Las dietas en las que se eliminan varios grupos de alimentos considerados poco saludables son cada vez más populares. Pero estas prácticas pueden rápidamente convertirse en una obsesión que te acaba enfermando.
Este desorden alimenticio, que fue identificado por primera vez en Estados Unidos en los años 1990, es conocido como ortorexia (‘correcto’ y ‘apetito’ en griego).
Las personas que sufren de ortorexia son “prisioneras de reglas que se imponen a sí mismas”, explica a la AFP el profesor de psicología Patrick Denoux.
Este desorden puede manifestarse en hábitos simples como limitarse a comer únicamente frutas recién cosechadas. Pero en los casos más graves puede conducir a adoptar comportamientos obsesivos compulsivos que pueden provocar una desnutrición severa o aislamiento social.
En un periodo de 18 meses, Sabrina Debusquat, pasó de ser vegetariana a vegana, antes de eliminar por completo de su dieta cualquier alimento cocido y limitarse a comer frutas.
“Quería alcanzar un tipo de estado de pureza”, explica esta francesa de 29 años.
Debido a su dieta estricta comenzó a perder su cabello, pero su obsesión era tan grande que esto no le preocupó demasiado.
“Tenía la impresión de ser dueña de la verdad sobre la mejor manera de alimentarse para mantenerse sano”, cuenta Debusquat, quien publicó un libro sobre su experiencia.
Fue su pareja quien le hizo entender su estado obsesivo. “Mi cuerpo estaba tiranizando mi mente”, señala.
Sospecha de que nos están envenenando
“Vivimos grandes cambios culturales en cuanto a la alimentación que nos hacen desconfiar de lo que comemos, debido sobre todo a la distancia entre el productor y el consumidor (…) y a las crisis alimentarias”, explica el profesor Patrick Denoux.
Después del “trauma” de la crisis de la vaca loca a principios de los años 1990 y de la carne de caballo en 2013, “nunca antes habíamos tenido tanto miedo a lo que comemos”, confirma a la AFP Pascale Hébel, del Centro francés de investigación para el estudio y la observación de las condiciones de vida (Crédoc).
“El hecho de que cada vez estamos más alejados del mundo rural ha provocado cierta ansiedad, visible sobre todo entre las clases altas”, estima Hébel.
En la cultura occidental, esta “sospecha de que nos están envenenando” es algo “valorizado” como una prueba de nuestra “perspicacia”, afirma Denoux.
Este especialista define tres grandes sistemas alimenticios: el tradicional de “nuestra abuela”, el industrial que “llena nuestro estómago”, y el sanitario que ve a “la comida como un medicamento”.
“Las personas que sufren ortorexia no logran combinar estos tres sistemas” y simplifica, las cosas excluyendo simple y llanamente varios tipos de alimentos.
Preferible ciega que carnívora
Sabrina Debusquat mejoró después de aceptar tomar vitamina B12, que se obtiene a partir de bacterias que se encuentran sobre todo en el estómago de los rumiantes o animales marinos.
Era esta misma vitamina de la que carecía una paciente de Sophie Ortega, una nutricionista parisina. Su paciente “comenzaba a perder la vista por falta de vitamina B12”.
Pero esta vegana “pura y dura” se negaba a tomarla. “Era como si prefería perder la vista” que “traicionar su compromiso con los animales”, cuenta la doctora.
Ortega estima que existe actualmente una pérdida de referencia entre los pacientes en cuanto a la alimentación.
Para muchos se ha convertido en un verdadero “suplicio ir a hacer compras y encontrar menús equilibrados”.
“Una buena alimentación incluye alimentos vegetales y animales”, subraya esta nutricionista con 25 años de experiencia, quien afirma que debemos autorizarnos algunos “placeres”.