Para sus vecinos, Armin Meiwes parecía ser el residente perfecto. Cortaba el césped, los ayudaba a reparar sus autos e incluso los invitaba a cenar de vez en cuando.
Otros habitantes del pequeño pueblo alemán de Rotenburg pensaban que no había nada extraño o extraordinario en este experto en computación de 42 años, excepto que las luces de su casa se apagaban muy tarde en la madrugada.
Esta fue la razón por la que quedaron atónitos cuando Meiwes fue acusado de matar, freír y comerse a un hombre, quien quería ser devorado.
La historia de Armin es una de las más raras y macabras que ha visto la justicia alemana, pues no sólo se trataba de un asesinato, sino que involucraba a un caníbal cuya víctima se sometió voluntariamente al crimen.
Contrario a lo que ocurre con muchos asesinos, la vida de este hombre no tuvo un comienzo trágico, al contrario, creció en una familia feliz, rodeado de naturaleza y muchos animales. Las cosas cambiaron cuando su padre se fue de la casa con sus hermanos y él se quedó cuidando a su madre. En esa época tenía sólo ocho años.
Su madre era una mujer estricta que no le permitía tener amigos, por lo que creó un hermano imaginario que lo acompañó hasta la adultez.
En ese periodo también comenzó a tener deseos sexuales y caníbales hacia otros niños e incluso hacia su propio hermano imaginario. El joven Armin creía que comerse a una persona era la forma más íntima de unión con otro ser humano.
Cuando tuvo la edad suficiente ingresó al ejército, donde permaneció por 10 años desarrollando una carrera impecable que le permitía mantener sus impulsos controlados.
Dejó de ser uniformado para cuidar a su madre en sus últimos años de vida, pero tras la muerte de ella se liberó completamente y decidió escuchar sus deseos más primitivos.
Camino a un brutal crimen
Usando sus estudios de computación, ingresó a sitios ocultos de conversación en internet, donde habló con personas que tenían deseos similares por la carne humana.
Aunque encontró algunas posibles víctimas nunca pudo concretar nada, debido a que creía que la otra persona tenía que estar completamente segura y someterse voluntariamente.
En marzo de 2001, Meiwes encontró en Internet el aviso de un “hombre joven y bien formado, que quería ser comido”.
El mensaje pertenecía a Bernd Jürgen Brandes, un ingeniero de Berlín, que gustaba de rituales sexuales cargados de violencia y tortura.
Ambos se pusieron en contacto y acordaron un encuentro en la granja de Meiwes, donde probaron sus límites sexuales y caníbales.
Brandes le pidió que le cortara el pene, algo que ya había ofrecido a otros hombres en internet, pero nadie había aceptado hasta ahora.
Según aseguró el diario inglés The Guardian, Bernd tomó 20 pastillas para dormir y tomó media botella de licor antes de que Meiwes cumpliera con su parte del acuerdo. Posteriormente frió el miembro del hombre para que ambos comieran.
“Gritó muy fuerte, pero sólo durante 20 o 30 segundos. Dijo que veía manchas negras y luego se sentó. Llegó un momento en que dijo que no sentía más dolor”, explicó Armin
en el documental Docs: Entrevista con un caníbal, estrenado en Youtube.
“Me dijo que lo cortara en dos (su pene). Lo hice y lo llevé a la cocina (…) Lo limpié, lo herví, lo sazoné y lo cociné, pero la carne estaba tan fresca que se enroscó en la olla y no fue posible comerla. Ambos lo tratamos de comer, pero no pudimos”, explicó Meiwes.
Las cosas se complicaron cuando Brandes comenzó a perder mucha sangre. Armin pensó que un baño de agua caliente lo ayudaría, pero en la tina terminó por perder el conocimiento.
El deseo de probar la carne del hombre era tan fuerte que durante la mañana Meiwes decidió terminar con la vida de su víctima y la apuñaló en el cuello con un largo cuchillo de cocina
El caníbal descuartizó a Brandes y puso varios trozos de él en su congelador, junto a una pizza congelada, mientras que su cráneo lo enterró en el jardín.
Durante las siguientes semanas, descongeló y cocinó a Brandes con aceite de oliva y ajo. Se estima que Armin consumió 20 kilos de carne humana antes de que la policía finalmente apareciera en su puerta.
“El primer bocado, por supuesto, fue muy extraño. Fue un sentimiento que no puedo describir. Había pasado más de 40 años esperando por él, soñando con él”, dijo Meiwes.
La carne que había probado cambió algo en él que no quería perder así que siguió buscando víctimas en internet. En diversos foros afirmó que ya había probado el cuerpo humano, lo que finalmente terminó por delatarlo.
Un año después del asesinato de Brandes, un estudiante de Innsbruck denunció a Meiwes, quien fue arrestado por la policía.
Un crimen al descubierto
Durante la investigación, Meiwes afirmó que había consumido a su víctima con una botella de vino tinto sudafricano, que había sacado sus mejores cubiertos y decorado su mesa con velas. “Se parece bastante al cerdo, una persona normal ni habría notado la diferencia”, señaló.
Tras varios exámenes se determinó que ninguno de los dos hombres padecía trastornos psiquiátricos, lo que complicó aún más a la justicia alemana, pues al ser un caso sin precedentes se descubrió que el canibalismo no era ilegal en dicho país.
Por esta razón, se procesó a Meiwes por asesinato con el propósito de placer sexual, pero él se defendió afirmando que su víctima aceptó ser asesinada y comida, por lo que podría tratarse como una eutanasia ilegal, cuya sentencia no superaba los cinco años de cárcel.
Durante el largo juicio, el jurado debió ver 19 minutos de las cuatro horas de grabaciones realizadas por la víctima y el victimario, muchos de ellos debieron recibir terapia durante meses por el fuerte contenido de las imágenes.
Finalmente el jurado logró llegar a acuerdo y fue condenado a cadena perpetua por homicidio. “Maté a un hombre, lo corté en trozos y me lo comí. Desde entonces, él siempre está conmigo”, señaló años después sin una pizca de remordimientos.