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5 estrategias que preparan el cerebro para el aprendizaje

14 octubre 2019 | 09:07

Uno de los requisitos básico para poder aprender es que nuestro cerebro esté preparado, en otras palabras, que sus dispositivos estén funcionando de la manera correcta.

No basta que el cerebro esté sano, sino que se necesita que esté bien alimentado, que no esté fatigado y que reciba un buen aporte de oxígeno. Pero ¿cómo se consigue esto?: Simple, manteniendo hábitos saludables de vida.

Gabriela Díaz y Sergio Mora, neurocientíficos y directores de la Fundación Cien, Cultura y Ciudad, entregan los elementos fundamentales para tener un cerebro apto para la tarea de aprender.

1) Una alimentación saludable:

El cerebro necesita energía para funcionar, esto se consigue con un buen aporte de glucosa, nutriente presente en todos los alimentos ricos en carbohidratos como los cereales (arroz, trigo, avena, centeno, maíz, pan, pastas, etc.), azúcares, tubérculos, legumbres, frutas y verduras.

Además, se requiere un buen aporte de ácidos grasos poliinsaturados del tipo omega 3, que encontramos en los pescados “azules”, como el salmón y el atún, entre otros. En el sentido opuesto, la comida chatarra, por su alto contenido en grasas no saturadas, es perjudicial para el aprendizaje, porque afecta el metabolismo de la glucosa y la formación de nuevas conexiones entre las neuronas.

2) El Sueño:

Dormir nos prepara para el aprendizaje, nos permite descansar física y mentalmente, reparando los circuitos neuronales dañados, y sintetizando y almacenando las sustancias químicas que necesitará durante el día.

Durante el sueño, el cerebro reorganiza datos, soluciona problemas, procesa los aprendizajes recientes, organiza, consolida y almacena la memoria en un depósito de larga duración. En conclusión, dormimos para descansar y para aprender. Fomentar buenos hábitos de sueño es trascendental para asegurar un aprendizaje eficiente.

3) El Ejercicio físico:

La gimnasia, la práctica de deportes individuales o grupales, caminar a paso firme, bailar. etc., tiene beneficios indudables para nuestra salud física y mental. Al aumentar la frecuencia cardíaca, se favorece la llegada de sangre, y con ella el oxígeno, no solo a los músculos, sino que también al cerebro.

Esto permite aumentar la liberación de un número importante de sustancias químicas que mantienen al cerebro en alerta, aumentan la concentración, la motivación y la sensación de bienestar. Los músculos mismos liberan sustancias, como el factor de crecimiento neuronal, BDNF, que activa el nacimiento y supervivencia de nuevas neuronas (neurogénesis). Sin embargo, para que el ejercicio sea efectivo debe cumplirse un requisito: debe ser placentero, es decir, debe ser del agrado del que lo practica. De lo contrario será contraproducente.

4) Un ambiente estimulante:

Los hábitos saludables, como los mencionados, abonan el terreno para que se produzca el aprendizaje.

Cuando nos enfrentamos al aprendizaje se requiere generar un ambiente con emociones positivas que favorezcan la confianza y la empatía, rico en estímulos novedosos, imágenes, videos, etc., que activen la atención y los deseos de aprender.

5) Regular el nivel de estrés:

La ausencia y el exceso de estrés son perjudiciales para el aprendizaje. Lo que se persigue es un estado de “alerta relajado”, es decir, que haya un nivel de estrés moderado, en que se presenten desafíos o conflictos que se puedan resolver.

El cerebro se motiva y se activan sus mecanismos atencionales al enfrentarse a un desafío. Una estrategia para despertar el deseo de aprender y generar atención es contar una historia en que haya un problema que resolver, de modo que el estudiante empatice con su protagonista y que para solucionar su problema tenga que aprender algo.

Existen múltiples estrategias a las cuales podemos echar mano para preparar nuestro cerebro para aprender. Algunas de ellas constituyen, en realidad, hábitos de vida saludables que deben ser fomentados principalmente en el hogar. Esto obliga también a evitar los malos hábitos, como la malnutrición, el sedentarismo, la privación de sueño, el consumo de alcohol y drogas, el mal manejo de las emociones y el estrés, las tareas aburridas o rutinarias.

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