La historia independentista de Chile goza de gran cantidad de anécdotas y curiosidades, las que han originado el lanzamiento de series de tv, libros y documentales. No obstante, hasta el día de hoy existe una figura que no genera un total consenso en torno a su legado a las nuevas generaciones: Bernardo O’Higgins.
Nacido en Chillán un 20 de agosto de 1778, O’Higgins es considerado en los libros de historia como el “Padre de la Patria”, uno de los “Próceres de la Independencia”, primer “Director Supremo” e incluso líder del proceso independentista en Sudamérica.
Sin embargo, todas estas condecoraciones no han hecho que su figura tenga la preponderancia e impacto que debería o merecería tener. Razones son muchas y están basadas, en gran medida, en historias que no tienen total claridad.
En los datos concretos, Bernardo O’Higgins Riquelme nació en una Hacienda de Chillán Viejo, siendo el hijo ilegítimo entre Ambrosio O’Higgins, gobernador al servicio de España en Chile y virrey de Perú, e Isabel Riquelme.
Bernardo no vio muchas veces a su padre, quien lo reconoció como hijo legítimo y le entregó su apellido cuando ya era un adolescente. Ese hecho marcó la vida del futuro padre de la patria, quien vio como se le abrieron más oportunidades.
Desde ese momento, O’Higgins comenzó a estudiar en colegios de las ciudades de Chillán y Talca, hasta que a sus manos llega una de las mejores oportunidades de su vida: partir a estudiar a Inglaterra y España, donde conoció a Francisco de Miranda, uno de los ideólogos de la Independencia en América.
Ya desde su vuelta a Chile comenzaron a elaborarse diversas historias en torno a su figura. Estas señalan que existió una supuesta enemistad con José Miguel Carrera o una presunta envidia hacia Manuel Rodríguez, a lo que se sumó poco carácter y una excesiva idealización de la figura de su padre.
De acuerdo al decano de la Facultad de Humanidades y Comunicaciones de la Universidad Finis Terrae, Álvaro Góngora, actualmente se suele relacionar erróneamente a O’Higgins con clases acomodadas de la época o personas influyentes del Chile antiguo.
“O’Higgins hasta cerca de los 20 años vivió una vida atroz. Fue un hombre que nunca conoció a su padre, porque siempre lo tuvo lejos. Si bien siempre respondió por él, porque lo educó, nunca lo vio, nunca recibió una carta de él. Bernardo le envió cartas pero nunca recibió una. Todo lo que sabía de él era lo que le decía Isabel, su madre. Idealizó a su padre, le tuvo mucha fe”, indicó.
“La clase alta chilena lo consideraba un provinciano, segundo un hijo natural que le decían ‘Huacho’ y en seguida que había formado un bloque con los argentinos, una logia. O’Higgins también cometió errores para echarse a la aristocracia encima, porque él era un igualitarista, había estudiado en Europa y creía en eso de la igualdad, entonces en un momento dijo que tres siglos coloniales debían terminar y en una república iban a ser todos iguales”, agregó.
Sus disputas con los Carrera
José Miguel Carrera también es considerado dentro de los Próceres de la Patria. En su caso, él fue presidente de la Junta Provisional de Gobierno y Primer Comandante en Jefe del Ejército de Chile, cargo en el que sería relevado por O’Higgins.
Según Góngora, la relación entre los dos comenzó de una forma bastante buena, indicando incluso que Carrera llegó a sentir cierta admiración por O’Higgins tras sus primeras campañas.
“Cuando llega O’Higgins de Inglaterra comienza a dedicarse a la Agricultura, pero había jurado la Independencia a Francisco de Miranda en Londres. Cuando el ejército de Pareja cae sobre Chile, O’Higgins se puso al servicio de la junta formada por los Carrera. En el barrio del Boldo él tuvo una labor notable, por lo que José Miguel Carrera lo recibió lleno de elogios, como un verdadero militar”, explicó.
Años más tarde se formó una junta Militar en Santiago, la cual depuso a Carrera como Comandante en Jefe, proponiéndoselo a O’Higgins, pero este último no quiso.
“Era condescendiente, no era alguien que mandara los puntos sobre la ies. En el fondo, no tenía la personalidad suficiente. No era alguien que impusiera su autoridad de forma natural, Carrera sí”, sostuvo.
En un artículo del diario La Tercera, que recopila datos de la supuesta enemistad entre ambos, sostiene que en gran parte el denominado Desastre de Rancagua se debió a que nunca lograron ponerse de acuerdo en cuál iba a ser la estrategia par detener a la tropas de Mariano Osorio, las cuales venían desde el sur.
De esta forma, el ataque español al centro de Rancagua se inició un 1 de octubre de 1814. Las tropas que enfrentaron cara a cara al Ejército Realista fueron comandadas por O’Higgins. Estas pudieron resistir durante dos días.
