Al pensar en grandes asesinos, gracias a Hollywood se nos vienen a la mente nombres como Jason o Michael Myers. Sin embargo, la historia también tiene a un gran ícono…y no se trata de Jack el destripador.
Alexe Katherina Popova, más conocida como Madame Popova, de acuerdo a la web Murderpedia nació en Samara, al suroeste del país, en el distrito federal del Volga, a mediados de 1800.
En su adultez, Popova creó un negocio secreto que sólo era conocido mediante los rumores que corrían en la ciudad y que según consigna el sitio History witch, prometía “liberar a esposas infelices de sus esposos tiranos”.
La oferta era simple: si eras infeliz, estabas harta de tu marido o este te engañaba, Madame Popova era la solución.
Para lograr que su negocio fuera “fructífero” tenía 2 puntos claves. El portal Infobae detalla que la mujer cobraba tarifas mínimas al alcance de cualquier bolsillo (o cartera) y su herramienta mortal era el arsénico, que en pequeñas dosis periódicas mata luego de producir dolores insoportables, diarreas y hemorragias.
En 1879 Popova comenzó su particular oficio. Con el fin de conseguir su propósito, primero se ganaba la confianza de sus víctimas, lo que le permitía sembrar el arsénico en gotas en sus vasos con vodka durante eventos sociales.
Cuando no lograba este cometido, le entregaba el veneno a las mujeres para que ellas realizaran la acción.
La razón para elegir este oficio, según relataron los diarios de la época, sería que su infeliz vida como mujer casada la guío a concebir la idea de liberar mujeres oprimidas e iniciar su carrera como asesina.
Lamentablemente para Popova, una de las mujeres a las que “ayudó” no pudo soportar la culpa y la denunció.
Así, la mujer comenzó a enviar cartas a la policía donde relataba lo hecho por Madame Popova, y cuando notó que no tomaban su denuncia en cuenta, decidió ir a realizarla personalmente.
A raíz de la confesión, un escuadrón policial llegó hasta su mansión y la apresó.
Frente al tribunal, Madame Popova finalmente confesó los hechos y explicó con detalles sus acciones, afirmando que se dedicaba a asesinar a hombres que trataban a sus parejas como esclavas, por lo que consideraba sus acciones “actos de caridad”.
A pesar de reconocer las muertes, sostuvo que no era una asesina, ya que el proceso con el veneno era lento y natural, por lo que los hombres murieron sin darse cuenta de que había sido por lo ingerido.
De acuerdo a sus cálculos, asesinó a aproximadamente unas 40 personas, sin embargo, en el libro Is Arsenic an Aphrodisiac?: The Sociochemistry of an Element en el apartado a su nombre, se presume que realmente en 30 años fueron 300 las que murieron.
De acuerdo a los registros de la época, las mujeres que contrataron a Popova debían ser declaradas culpables por cómplices de asesinato, pero cuando se realizó el juicio, muchas ya habían muerto o viajado a Estados Unidos.
El juicio y condena fueron rápidos. La vida de la mujer terminó tras un fusilamiento en San Petersburgo en 1909.