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Sin duda, lo que más hecho Carlos Soto en su vida, es armar una maleta. Cuando tenía 25 años, Soto, que es originario de Concepción, inmigró primero a Islandia y luego a Noruega, donde vive con su esposa Viviana y sus hijos Franco y Francisca.

Durante 10 años, en este paisaje montañoso y volcánico, el penquista trabajó incansablemente para asegurar el futuro de su familia.

Aunque la severa crisis económica que afectó al país en el 2008, lo motivó a intentar inmigrar a la región de Escandinavia, en específico, a Noruega, cuestión que pudo realizar con mucho esfuerzo.

La vida de Carlos, es una combinación de circunstancias excepcionales y por supuesto que pudo realizarlo a través de su principal motivación: el amor por su familia.

Primera escala: Islandia

El periplo europeo empezó de manera impensada, cuando Carlos trabajaba como barman de un hotel en Concepción.

“En 1999, yo conocí a unos islandeses, que fueron a construir un barco. En ese tiempo era barman en un hotel, entonces como aprendí a hablar en inglés, pude hablar con ellos”, comenta Carlos en conversación con BBCL.

De esta amistad espontánea, Carlos guarda gratos recuerdos. “Fueron ángeles que aparecieron en el camino”, afirma con emoción. “Ellos vivieron en Concepción durante 6 meses, porque estaban construyendo un barco en el astillero de Asmar”, complementa.

Así las cosas, mientras los islandeses se encontraban en la capital de la Región del Bío Bío, pronto el chileno forjó una amistad que traspasó fronteras, debido a que acostumbraba a ayudar a los europeos con los trámites migratorios y también prácticos.

Carlos y Viviana | Cedida

Como Carlos tenía un hijo de 4 años y apenas tenía 25 años, sus amigos le recomendaron que podía probar suerte en Islandia. “Ellos me pagaron todo, me buscaron trabajo y una casa. También nos sirvieron de aval para el primer auto”, recuerda Carlos.

Así partió el viaje de Carlos por Europa. “Con mi esposa Viviana dijimos que sí, sin pensarlo mucho”, subraya. La familia partió a Reikiavik, la capital de Islandia, en el año 2000.

Una vez en Islandia, Carlos hizo cursos para trabajar como cuidador de ancianos. “En Chile yo iba por otro lado. Yo primero fui vendedor de AFP, porque había estudiado en el liceo comercial”, comenta Soto a la presente redacción.

En Islandia, un país conocido por sus volcanes, estuvieron diez años. Pero en el año 2008, surgió nuevamente la posibilidad de emigrar a otro destino: Noruega.

Los pasajes rumbo a Noruega

Con la crisis económica del 2008, donde los tres principales bancos de Islandia quebraron, Carlos y su esposa decidieron irse del país. “Perdimos un 70% de lo ahorrado”, complementa.

“Surgió esta idea de Noruega, algo que nosotros no habíamos pensado nunca porque yo siempre decía: ‘volver a partir de cero’. Porque esto no es un cambio de casa ¿verdad? Es un cambio de país, lo que significa un nuevo idioma”.

Entonces como familia acordaron que iba a conocer “en terreno” cómo era la vida en Noruega. “Me fui a explorar, a ver qué pasaba y si me iba bien, nos íbamos todos”, acota. En el intertanto, nació su hija Francisca de 16 años.

En Noruega, se encontró que hablaban el antiguo idioma escandinavo, lo que le permitió que el período de adaptación fuera más rápido. “Yo me di cuenta que el idioma islandés y el noruego, si bien no son iguales, se parecen”.

“Entonces en 2010, fui a probar suerte a Noruega. Reservé un hotel, no vine como un inmigrante primerizo, llegué aquí con mi tarjeta de crédito, bien protegido en caso de que me fuera mal. Entonces, llegué y al segundo día encontré trabajo”, indica el chileno a BioBioChile.

“Yo preparé una presentación en noruego, donde decía: ‘Hola, mi nombre es Carlos, vengo de tal lugar, quiero trabajar en esto y estoy aprendiendo noruego’. Esto me sirvió para entrar por la puerta ancha, le gustó de inmediato a la que fue más adelante mi jefa y me contrataron. Así que llamé a mi esposa y le dije: ‘Oye, tengo trabajo’. Así que le dije, empieza a hacer las maletas”, recuerda con entusiasmo.

Si bien las oportunidades se le presentaron paulatinamente, lo cierto que Carlos Soto llegó a tener tres trabajos en Noruega. No obstante, recalca que es necesario que uno aprenda el idioma, para pasar al siguiente escalón, con el propósito de conseguir un mejor sueldo.

“Aquí no existen trabajos mejores ni peores. Pero todos, sin excepción, son igual de valorables”, puntualiza. Entonces, ahora digo: “Yo trabajo mis horas normales, incluso hago tres turnos por semana”, expresa Carlos, que en el último tiempo, se ha dedicado a mostrar los rincones de Noruega a través de sus redes sociales, en la cuenta Oslo Yes. “Ahora yo no necesito explotarme”, indica.