En ese tramo los españoles habían cortado el agua de la ciudad y los suministros, por lo que Bernardo pidió apoyo desesperado a Carrera, que estaba apostado en el norte de la zona. Por su parte, este último había ordenado a su par replegarse hacia su zona, pero nunca fue escuchado. En concreto no hubo comunicación entre ambos y todo fue, un “desastre”.
Por consiguiente, los patriotas debieron huir hasta Mendoza para juntarse con José de San Martín y urdir un nuevo plan contra el ejército Español, que se había asentado en el centro de Chile.
“O’Higgins nunca conspiró contra Carrera cuando este estaba en el gobierno, pero sí cuando pasó lo de Rancagua se hizo una pésima opinión de él”, aporta Góngora.
Finalmente, José Miguel Carrera murió fusilado en la ciudad argentina de Mendoza el mediodía del 4 de septiembre de 1821.
Una mala relación con Manuel Rodríguez
Hasta el día de hoy la figura de Manuel Rodríguez Erdoíza es considerada como una de las más carismáticas del proceso de Independencia, dentro de la sociedad.
Sus decenas de actos de aplomo y valentía le valieron el nombre de “El Guerrillero”, siendo además considerado como uno de los representantes más fieles del “pueblo chileno”, pese a tener una ascendencia bastante noble.
Hasta el día de hoy no está totalmente clara cómo fue la relación entre Rodríguez y O’Higgins. Quienes defienden el legado del “guerrillero” sostienen que el Director Supremo fue quien ordenó su asesinato en Tiltil, mientras que los O’Higginistas aseguran que el militar nunca estuvo al tanto de esto.
En una nota del diario La Tercera, donde se replica el último diálogo entre estos dos personajes, según la versión de Benjamín Vicuña Mackenna, se da cuenta que la relación entre ambos era, por decirlo menos, distante y tensa.
En parte, esto podría haberse debido a que las acciones que llevaba a cabo Manuel incomodaban el gobierno que O’Higgins deseaba formar.
B. O’Higgins: “Rodríguez, ud. no es capaz de contener el espíritu inquieto de su genio, y con él va tal vez a colocar al Gobierno en la precisión de fusilarlo, pues que teniendo al enemigo aún dentro del país, se halla en el deber de evitar y cortar los trastornos a todo trance. Es aún Ud. joven, y madurado su talento puede ser muy útil a la Patria, mientras que hoy le es muy perjudicial, por lo tanto, será mucho mejor que Ud. se decida a pasar a Norte-América o a otra nación de Europa donde pueda dedicarse a estudiar con sosiego las nociones de su profesión, sus instituciones, etc., para lo que se le darán a Ud. tres mil pesos a su embarque para pago de transporte y mil pesos todos los años para su sostén. En cualquiera de esos puntos puede hacer servicios a su Patria, y aun cuando no estamos reconocidos, podrá dársele después credencial privada de agente de este Gobierno”.
M. Rodríguez: “Usted ha conocido, señor Director, perfectamente, mi genio. Soy de los que creen que los gobiernos republicanos deben cambiarse cada seis meses, o cada año a lo más, para de ese modo probarnos todos, si es posible, y es tan arraigada esta idea en mí, que si fuese Director y no encontrase quien me hiciera la revolución, me la haría yo mismo. ¿No sabe que también se la traté de hacer a mis amigos los Carrera?.
B. O’Higgins: “Ya lo sé, y por ello es que quiero que se vaya fuera”.
M. Rodríguez: “Bien, pues, pero póngame en libertad para prepararme”.
B. O’Higgins: “No, porque marchará arrestado usted hasta ponerlo a bordo, pues estando comunicado puede hacerlo desde el arresto”.
Para Góngora, el capítulo entre O’Higgins y Rodríguez puede ser considerado como uno donde existió una serie de malas decisiones y falta de información.
Por lo pronto, el académico sostiene que quienes estuvieron detrás del asesinato de Manuel Rodríguez fueron miembros de la denominada Logia Lautarina, descartando que el militar diera la orden de ejecutarlo.
“La logia decidió, por ella misma, que Rodríguez era un peligro para el proyecto, porque conspiraba contra él. Este grupo estaba compuesto por argentinos y un par de chilenos”.
“El problema para O’Higgins fue otro, porque cuando supo del episodio no tomó las medidas que debió haber tomado. El peso de la logia era fuerte. No se había jurado la independencia y ellos estaban dispuestos a hacerlo”, afirmó.
“Ese fue el error de O’Higgins. Él no dio la orden de matar a Rodríguez, pero cuando supo todo no tomó las medidas que debió haber tomado”, concluyó.
Los relatos históricos sostienen que el asesinato de Manuel Rodríguez se produjo en la zona de Tiltil, mediante un disparo percutado por otro hombre por detrás. En ese momento, la bala se introdujo en su cabeza.