Esquiva láseres. Descifra códigos. Miente y atrapa mentirosos. Con estas palabras, Spyscape invita a todos a poner a prueba a nuestro espía interior.
Y eso es precisamente lo que recibe a los visitantes de este museo interactivo basado en el mundo del espionaje, el primero de Nueva York. Siete galerías principales, cada una enfocada en un tema sobre el misterioso mundo de los espías, su historia y su aplicación en el presente. Y juegos, muchos juegos de espías en 5.500 metros cuadrados.
Una habitación con láseres verdes que no hay que tocar. Un detector de mentiras. Códigos y acertijos. Tests de personalidad y de inteligencia. Todo para que al final del recorrido, cuando llega el momento de presentar nuestro reporte de la operación, Skyscape nos diga qué tipo de espía somos.
“Creo que muchas personas vendrán pensando en el espionaje por lo que han visto en la televisión o leído en libros. El espionaje es algo que siempre nos ha fascinado. Pero Skyscape está aquí para mostrarles cómo es el mundo de los espías en realidad”, explica Shelby Prichard, jefa de personal del museo.
En algo tiene razón Prichard: el mundo de los espías nos resulta fascinante y tentador. Tal vez sea por todo el glamour, los martinis agitados (y no revueltos, por favor), los vehículos de colección, o los gadgets que van desde lápices que disimulan poderosos explosivos hasta zapatos que funcionan como teléfonos (sí, el zapatófono).
Ya sea en clave de acción o de comedia, los espías son parte de la cultura pop, particularmente gracias al cine. Pero la realidad es ligeramente diferente. “Mucha gente va a descubrir que el espionaje involucra un poco más de política y paciencia de lo que se ve en el cine”, promete Prichard.
Misión imposible
La misión comienza frente a una pantalla a la que hay que acercar la pulsera negra, que es el ticket de entrada. Una voz robótica saluda por su nombre al nuevo recluta y comienza una serie de preguntas con las que se determinarán sus rasgos de personalidad y su nivel de inteligencia.
Así comienza la aventura por los pasillos oscuros y laberínticos, ambientados con pantallas y cámaras en un giro no apto para paranoicos, mientras la música que va variando de la acción al misterio completa una experiencia cercana a lo cinematográfico.
Cada una de las siete galerías abarca un tema como Criptografía, Hackers u Operaciones especiales. En ellas se pueden ver colecciones de objetos relacionados al tópico en cuestión, explicaciones e historias de la vida real.
Nada de Bonds, James Bonds, ni Ethan Hunts. En Criptología se muestra la historia de Alan Turing y Joan Clarke, quienes durante la Segunda Guerra Mundial descifraron el hasta entonces inquebrantable código de la máquina alemana Enigma, aparato que por cierto también se encuentra en la exhibición.
Además de la original, hay una réplica, que los asistentes pueden manipular para generar sus propios códigos, así como una de la máquina de Turing, la misma que conocimos en la cinta The Imitation Game.
En la sala llamada Hacking aguarda una pared repleta de las máscaras de Guy Fawkes, las que usan los miembros de Anonymous. Algunas de ellas están autografiadas por reconocidos hackers, con sus pseudónimos. La lección a aprender en esta sección es, quizás, la más útil y contemporánea de la muestra: cómo defenderse de los ataques online.
También en cada sala hay un juego o desafío. En la galería llamada Engaño (Deception), luego de conocer la historia de Robert Hanssen, un espía del FBI que vendió secretos a Rusia durante 22 años, viene el desafío: mentir sin ser detectado y detectar al mentiroso.
Dentro de una cámara, enfrentado sólo a un monitor, la voz femenina robotizada hace preguntas y pide decir la verdad y mentir; de esta manera, se graban los gestos faciales para ambas situaciones. Luego, la prueba. Contestar las preguntas y engañar a la máquina, o ser descubierto y fallar la misión.
Tecnoparanoia
La tecnología es una pieza esencial en el diseño de Spyscape. Sus 141 pantallas, 317 parlantes, 113 cámaras en vivo y 32 proyectores están muy en consonancia con lo que el mundo del espionaje es hoy, en medio de las polémicas por los problemas de privacidad y las redes sociales.
“Wikileaks reveló que la CIA no puede penetrar WhatsApp. Todavía. Cada servicio de inteligencia está dedicado a lograrlo”. Este es el mensaje final al salir de la galería de Encriptación.
El diseño estuvo a cargo de David Adjaye, arquitecto británico-ghanés que adquirió experiencia en museos diseñando el National Museum of African American History & Culture. “Yo pensaba que los espías eran cosa de los setenta, pero aquí estamos en este momento en que el espionaje está de vuelta”, confiesa en el New York Times.
Uno de los conceptos que usó Adjaye es el de “ciudad dentro de una ciudad”, como el arquitecto denomina al piso principal. Una ciudad subterránea, en todo caso: para llegar, hay que tomar un ascensor que ejecuta un lento descenso de tres minutos en el que se entrega el primer informe al nuevo recluta en la forma de un video proyectado en tres de las paredes del elevador. Las imágenes fueron desarrolladas por Territory Studio, compañía que trabajó en los efectos de Blade Runner 2049.
Antes de salir del ascensor, la voz robótica entrega una advertencia inicial: “Los teléfonos móviles son los dispositivos de espionaje más poderosos de todos”.
La paranoia es sin duda un elemento incrustado en el escurridizo oficio del espía, y tal vez por lo mismo también lo esté en el origen de este proyecto. ¿Qué tanto confía Adjaye en que sus datos están realmente protegidos? En una escala con un máximo de 10, sólo 3, confiesa.
Información clasificada
Y a propósito de paranoia, un dato importante: al terminar el recorrido, Spyscape sabrá mucho sobre nosotros, probablemente más que la mayoría de nuestros compañeros de trabajo.
Con esa información, basada en nuestras respuestas y en nuestro desempeño en los desafíos, determinará qué tipo de espía somos, desde un spymaster hasta un oficial de vigilancia, pasando por un criptólogo, un hacker, una analista de inteligencia o un especialista en contrainteligencia, hasta completar 10 categorías.
No hay de qué preocuparse, en todo caso. “Mantenemos la información en secreto y no, no somos un centro de reclutamiento secreto de la CIA”, asegura Shelby Prichard, con una risa un tanto nerviosa.
Claro que eso es justamente lo que diría una espía.