La Segunda Guerra Mundial a menudo nos sorprende con sus historias fuera del campo de batalla. Si bien son conocidos todos los vejámenes que se cometieron en los campos de concentración en Europa, poco se sabe sobre los hechos que tuvieron a mujeres como protagonistas de acciones siniestras.
En este sentido, una de las personas que pasó a estar en el lado oscuro del recuerdo es una alemana llamada Irma Grese, conocida en muchos relatos como la “Hiena de Auschwitz” o el “Ángel de la muerte de Auschwitz”. Méritos para llevar estos apodos tuvo, y de sobra.
Grese quedó en el recuerdo como una de las guardianas más sádicas del principal campo de concentración Nazi. Los hechos fueron relatados por algunas de sus víctimas en el juicio de Belsen, tras el cual fue sentenciada a muerte en 1945.
Irma nació en 1923 en la ciudad alemana de Wrechen, siendo hija del matrimonio entre Alfred Grese y Berta Winter. Su padre se desempeñó como lechero y su madre era dueña de casa, lo que hace suponer que la familia no tenía grandes recursos.
Según detalla el diario español La Vanguardia, el padre de la joven era contrario a las ideas del nacionalsocialismo, por lo que constantemente se negaba a hacer acciones a favor del partido. Por el contrario, su hija se mostraría a favor de aquellas ideas desde muy pequeñas.
Uno de los hechos que habría marcado la personalidad de esta mujer fue el suicidio de su madre en 1936. De acuerdo al relato del citado medio, esto ocurrió luego que descubriera una infidelidad de su marido con otra mujer. Tras esto habría bebido veneno y no pudieron salvarla.
Contraria a la severidad de su padre, Irma abandonó su hogar en 1938 sin haber terminado el colegio. Su primer trabajo fue en una fábrica de lácteos en su ciudad natal, pero no duró mucho. Con 16 años entra a trabajar como asistente en el hospital de Hohenlychen, con el objetivo de convertirse en enfermera.
No obstante, este anhelo no se concretó ya que sus superiores le indicaron que era muy joven como para desempeñarse en el lugar con un rango mayor, por lo que en ese momento le pidieron que siguiera con su entrenamiento.
Esto no agradó del todo a Grese, quien vio una real oportunidad de ascenso en 1941, cuando se enroló como voluntaria de las SS Alemanas en el campo de concentración de Ravensbrück, el cual estaba destinado al confinamiento de mujeres.
Según detalla la BBC, Irma debió esperar hasta cumplir 18 años para asumir como guardia del lugar, donde, al parecer, descubrió su verdadera vocación.
Fue así como desde la primeras semanas dio mucho que hablar entre los altos mandos por la severidad con que trataba a las internas y con la dureza con la que las obligaba a trabajar la tierra.
Testigos y sobrevivientes relataron, en juicios posteriores, que esta mujer parecía sentir cierto grado de placer cuando golpeaba con el látigo a las demás personas.
Siete meses le bastaron a la mujer para llamar la atención de sus superiores. A su carácter perverso se sumó su incuestionable belleza física. Era rubia, tenía ojos azules, facciones delicadas y destacaba por su porte (1.78 metros), aunque su mirada siempre inspiraba desprecio hacia el resto.
Sin ir más lejos, aquellas características la hicieron conocida como el “Ángel de la muerte”, primero en Ravensbrück y luego en Auschwitz. No obstante, para las internas siempre fue la “hiena”.
En este tiempo, y con apenas 19 años, llegó a ser la supervisora líder de los calabozos del lugar, empleo que le valió ser temida por las internas que tenía bajo su supervisión.
La Hiena de Auschwitz
Irme Grese fue transferida a Auschwitz en enero de 1943. Si bien en un inicio tuvo que cumplir tareas de telefonista dentro del campo, con el paso del tiempo logró ascender de rango hasta convertirse en una de las principales guardias del lugar.
Al poco tiempo ya había ganado fama por ser una de las torturadoras más crueles. Para llevar a cabo esto se ayudaba con un látigo que cargaba durante todo el día en el lugar. Además, siempre llevaba consigo perros que entrenaba para atacar a las internas.
De acuerdo al diario inglés Daily Mail, relatos de los sobrevivientes aseguraban que Grese tenía sesiones diarias de torturas mediante golpes de látigo que se extendían por un promedio de 30 minutos.
Junto con eso, algunos también aseguran que no alimentaba a los perros por días, con el objetivo de lanzarlos contra las internas que no eran de su agrado. Se dice que aquellas bestias eran capaces de devorar a sus víctimas.
Olga Lengyel, prisionera húngara que sobrevivió a Auschwitz, declaró en el juicio de Belsen que la mujer también se valía de patadas y golpes de puño para amedrentar a quienes estaban de rehenes en el campo.
“Cuando (Grese) caminaba con un látigo en la mano, apestaba con su olor a perfume barato. El látigo se convirtió en su marca personal, de la que hacía gala especialmente cuando los guardias del campo golpeaban y torturaban a reclusos muy débiles”, sostuvo en esa oportunidad.
Otro hecho que protagonizó en Polonia fue un supuesto romance que tuvo con el infame médico Josef Mengele, quien quedó en el lado oscuro de la historia por realizar sus experimentos científicos con internos.
Hasta hoy se cree, si bien no está comprobado, que Irma Grese realizó severos abusos sexuales contra internos de distinto sexo en el lugar, lo que también había sido parte de su deseo de hacer daño a los demás.
La estadía de esta mujer en Auschwitz se extendió hasta comienzos de 1945, cuando el régimen le ordenó trasladarse hasta el campo de Bergen-Belsen, donde habría continuado con sus prácticas sádicas hacia las reclusas.
Testigos de sus atrocidades relataron en juicio que esta guardiana nunca mostró arrepentimiento por sus crímenes, sabiendo incluso que Alemania estaba pronta a perder la guerra y que en cualquier momento el lugar sería liberado.
Finalmente, el ejército inglés fue el encargado de irrumpir en la zona y tomar detenidas a todas las personas que trabajaron allí. Irma Grese entre ellas.
La historia relata que Grese y todas las personas que trabajaron en Bergen-Belsen fueron juzgadas en el juicio homónimo bajo las leyes británicas de la época.
La historia relata que Irma negó sistemáticamente más de 200 acusaciones en su contra por delitos de homicidio, tortura, abuso sexual y prácticas científicas ilegales. No obstante, los testimonios en su contra fueron tan concordantes que fue declarada culpable de todos los cargos.
Finalmente, la corte halló culpable a la mujer y todos los miembros de las SS presentes como responsables de las atrocidades cometidas en Auschwitz-Birkenau y Bergen-Belsen entre 1943 y 1945.
De acuerdo a estimaciones que se realizaron en juicio, se cree que Grese fue culpable directa e indirectamente de 30 muertes diarias en los tres campos de concentración donde estuvo.
La sentencia a muerte se conoció el 17 de noviembre de 1945 y fue ejecutada en la horca el 13 de diciembre de aquel año. En ese entonces, Irma Grese tenía apenas 22 años.
Hasta hoy, se conoce a esta mujer junto a María Mandel como las guardianas nazis más letales en el periodo de la segunda guerra mundial. Ambas corrieron destinos similares cuando el conflicto terminó, ya que fueron sentenciadas y actualmente son parte del lado más perverso de la historia.