La semana pasada se desarrolló un seminario dirigido a niñas de educación media para fortalecer sus aptitudes científicas, develando el “Síndrome del impostor”, definido como un fenómeno psicológico en el cual la persona se siente incapaz de reconocer sus logros y sufre una sensación persistente de ser percibido como un fraude, a pesar de las pruebas externas de sus competencias.
La charla principal del seminario, realizado en el Museo Interactivo Mirador (MIM), la entregó la psicóloga Angélica Yáñez, evento en el cual participaron Paulina Bocaz, representante de AUI/NRAO, socio norteamericano de Observatorio ALMA en Chile y líder de Provoca; Sonia Duffau, astrónoma y encargada de Educación en Ciencias y Diversidad de AUI-NRAO; y Nicole McNamara, encargada del Programa Mujer de Fundación Belén Educa; en conjunto con alumnas del colegio San Damián de Molokai, de Cerro Navia.
Sobre la importancia de la actividad, Paulina Bocaz, consideró fundamental entregar herramientas a las niñas que se ven enfrentadas a situaciones de ansiedad o inseguridad. Según la profesional, está comprobado que las mujeres y otros grupos con representación minoritaria en las ciencias y otras disciplinas afines, tienden a experimentar el Síndrome del Impostor con mayor frecuencia. “En tal sentido, queremos dejar la semilla plantada para reconocerlo, de modo que se sientan más confiadas y tengan las herramientas para enfrentarlo”, señaló la ejecutiva.
El problema
En su presentación, la psicóloga señaló que es un síndrome descrito por las especialistas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes de Universidad de Georgia en 1978, pero no es una enfermedad mental, sino que un fenómeno bastante común experimentado por hombres y mujeres. “El 70% de los profesionales y el 58% de las personas que trabajan en ciencia han sentido que su desempeño laboral es una farsa al menos una vez en la vida”, detalló de manera enfática la profesional.
Este padecimiento lo han sufrido figuras públicas como Michelle Obama, Lady Gaga, Tom Hanks y podría llegar a ser crónico. Según lo explica la experta, una condición crónica produce ansiedad generalizada, inseguridad e incluso depresión, ya que los pensamientos afectan nuestra forma de sentirnos, así como las creencias nos reducen y encierran en una “caja” donde las cosas son limitadas.
Sin embargo, aseguró que es muy positivo enfrentar o diferenciar las emociones, por ejemplo, una angustia paralizadora de una ansiedad movilizadora, que es buena. “Es necesario confiar en el cuerpo, porque es sabio y da señales que se deben seguir. Entender que la enseñanza de la tristeza es que es natural perder algo, todo pasa y vienen cosas nuevas. Si tomamos el control de las emociones tendremos el control de nuestra vida”, destacó como conclusión.
La psicóloga señaló que actuamos en modo “piloto automático” en un 95% a 99%, donde están nuestras creencias, pensamientos y circuitos neuronales. Y la otra parte es la mente consciente, la cual está activa entre un 1 a un 5% del día. Esta es la mente creativa, la cual está 100% presente, viviendo, sintiendo de manera directa la vida. “Esa es la parte que tenemos que desarrollar y practicar cada vez más y estar presentes”, enfatizó a las escolares, que pudieron desarrollar una actividad de meditación.
La solución
La experta recomendó la meditación como una forma de combatir este fenómeno, ya que si tomamos conciencia de nuestras creencias y dejamos de luchar contra la realidad, podemos percibir la vida de manera distinta. Al observar nuestras emociones sin quedar atrapados en ellas, nos liberamos del sufrimiento. “Es una herramienta que, si uno la aprende desde niño, despeja el camino de una manera totalmente distinta. Hay colegios que ofrecen yoga a sus alumnos, que es una forma de meditación. Yoga significa unión, es estar presente”, recalcó la profesional.
En la ocasión, Sonia Duffau, astrónoma y subgerente de Educación en Ciencias y Diversidad de AUI, presentó también una charla-testimonio motivacional, ya que señaló haber vivido este síndrome en su experiencia profesional. En su presentación comentó que se había identificado muchas veces con varias de las características descritas en el síndrome, como el perfeccionismo, la necesidad de control, el miedo a cometer errores e incluso la sensación de que sus logros eran producto de la casualidad.
“He aprendido con la edad que la vida tiene elementos que uno no puede controlar y que hay que aprender a vivir con eso. Una tiene que cambiar su concepto de éxito de una tarea. Hay que tratar de disfrutar el camino y aprender del esfuerzo de encontrar tu misión en la vida. ¿Qué pasa si uno no cree en sí mismo? Es como caminar en una cuerda floja, porque uno mismo es el primer recurso con el que cada uno cuenta para salir adelante”, explicó a las escolares que escuchaban atentamente durante el seminario.
En relación a su motivación para entregar su testimonio, indicó creer que el Síndrome del Impostor es un gran impedimento para ser creativo, estar tranquilo y dejar que fluyan las ideas.
Por su parte, Dalia Haymann, directora ejecutiva del MIM, institución que acogió el evento, indicó respecto a la actividad que “queremos contribuir al esfuerzo del Gobierno por incentivar a que más mujeres se acerquen a la ciencia y la tecnología. Desde nuestra institución lo hacemos de una manera lúdica e interactiva, que es nuestro sello, pues estamos convencidos que el asombro y la curiosidad por el mundo que nos rodea, son una manera muy poderosa de lograr esa motivación”, finalizó.