Los exorcismos son uno de los temas favoritos de Hollywood. Son cientos las películas que se han producido en torno al tema, sin embargo, pocas se basan en casos reales. Y es que los verdaderos exorcismos son un tema serio para la Iglesia Católica, donde no se toman a la ligera las denuncias de posesión demoníacas.
Un caso que le trajo varios dolores de cabeza a esta institución fue el de Anneliese Michel, una joven estudiante alemana de 23 años, cuya muerte produjo un serio enfrentamiento entre la fe y la ciencia.
Anneliese es mundialmente conocida como Emily Rose, ya que su historia fue llevada a la pantalla grande en 2005, donde las licencias artísticas alteraron la versión real de lo que sucedió en su humilde hogar de Klingenberg am Main, Alemania.
Esta mujer nació en 1952 en el seno de una familia católica, con una religiosa madre que creía que la única forma de redimirse de sus pecados era a través del dolor. Anne creció tratando de ser la niña buena que su mamá quería, por lo que mientras el resto de las personas de su edad intentaban rebelarse y divertirse, ella llegó a dormir en un piso de piedra desnuda para expiar los pecados de los drogadictos que dormían en la estación de tren local.
“Anneliese era una chica amable, cariñosa, dulce y obediente, pero cuando estaba poseída era algo antinatural, algo que no puedes explicar”, señaló al diario británico The Telegraph Anna Michel, madre de la joven, quien vivió su propio infierno en su juventud tras dar a luz a una hija fuera de matrimonio, que falleció a los pocos años. Fue tal el rechazo de su familia, que incluso fue obligada a llevar un velo negro a su boda, pues consideraban que ya no era pura.
En 1969, cuando Anneliese tenía 17 años, comenzó a sufrir extrañas convulsiones que los médicos diagnosticaron como epilepsia, sin embargo, las cosas fueron de mal en peor y el comportamiento de Anne se transformó. De ser una chica dulce pasó a insultar e incluso morder a los miembros de su propia familia.
La joven fue atendida por varios médicos y recibió diferentes medicamentos, llegando incluso a estar internada en el hospital psiquiátrico de Würzburg. Pero eso tampoco funcionó, al contrario, pronto desarrolló una profunda depresión por no saber lo que ocurría con ella y no poder seguir asistiendo a la universidad, donde estudiaba pedagogía.
Al volver a casa, la situación empeoró. No toleraba los objetos religiosos como rosarios o crucifijos, los que despedazaba en cosa de segundos. También comenzó a tener alucinaciones y escuchar voces que le decían que se suicidara y que no la dejaban comer o beber normalmente.
Como si eso fuera poco, era capaz de gritar durante días sin parar e, incluso, en más de una ocasión fue descubierta bebiendo su propia orina o comiendo insectos. En otro momento arrancó la cabeza de un pájaro muerto con su boca.
Desesperados por lo que ocurría, su familia pidió ayuda a la iglesia, pues sospechaban que su hija podría estar poseída por un demonio, sin embargo, su petición de exorcismo fue rechazada y se sugirió que continuara con el tratamiento farmacológico.
Sus padres volvieron a solicitar la intervención de la iglesia en dos ocasiones más, hasta que en 1975 el obispo de Wurzburg aceptó su petición de realizar un exorcismo en Anne.“No me arrepiento. No había otra manera”, afirmó su madre a The Telegraph.
El obispo asignó al padre Arnold Renz y al pastor Ernst Alt para que se hicieran cargo del ritual que precedía del siglo XVI. Fue así como los religiosos comenzaron a tener dos sesiones semanales de hasta cuatro horas, las que se extendieron durante nueve meses. En ellas pudieron identificar a seis demonios que habitaban en su cuerpo entre ellos Lucifer, Judas Iscariote, Nero, Cain y Adolf Hitler.
Durante sesiones, Anne adquiría una fuerza sobrehumana que requería que fuera sujetada por tres hombres o encadenada a una pared. Además, se negaba a comer e incluso rompió sus rodillas debido a las 600 genuflexiones (gesto de flectar brevemente la rodilla derecha hasta el suelo, con el torso erguido) que realizó obsesivamente durante uno de los exorcismos.
Decenas de cintas almacenan más de 42 horas de grabaciones de los rituales, los que también fueron presenciados por vecinos y amigos de la familia, quienes señalaron que la joven era capaz de hablar en diferentes lenguas y que incluso tenía distintas voces.
El último exorcismo fue el 30 de junio de 1976. Para entonces, Anneliese estaba en un estado deplorable. No sólo sufría de neumonía, sino que también estaba desnutrida y deshidratada. Su condición era tal que no pudo soportar la intensidad del ritual, y falleció en su casa, tras decirle a su madre que tenía miedo.
Los exorcistas informaron la muerte de Anne durante la jornada siguiente, siendo enterrada en el patio de su propia casa.
Al saberse lo ocurrido, comenzó una investigación sobre el caso. Los exorcistas y los padres de Anne fueron llevados a juicio por la muerte de su hija y posteriormente declarados culpables de homicidio por negligencia. Se les condenó a seis meses de cárcel, pero tras el pago de una fianza quedaron en libertad condicional por tres años.
“Sé que hicimos lo correcto porque vi las heridas de Cristo en sus manos”, dijo 40 años después Anna Michel. “Ella llevaba estigmas y eso era una señal de Dios de que deberíamos exorcizar a los demonios. Ella murió para salvar a otras almas perdidas, para expiar sus pecados”, agregó.
Varios años después de la muerte de la joven, específicamente en 1984, obispos alemanes solicitaron a Roma que revisara el rito del exorcismo a la luz del caso Michel. Aunque sus recomendaciones no fueron adoptadas, el Vaticano realizó una actualización del rito en 1999, la primera desde el siglo XVII. Entre ellas, destaca la necesidad de que los exorcistas también tengan entrenamiento médico.