¿Eres de los que dicen “¡No pasó nada!” a un niño luego de que se caiga y llore? ¿O de los que señalan “no seas grosero, ¡abraza a tu tío!” cuando recibes visitas?
Pese a que detrás de estas oraciones suelen haber buenas intenciones, lo cierto es que el efecto que pueden causar en los pequeños es, muchas veces, insospechadamente negativo.
Así lo manifestaron especialistas del área de la psicología, quienes enlistaron un conjunto de cinco “frases tóxicas” que, por muy inocentes que parezcan, debemos dejar de formular desde ya.
A continuación, te contamos por qué es conveniente decir adiós a estas aseveraciones y de qué forma podemos reformularlas.
¿Te identificas con alguna?
1. “¡Estás bien!” o “No pasó nada”
Sin lugar a dudas, ésta es una de las frases que los padres, cuidadores o seres queridos de un niño tienden a decir con mayor frecuencia y “soltura de lengua”.
No obstante, los expertos advierten que puede tener efectos adversos en los menores. “A menudo decimos estas frases a los niños en un intento de ayudarlos a sentirse mejor o calmarlos cuando están angustiados o heridos”, señaló la psicóloga Sarah Conway, fundadora de Mindful Little Minds, al medio The Huffington Post.
“Creemos que si no hacemos un gran problema al respecto, ellos tampoco lo harán. Sin embargo, cuando les decimos esto a los niños, se sienten rechazados y no escuchados”, agregó la experta.
Incluso, si un pequeño escucha este mensajes con demasiada frecuencia, existe el riesgo de que sienta que no puede confiar en nosotros para compartir sus momentos o emociones difíciles. En último caso, podrían sentir que no pueden confiar en sus propias emociones.
De acuerdo a Conway, esta frase es similar a otra que los adultos suelen decir: “Deja de llorar”. Y es que, por más que a veces nos abrumen, las lágrimas y los berrinches son apropiados para el desarrollo de los niños más pequeños.
¿Existen alternativas?… Según la psicóloga, una gran opción para reemplazar esta frase es preguntarles “¿Estás bien?”. De este modo, les demuestras preocupación por sus sentimientos y le das la confianza para que compartan sus emociones contigo.
2. “Me pone triste/enojado/feliz cuando haces esto”
Puede que muchos padres piensen que le están enseñando a sus hijos a ser empáticos cuando emplean frases como ésta, pero la verdad es que les estamos enviando el mensaje de que “ellos son la causa de nuestros grandes sentimientos y que son responsables de manejarlos”, alertó Conway.
Lo anterior, puede provocar que los niños comiencen a ocultar sus cosas de los adultos por miedo a molestarlos. En este sentido, la psicóloga recuerda que la toma de perspectiva, es decir, la capacidad de ver algo desde otro ángulo, es algo que los niños pequeños aún no desarrollan.
Si bien esto no es una invitación a dejar de poner límites a los menores cuando los cruzan, es importante ocupar un lenguaje apropiado. “Guarda la lección sobre la empatía para otro momento y apégate a los hechos. Reconoce cómo se sienten y luego establece claramente tu límite al comenzar la oración con: ‘No te dejaré… (golpearme, patear a tu hermano, etc.)’“, recomendó la especialista.
3. “¡Eso no es cierto!”
Cuando tu hijo, sobrino o hermano se acerca a ti y te cuenta que se siente “feo”, o que “nadie quiere jugar con él”, tu instinto puede vociferar a los cuatro vientos que… “¡Eso no es cierto!”. Pero, por más buenas intenciones que tengas, estas frases pueden causar más daño que bien.
Así lo explicó Ahurina Ream, fundadora de Psyched Mommy, quien ejemplificó con una experiencia propia por qué no deberíamos decir este tipo de oraciones a los pequeños.
Cuando su hijo le dijo que nadie quería jugar con él, “Mi instinto fue decir: ‘¡Eso no es verdad!"”, recordó, “O tal vez es una adolescente que dice: ‘Soy tan fea’ y nuestro instinto es decir: ‘¡Eso no es verdad!’, porque nos duele profundamente escuchar nuestra niños sufriendo‘”.
“Pero cuando nos dicen algo que les molesta, y nuestro instinto paterno es responder de inmediato ‘eso no es cierto’, escuchan que no les creemos, o que sus propios instintos o lecturas sobre una situación dada no son de fiar”, dijo la experta.
Añadió que “Incluso si lo que dicen es una tontería, es su realidad al final del día. No es nuestro trabajo decirles que están equivocados. Realmente, nuestro trabajo es escucharlos”, explicó.
Para reformular esta frase, puedes probar con otra como “¿Qué te hace pensar eso?”, sugirió.
4. “Tú siempre…” o “Tú nunca…”
Para empezar, las palabras “siempre” y “nunca” suelen ser exageradas en todo contexto (y, lo cierto, es que cada vez que la empleamos en contextos sociales pueden dejar resentida a nuestra contraparte).
Sin embargo, en el caso de los niños son particularmente peligrosas ya que pueden volverse una especie de ‘profecía autocumplida’. Por ejemplo, si le dices a un menor que “siempre deja desordenado”, es probable que crea que siempre se comporta así y haga pocos esfuerzos por mejorar su conducta.
“Cuando escuchan estos mensajes de nosotros como sus padres, comienzan a creerlos. Luego vemos más comportamientos que alimentan esta etiqueta que asignan a la definición de sí mismos”, indicó Kimberley Bennett, psicóloga y fundadora de The Psychologist’s Child.
Por ello, es importante cambiar nuestro enfoque y dejar de “alimentar” nuestra creencia exagerada sobre el comportamiento de nuestros niños. “Por ejemplo, si decimos: ‘Siempre eres rudo con tu hermanito’, céntrate en las ocasiones en que son amables, cariñosos y preocupados, y celébralo con ellos”.
Y, si repite algún comportamiento que quieras desalentar, invítalos a tratar de resolver el problema contigo, indicó Bennett. Puedes hacerles preguntas como “¿Qué podemos hacer para evitar que esto suceda?” O, “¿Qué puedes hacer la próxima vez que te sientas así?”. Éste es un buen punto de partida, de acuerdo a la experta.
5. “No seas grosero. Dale un abrazo a tu abuelita / tío / otros”
A menudo los adultos piden a los niños que saluden de beso o abracen a algún familiar o cercano. No obstante, ésta es una conducta que debiéramos erradicar ya que le estamos enseñando a nuestros menores que sus propios límites no importan, declaró Ream.
“Cuando obligamos a nuestros hijos a abrazar a alguien, o incluso a disculparse cuando no están listos, les enseñamos que deben actuar para complacer a los demás”, explicó.
A ello, añadió que “También les estamos enseñando si su cuerpo se siente incómodo abrazando a un familiar, por ejemplo, y lo hacen de todos modos, deben ignorar las señales que les envía su cuerpo”.
Según los especialistas, éste es un límite que debieran tener absolutamente claro con sus hijos. Una forma de abordarlo es decirle a los pequeños que está perfectamente bien si prefieren chocar los puños, lanzar un beso o simplemente decir adiós o buenas noches desde lejos.
“Asegúrale a tu hijo, y al otro adulto en cuestión, que aún pueden mostrar respeto y amor hacia los demás mientras escuchan sus propios cuerpos“, concluyó Ream.
¿Qué frases que consideres tóxicas agregarías al listado?