Los estereotipos de belleza femeninos existen desde hace siglos. Basta con observar los patrones corporales reiterados en pinturas y fotografías, que sólo cambian de una época a otra, o por zona geográfica, pero que terminan por condicionar fuertemente la percepción de la estética.
Para comprobar esto sólo basta con revisar algunos registros de hace algunos años atrás, y no es necesario retroceder demasiado en el tiempo: en los años 50 imperaban los cuerpos tipo “reloj de arena”, en la década del 90 lo era la delgadez extrema, a inicios de este milenio el busto grande y las piernas largas y actualmente arrasa el estereotipo de enormes caderas y cintura pequeña.
Prueba de lo anterior no son sólo la publicidad y videos musicales protagonizados por figuras como Nicki Minaj, Jennifer López o Beyoncé; sino que, de forma más representativa, muestra de ello son las socialité Kim Kardashian y Kylie Jenner, quienes han construido un imperio en materia de belleza basado en exageradas curvas.
Ya sea con intervenciones quirúrgicas, edición fotográfica o apretadas fajas, estas mujeres son icono de los nuevos parámetros y capaces de recurrir a cualquier método por mantenerse en su “trono”. Sin embargo, sus intervenidas figuras son tomadas como metas “realistas” a alcanzar por muchas, quienes consciente o inconscientemente siguen sus pasos, apelando a cualquier intervención con tal de ser como ellas.
Sólo en nuestro país las cirugías estéticas se han triplicado -sin importar incluso, para algunas, la experiencia del profesional estético- mientras que el uso deliberado de apretadas fajas es cada vez más común. Sin embargo, ¿cuáles son los daños que han dejado este tipo de prácticas?
¿Cirujanos…”estéticos”?
Debido a los altos montos de dinero requeridos en una intervención estética, algunas personas optan por “opciones” alternativas y más económicas, sin importar los riesgos que esto podría implicar para su salud. Prueba de ello es el reportaje de Informe Especial publicado a inicios de esta semana, en donde se expuso cómo algunas personas operan como cirujanos plásticos sin siquiera tener los requerimientos mínimos.
Consultado al respecto, el cirujano plástico Rolando González, jefe del equipo de Cirugía Plástica, Reconstructiva y Quemados del Hospital Padre Alberto Hurtado, destacó a BioBioChile que hay un factor clave para saber si un cirujano está apto o no para operar a alguien: su título profesional.
Gozález enfatizó que un cirujano plástico acreditado es la única opción segura para operarse. O sea, según define la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica, es alguien que cursó los siete años de Medicina en la universidad, luego tres de especialización en cirugía general y dos o tres años de especialización en Cirugía Plástica Estética y Reconstructiva.
“Esto le permite realizar adecuadamente diversos procedimientos quirúrgicos y no quirúrgicos, así como proceder con expertise en el tratamiento de eventuales complicaciones”, detalló el sitio. Los profesionales extranjeros deben recibir esta acreditación en Chile para que sus conocimientos sean certificados.
“El término cirujano estético no existe”, aclaró González. “No es un título acreditado en Chile. Muchos de ellos son cirujanos generales dedicados a la estética o incluso médicos generales, anestesistas o ginecólogos”, añadió.
“Hay algunos que dicen tener máster en lipoestructura y otros tipos de ‘títulos’, considerando que existen cursos incluso de dos semanas y, claramente, un médico general que lo cursa no está capacitado para manejar ningún tipo de complicación quirúrgica de esta área”, puntualizó el médico, que también es docente de la Facultad de Medicina de la Universidad del Desarrollo. Aún así, González destacó que no existen leyes que regulen esta situación.
Para evitar problemas, el cirujano plástico recomendó a quienes quieran someterse a una intervención de este tipo ir a la Superintendencia de Salud y buscar a los prestadores: ahí aparece el currículum de los médicos.
