En Tuam, asentamiento perdido en la campiña irlandesa, viven menos de 10 mil personas. Se trata de una localidad en la que la rivalidad de los equipos de fútbol locales, enfrascados en su eterna porfía en las inferiores de Irlanda −el Tuam Celtic A.F.C. y el Dynamo Blues− aligeran cada cierto tiempo las espesas tardes de domingo.
En el archivo del Ayuntamiento, mientras los dependientes sostienen la mirada en el reloj detenido, una mujer revisa papeles del siglo anterior, de un tiempo que parece enterrado en el olvido, aunque de vez en cuando anide en los recuerdos de los vecinos más ancianos del lugar.
Se llama Catherine Corless. Es una historiadora amateur, de esas que pululan en cada minúsculo pueblo del mundo, que conservan la memoria ancestral del asentamiento en infelices informes ignorados.
Fue entre 2011 y 2013 cuando Corless revisó miles de carpetas fechadas entre los años 1920 y mediados de la década de 1960. Tomó nota. Barajó posibilidades. Cotejó con otros documentos oficiales, cifras de archivo, testimonios, leyendas pueblerinas. Corless posee la certeza.
Pero una certeza sin pruebas es solo una hipótesis. Centra su atención en los legajos de las Hermanas del Buen Socorro, una orden católica irlandesa encargada de mujeres “inmorales”, sancionadas por sus familias y la sociedad, recluidas por décadas en un monasterio de las afueras de Tuam.
La historiadora autodidacta (con la dosis de improvisación inherente a la palabra) encuentra su mina. Guarda papel sobre papel. Paga 4 euros por cada uno, según revela después el Irish News. Cuando decide hacerlo público, cuenta en sus manos 796 actas de defunción: 796 niños entre las 35 semanas de nacidos y los 3 años de edad. 796 documentos. 796 identidades y ni un solo cuerpo.
Un cuerpo sin identidad puede ser un cadáver, pero nunca un muerto. Se guarda la materia orgánica, se ficha el hallazgo, se archiva el expediente. Sin embargo, una identidad sin cuerpo siempre queda suspensa, como a la espera de un golpe del destino que la conecte a un hecho, a un expediente, y al final, a un cuerpo hasta entonces anónimo.
Eso fue lo que buscó Catherine Corless cuando difundió su hallazgo, en 2014, en un medio local del condado de Galway.
La representación en Tuam de la Iglesia Católica se demarcó de los hechos. La orden de las Hermanas del Buen Socorro regentaba autónomamente el orfanato, aludieron. Sus integrantes, por su parte, se mostraron “sorprendidas y entristecidas”, y aseguraron a la prensa estar de acuerdo con “investigar para esclarecer los hechos”.
El gobierno irlandés, también salpicado en el escándalo, prometió revisar la evidencia.
Luego trascendieron las pistas. Se supo que la orden eclesiástica administró el orfanato entre 1926 y 1961. Que la mortalidad infantil en El Hogar, como se le conocía, osciló entre un 30 y un 50 por ciento anual durante las décadas de 1930 y 1940. Que las causas de muerte más comunes eran la desnutrición, las infecciones respiratorias, la tuberculosis, la laringitis, la viruela, los abscesos.
En 2015 los forenses pisan el terreno por primera vez. Llegan al antiguo convento, ya demolido y abandonado. En octubre identifican una “zona en concreto con anomalías subsuperficiales dignas de investigación”. Un año después comienzan las excavaciones. En enero y febrero de 2017 repiten el procedimiento. En marzo divulgan las primeras conclusiones parciales.
“Hemos encontrado dos grandes estructuras”, declararon los expertos. “Una parece un sistema de contención de aguas residuales o un tanque séptico, desmantelado y llenado de escombros para luego ser cubierto por un suelo superior. La otra es una estructura muy larga dividida en 20 cámaras, de las cuales, en 17 se han hallado una cantidad considerable de restos humanos”, detallaron. Además de estos datos, poco más ha trascendido de los hechos.
El escándalo salpica al Estado irlandés. Durante gran parte del siglo XX, le encargó a órdenes de monjas católicas el cuidado de niños huérfanos o abandonados, lo que ha sido motivo de numerosas críticas en la actualidad.
Katherine Zappone, ministra irlandesa para los Asuntos de Infancia y Juventud, afirmó que las comisiones oficiales siguen la investigación. “Hasta ahora sólo teníamos rumores. Ahora tenemos la confirmación de que los restos están allí y que se remontan al momento del hogar para madres y niños”, declaró, como abriendo la puerta a nuevas acciones castrenses.
La sociedad civil, en tanto, se ha organizado para exigir más explicaciones. La Comisión sobre Madres y Bebés de Tuam agrupa antiguos internados en El Hogar, simpatizantes, activistas por los derechos humanos. Otros ruidos aislados se suman a este y crece el escándalo.
Además de la fosa de Tuam, se hallaron otros tres centros abandonados de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús: en las llamadas “parcelas de ángeles”, sitios de enterramiento, se calculan más de 3 mil 200 niños sepultados.
Hasta el momento, el tránsito de cuerpo a muerto está inconcluso. La identidad continúa suspensa, resta conectar cada cráneo, fémur y falange aislada con los nombres y apellidos de los niños. Eso propone Catherine Corless y un grupo de seguidores. De momento, los restos de 800 niños yacen bajo el suelo del antiguo edificio derruido.