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(Artículo 04 del Código Procesal Penal)
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La llegada del otoño puede afectar nuestras emociones y producir cambios en nuestra rutina, que a la larga pueden traer consecuencias para nuestra salud mental. El autocuidado es vital en esta época del año.
No todas las personas asimilamos los cambios de estación de la misma forma. Mientras hay quienes siguen su vida con normalidad, otros se ven más afectados emocionalmente por la repentina variación del clima.
Ahora que llegó el otoño y está comenzando a sentirse con fuerza, factores como la menor cantidad de horas diarias de luz solar y las temperaturas más bajas pueden tener un impacto en tu estado de ánimo, y a veces uno ni siquiera lo percibe.
Priorizar nuestro cuidado y bienestar en estas situaciones es vital para mantenernos saludables, tanto física como emocionalmente, y no restarle importancia a lo que estamos sintiendo en estos momentos.
“Es importante el autocuidado, ir viendo qué emociones estoy sintiendo con más fuerza y ver si notamos algún cambio relevante. Al observar los cambios, podemos tomar acciones preventivas”, expresa Claudia Tapia, psicóloga consultora de la Gerencia de Cuidado y Desarrollo del Instituto de Seguridad del Trabajo, IST.
Si bien es relativamente común la baja de ánimo en otoño e invierno, la especialista en salud mental explica que debemos empezar a preocuparnos si las variaciones en nuestra rutina diaria son muy prolongadas, es decir, cuando ya ha pasado un tiempo y seguimos sin volver a nuestro estado usual.
En los casos más severos, las personas podrían estar siendo afectadas por un trastorno afectivo estacional, que es un tipo de depresión generalmente asociada al invierno y que justamente es causada por la falta de luz solar, entre otros factores.
“La reflexión de la luz solar efectivamente afecta el ritmo cardíaco. Cuando hay poca luz natural, aumenta la producción de melatonina en el cuerpo, por lo que nos sentimos más somnolientos, más cansados”, explica Claudia Tapia.
Para evaluar nuestro estado actual, la psicóloga recomienda «prestar atención a los cambios importantes en el estado de ánimo. Si yo siento más cansancio, tristeza, poca energía y eso permanece por más de dos semanas, tengo que cuidarme”.
“Si han cambiado mis hábitos alimenticios o de sueño, también es una alerta para que yo pueda hacerme cargo. Así como la dificultad para concentrarme, o si ahora tengo que necesitar un despliegue más grande de atención y de concentración para realizar las mismas actividades que hacía antes con facilidad”, añade.
Y concluye que los síntomas son “fundamentalmente, cambios en mi rutina, tanto físicos como emocionales. Sobre esto último, hay que ver si tenemos menos energía, sentimientos de desolación, desmotivación, pérdida de interés en las actividades que disfrutamos generalmente. Hay que poner alerta si esto permanece por mucho tiempo”.
El autocuidado en general es esencial para mantener nuestro bienestar durante un cambio de estación, en especial cuando viene la temporada fría.
“Es recomendable realizar actividad física de forma regular, porque el ejercicio nos ayuda a bajar el cortisol, que es la hormona asociada al estrés y la ansiedad. Y no es necesario una actividad que nos demande mucho tiempo o esfuerzo, sino que puede ser caminar todos los días, practicar pilates o yoga”, apunta la experta.
Y agrega que “sumado al ejercicio, hay que establecer una rutina diaria, sobre todo para mantener buenos hábitos de sueño, porque la disminución de la luz solar puede afectar cómo dormimos. Tratar de acostarme en un rango horario específico y levantarme a la misma hora, para que mi cuerpo se pueda ir acostumbrando y poder tener un descanso reparador”.
Además de las medidas preventivas que nosotros podamos tomar, tampoco debemos desestimar la importancia de nuestros seres queridos y cómo ellos pueden ayudarnos en estos periodos.
“Un punto importante es la conexión con los otros. Tenemos que darnos tiempo para conectarnos con mi familia, con mi núcleo más personal, con mis amigos. Cuando llega el otoño e invierno, cuando hay lluvia y oscuridad, tendemos a dejar de relacionarnos o dejar de tener esas reuniones socioafectivas. Tenemos que tratar de mantener esa comunicación con otros para poder cuidar nuestra salud mental”, explica Tapia.
“En este período, está bien sentirnos un poco más tristes o melancólicos, pero si esto pasa a ser una sensación de molestia para mí, hay que pedir ayuda. Y por eso es importante mantener las relaciones interpersonales activas. Con ese otro, que es de mi entorno más seguro, es el tipo de persona con quien yo puedo levantar una alerta, pueden darse cuenta de que no he percibido los cambios en mí”, acota.
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