esencial para apoyar a quienes han vivido esta experiencia y ayudarles en su proceso de sanación.

“Uno tiene que estudiar en primer lugar su situación, observar su comportamiento, el equilibrio en sus relaciones… siempre las emociones son indicadores; y en segundo lugar, su historia, como el que ve una película”, comentó Brea.

Rompe con el circulo

La parentalización puede generar patrones transgeneracionales, donde los hijos que atravesaron esta situación tienden a replicar un estilo de crianza similar con sus propios hijos. En estas familias, se valora la autonomía y autogestión, lo que puede llevar a una baja supervisión y una falta de apoyo en las actividades de los niños.

Según Catalina Álvarez, la clave está en romper el patrón. “Las personas deben reconocer su historia de vida y los efectos, tanto positivos como negativos, que la parentalización ha tenido en su desarrollo. La toma de conciencia es el primer paso para prevenir que estas dinámicas se transmitan de generación en generación“.

En caso de vivir una crisis familiar, los hijos mayores pueden asumir responsabilidades, pero es crucial que un adulto supervise y apoye. Las tareas deben tener un límite temporal específico para evitar una sobrecarga prolongada que afecte su desarrollo. Los padres deben establecer límites y buscar apoyo para prevenir la parentalización, enfatizó la psicóloga de la UC.

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