Diversos estudios destacan que las experiencias cercanas a la muerte son relatos de experiencias de personas que han estado, en algún momento de sus vidas, muy cercanas a fallecer o muertos clínicamente y han sobrevivido.
De acuerdo a estudios realizados en 2011 por el doctor en medicina y filosofía, Raymond Moody (EEUU), estos testimonios aumentaron desde la aparición de técnicas de resucitación cardíaca. De acuerdo a sus estadísticas, estas experiencias podrían suceder a una de cada cinco personas en todo el mundo.
Sujetos de estudio han aseverado que, luego de sufrir un paro cardíaco, han levitado y observado su cuerpo, sentido pánico, visto ángeles, observado a sus familiares e incluso reconocido la famosa “luz al final del túnel”.
El primer estudio sobre esta materia se llevó a cabo, en 2014, en la Universidad de Southampton. Allí participaron 2060 personas que habían sido diagnosticadas con muerte clínica, por paro cardíaco, en hospitales de toda Europa.
El documento sostiene que tras la muerte existe un período de hasta 60 minutos en que los médicos pueden revertir su proceso.
Teniendo en cuenta esto, la investigación intenta comprender el proceso, desde el punto de vista científico, analizando la actividad cerebral y de la conciencia, mediante tests psicológicos y realizando pruebas visuales y auditivas a los pacientes que aseguraron tener este tipo de experiencias.
El estudio destaca que, tras la pérdida del latido en el corazón, la conciencia se mantiene activa por un periodo de tres minutos, aunque hoy en día se asegura que la actividad del cerebro puede durar hasta 30 segundos después de ocurrido el paro.
Como primer dato relevante el psiquiatra Dr. Sam Pernia, director del estudio, asevera que un 49% de las personas que tuvo muerte clínica no recuerda los sucesos por los que pasó en ese momento.
Esto se debería al efecto de lesiones neurológicas sufridas en el organismo y el uso de sedantes en el proceso médico.
Por otra parte de quienes sí tienen recuerdo de sus experiencias, un 46% indicó que experimentó una sensación de miedo extremo y persecución.
Además, un 9% dijo haber visto un largo camino oscuro y una pequeña luz que brillaba al final de éste, lo que también estuvo acompañado por la sensación de miedo constante.
Asimismo, otro 2% señaló que tuvo la sensación de haber levitado sobre su cuerpo y haber observado lo que ocurría a su alrededor. Esto fue corroborado con estímulos auditivos realizados por científicos.
De acuerdo a los estudios de Raymond Moody, las personas que tuvieron experiencias cercanas a la muerte suelen experimentar cambios positivos en su personalidad, ya que se vuelven seres mucho más altruistas.
“Quienes lo han experimentado pierden el miedo a la muerte; no desean morir, pero se toman las cosas con más calma, serenidad y filosofía y, en cierta medida, son mejores personas, se preocupan más de los demás y son más felices”, concluyó.
La luz al final del túnel
Puede sonar “místico” el hecho de observar un largo camino oscuro, y una luz sobre el final, al estar falleciendo, sin embargo, investigadores han aseverado que todo se debe a una reacción biológica de nuestro cerebro.
En este sentido un estudio de neurocientíficos de la Universidad de Michigan (2014), publicado en Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, concluyó que todo se debe al aumento de la actividad eléctrica en el cerebro luego que el corazón deja de latir.
La autora del informe, Jimo Borjin explicó que este aumento se ve reflejado en el crecimiento de la emisión de ondas electromagnéticas durante la muerte clínica de la personas.
“Mucha gente ha pensado que el cerebro después de la muerte clínica está inactivo o hipoactivo, con menos actividad que en estado de vigilia, y nosotros mostramos que definitivamente este no es el caso”, detalló.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores observaron la actividad neuronal de nueve ratas que estaban muy cerca de morir. Cuando el corazón de los animales dejaba de latir, se observó un gran aumento de las ondas electromagnéticas cerebrales de alta frecuencia.
Este proceso tuvo lugar durante los primeros 30 segundos desde que el corazón dejó de bombear sangre al resto del cuerpo.
Borjin sostuvo que es muy probable que esto mismo ocurra en el cerebro de las personas, agregando que la excesiva actividad hace que se puedan apreciar “visiones cercanas a la muerte”.
“Esto puede ofrecer un marco teórico para empezar a explicarlas. El hecho de que se vea luz indica que la corteza visual está muy activada, y tenemos evidencia que sugiere que este podría ser el caso, porque hemos visto más oscilaciones gamma en el área del cerebro que está justo encima de la corteza visual”, sostuvo la investigadora.
Jason Braithwaite, otro de los encargados del proyecto, indicó que el shock de luz cercano a la muerte puede corresponder a un último impulso cerebral antes de dejar de funcionar por última vez.
“Es una demostración muy clara de una idea que ha estado dando vueltas por mucho tiempo: ante ciertas circunstancias desconocidas y confusas –como la cercanía de la muerte- el cerebro se sobreexcita”, concluye.
Otra investigación de la Universidad de Cambridge (2012), publicada en la revista Scientific American, sugiere que aquella luz al final del túnel tiene directa relación con la actividad en el globo ocular.
“Muchos de los fenómenos asociados con experiencias cercanas a la muerte pueden ser explicadas biológicamente, ya que provienen de un mal funcionamiento de la dopamina y del flujo sanguíneo, creando sensaciones inexistentes durante un proceso traumático”, detallan.
En este sentido, aquella luminosidad tendría relación con la disminución de la cantidad de sangre y oxígeno al interior del ojo.
“El flujo sanguíneo y de oxígeno se agota en el ojo, algo que podría producirse ante una situación extrema cercana a la muerte”, determinó el neurocientífico inglés Dean Mobbs.
No obstante, esta última aseveración aún no ha sido corroborada con propiedad en experimentos científicos.
Cabe señalar que ambos estudios científicos solamente han servido a modo de introducción para determinar qué ocurre con el cuerpo humano en el momento de fallecer, por lo que ninguna de sus conclusiones puede ser catalogada como 100% certera, hasta ahora.