Por otra parte, el doctor Nadir Carda, médico cirujano plástico y miembro titular de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, explicó a BioBioChile que también un profesional de confianza tiene que cumplir con requisitos en su consulta y, sobre todo, en el pabellón.
Carda ejemplificó que, si bien la consulta no tiene demasiados requerimientos, sí es prueba del profesionalismo que tenga un espacio limpio, que cuente con una camilla y que los certificados del médico estén a la vista.
Respecto a la sala de cirugía, el médico explicó que es obligación que esta cuente con los implementos necesarios para una anestesia, como también que la clínica tenga una sala de recuperación postoperatoria y habitaciones. “No es obligatorio que tenga UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) o UTI (Unidad de Terapia Intensiva), pero sí es necesario que tenga convenio con clínicas más grandes que sí la tengan”, aclaró y destacó la importancia de una ambulancia.
“Los requisitos en el pabellón son los mismos para todas las operaciones: ya sean rinoplastías, implantes mamarios o abdominoplastías”, dijo.
Respecto a los precios, si bien reconoció que no existe una estandarización puesto que “cada profesional sabe cuánto vale su trabajo”, si hay montos muy baratos que despiertan sospechas. “Una abdominoplastía por 1 millón de pesos no está bien, vale mucho más. O el mismo precio por implantes mamarios, considerando que sólo la prótesis vale 600 mil pesos, sin incluir el pabellón, el anestesista, los honorarios médicos ni implementos”, ejemplificó.
Finalmente, el médico Rolando González recalcó otro punto de vista a considerar para elegir a un cirujano plástico incluso en intervenciones menores que no requieren pabellón.
“Si el paciente va donde una persona que sabe realizar sólo un procedimiento, ésta sólo recomendará esta intervención. Por el contrario, si el médico tiene más herramientas, puede ofrecerle más opciones. No todo se soluciona con una misma técnica, ni todos los pacientes son iguales”, añadió.
Una cintura “a lo Kardashian”
Reducir el tamaño de la cintura, como también agrandar los glúteos y las caderas, son los tres objetivos que más buscan las pacientes que se someten a cirugías estéticas, según la experiencia de González. “En general, moldear el contorno corporal”, sostuvo. En Chile, la abdominoplastía y la liposucción son las más famosas.
Quienes no se someten a estas cirugías, pero quieren conseguir la “anhelada” cintura “de avispa” que promueven los nuevos modelos de belleza, optan por otras alternativas de moda, como lo son las fajas reductoras. Si bien para el médico cirujano estas “tienen funciones provisorias y no sirven de nada”, puesto que “sólo funcionan mientras se están usando”, los problemas con este implemento radican mucho más que en su falta de efectividad al moldear el cuerpo.
Al respecto, el kinesiólogo Gerardo Ríos, especialista en Rehabilitación Musculo-esquelética y Respiratoria niño y adulto, de Kinesiosport, aseguró a BioBioChile que el uso de las fajas reductoras sin indicación profesional puede ser perjudicial para el cuerpo.
Durante el uso de estas fajas, Ríos detalló que “dependiendo del grado de compresión, se modifica la posición de los órganos generando problemas como estreñimiento, dolor abdominal o pélvico, reflujo o acidez”.
Al respecto, el gastroenterólogo John Kuemmerle explicó en un artículo del medio Huffington Post que al apretar el estómago, colon e intestinos se empeora el reflujo y la acidez estomacal, además de provocar una dolencia conocida como esofagitis erosiva.
Las personas con trastornos funcionales del intestino, síndrome de colon irritable o problemas de incontinencia deben tener precaución al usar fajas. “El aumento de la presión intra-abdominal, sin duda, puede provocar episodios de incontinencia”, dijo Kuemmerle.
“Éstas también podrían generar dolor lumbar persistente, debilidad de la musculatura que estabiliza la columna, lo cual favorecería la aparición de discopatías (desgaste de los discos espinales) y hernias a largo plazo”, puntualizó el kinesiólogo Gerardo Ríos. “Mientras más apretada está la faja, y más tiempo se use, probablemente se puede generar estos problemas”, añadió y explicó que además pueden aparecer problemas para respirar.
En el citado artículo, la quiropráctica Karen Erickson explicó que lo apretado de esta prenda -cuando el material se extiende hasta las piernas- puede desarrollar hormigueo, entumecimiento y dolor en dichas extremidades.
“Pueden provocar una condición conocida como meralgia parestésica, que es cuando el nervio periférico en el muslo se comprime. Este efecto además puede disminuir la circulación y conducir a la formación de coágulos sanguíneos”, detalló y agregó que aquellas mujeres genéticamente propensas a las várices pueden tener más problemas vasculares e hinchazón de tobillos.
Finalmente, el dermatólogo Maryann Mikhail sostuvo en el artículo de Huffington Post que la humedad bajo las fajas predispone a la aparición de hongos e infecciones bacterianas. “La infección más común es la foliculitis, ya que las bacterias suelen quedar atrapadas entre los folículos del pelo, causando protuberancias de color rojo llenas de pus”, puntualizó.
Eso sí, los expertos coinciden en que no se trata de suprimir completamente el uso estas prendas, sino que dejarlas para ocasiones especiales, en lugar de utilizarlas a diario y elegir tallas cómodas.
Más daños de los estereotipos
Aunque las cirugías estéticas y las fajas pueden impactar negativamente en la salud cuando son empleadas sin conocimientos, los estereotipos de belleza también perjudican el área psicológica del ser humano.
El psicólogo Luis Pino, académico de Escuela de Psicología de Universidad de Las Américas (UDLA), indicó a BioBioChile que existen grupos muy vulnerables a los cánones de belleza que terminan siendo perjudicados por sus exigencias: los más jóvenes.
“Efectivamente la etapa de la adolescencia y de la juventud es el grupo más vulnerable, puesto que la mayoría de la publicidad está dirigida a ellos porque son grandes consumidores. Son los más afectados por los cambios culturales”, enunció el profesional.
De la misma forma, agregó que las personas con mayor deprivación sociocultural o cognitiva, como también con baja autoestima o vínculos interpersonales muy pobres, son “fácilmente influenciables”.
En esta línea, Pino explicó que una mujer que se somete a una cirugía plástica -no por motivos de salud física-, finalmente lo hace por aceptación social. “Eso hay detrás. Una mujer dañada por los cánones exigidos”, explicó y agregó que, mientras más afectada está la paciente, más es capaz de arriesgar: someterse a cirugías con “profesionales” cuestionables, gastar todo su dinero en ello o trabajar sólo para su imagen física.
El psicólogo además explicó que, en la actualidad, el grupo social más validado es la juventud. “La gente se opera para parecer joven, que son los más ‘privilegiados”, añadió y ejemplificó que el “boom” de los filtros de edición fotográfica en redes sociales nacen por la misma necesidad: verse más joven.
Aún así, destacó que movimientos como el feminismo sí podrían erradicar estos cánones, mientras la publicidad no transforme el discurso de diversidad en una nueva estrategia comercial y se apodere de él. “El movimiento se enfoca en el contenido. No es una moda y busca un cambio social”, aclaró. “Puede que se instalen nuevas perspectivas de belleza, lo que sería muy bueno”, opinó.
Respecto a cómo alejarse de la influencia de estos cánones, el psicólogo explico que “la educación cumple un rol fundamental, acompañada de la familia, los colegios, las políticas públicas: hábitos como lavarse las manos o taparse la boca para estornudad, deberían extenderse también a otros aspectos como preocuparnos por la salud mental y los cánones y estereotipos que nos instalan”.
“Esto requiere un trabajo profundo y es difícil, porque por mucho que se sostenga un discurso de aceptación, hay un bombardeo constante de la publicidad de cómo debemos vernos y comportarnos”, concluyó.