La vida en Oslo

Oslo, en la actualidad, tiene 717,710 habitantes, siendo una de las ciudades más pobladas de Noruega.

“Al principio yo me lo caminaba todo, pero después me di cuenta que para llegar a cada lugar había un medio transporte, como el tranvía, el metro, los buses, e incluso los ferries”.

“Es una ciudad fácil de recorrer, porque es pequeña, es plana y no tiene grandes alturas, aunque alrededor hay unas pequeñas colinas que permiten tener una buen vista, además que la ciudad se ubica en un fiordo. En general, Oslo tiene un ambiente bastante cálido para ser un país escandinavo”.

Sobre el frío, en especial, durante la época invernal, Soto afirma que el clima es “bastante bueno”, aunque las mínimas pueden llegar a los -24. Sin embargo, expresa que “no es un frío que te destruye, dado que bien abrigado, puedes salir a la calle. Los noruegos tienen un dicho que dice: ‘no existe el mal clima, solo existe la mala ropa"”, expresa entre risas.

Por otra parte, sobre los noruegos, Carlos comenta que practican mucho deporte al aire libre. “Independiente de la fecha de la estación del año, ellos caminan por todos los lados, además escalan montañas”.

Cedida

“Esto fue superbueno, porque nos sirvió para integrarnos, para entender un poco la cultura de los noruegos, de cómo ellos ven el medio ambiente y cuidan la naturaleza. Por este motivo, empezamos a hacer trekking en el invierno. Es por ello, que para salir, hace falta unos buenos zapatos. También hay que ponerse la primera capa, o sea, un calzoncillo largo y un poleroncito, que incluso puede ser delgado. Además, el pantalón no tiene porque ser grueso”.

Por ejemplo, el penquista comenta que es posible, ir acampar a una playa, a un río, pero por ley, no está permitido hacerlo a 200 metros del lugar donde duermen los dueños de una casa. “Nosotros aquí lo disfrutamos mucho y uno se encuentra en la calle con un montón de gente que uno piensa, ‘aquí ya llega el invierno y no anda nadie’. Además en el invierno es cuando, mis redes sociales tienen más actividad. Cuando más turistas vienen, porque yo también me dedico a ser guía turístico”.

“Incluso cuando está despejado los cielos, puedo ir a un lago que queda a 10 minutos de mi casa, para ver una aurora boreal”, relata.

Las excepciones de Noruega: No tiene sueldo mínimo y a veces hay que comprar la comida en Suecia

Por otro lado, Carlos Soto, afirma que los suecos visualizaron hace un par de años, la posibilidad de captar clientes en su vecino país, pues construyeron varios supermercados, para los noruegos.

“Entonces nosotros cruzamos la frontera porque conviene bastante comprar allá, porque en estos momentos está carísimo, o sea, las cosas han subido de precio y hoy en día conviene ir a Suecia a comprar, porque nos ahorramos el 50% de lo que deberíamos gastar en comida”, agrega Soto a La Radio.

Otra característica que diferencia a la nación noruega de otros países, es que el sueldo mínimo no existe por ley. En esencia, los trabajadores negocian una serie de pagos, por los servicios prestados, mientras los trabajadores que pertenecen a algunas de las nueve industrias esenciales -como la construcción o el sector pesquero- tienen derecho a un salario amparado por la legislación noruega.

Además, que las horas extras no están muy bien vistas. “No son muy requeridas por la gente, la evitamos a a toda costa”, agrega Carlos.

Es por ello, que “alguien que trabaja en el aseo, haciendo muchas horas extras, puede llegar a tener el sueldo que gana un médico. A lo mejor el médico se gana eso mismo, sentadito 7 horas y media al día, y yo a lo mejor me tengo que sacrificar más, tendré que doblar mis turnos, pero voy a llegar a la misma meta. Entonces, eso también te da una sensación de igualdad y eso es otra de las normas no escritas que los noruegos tienen, como la Ley de Jante, que asegura la igualdad para todos”, cuenta.

“Nosotros al principio no la tomábamos mucho en cuenta, a mí me molestaba mucho, porque es un choque cultural durísimo encontrarse con esa ley, pero después te das cuenta de que solamente te favorece. No existe ese clasismo o esa segregación en los barrios, el resto de la clase media alta es como bien grande y ellos están metidos por todas partes. Entonces aquí de repente tú ves un noruego y tú no sabes que a lo mejor es un gallo que es un millonario, sin embargo, a lo mejor anda vestido igual o peor que tú”.

“Una parte de esta ley, por ejemplo, dice que yo soy igual a todos, todos somos iguales y nadie puede sobresalir. ¿Ya? Y eso tiene harta influencia.
Fue como un choque, porque yo llegué con todo el power y entonces me tuve que dar cuenta que en el trabajo hay que sacar el pie del acelerador. Entonces, yo decía: ‘es insólito, yo trato de ser el mejor y no me dejan’. Por otra parte era para favorecer a los que nunca van a poder llegar a esa posición. A los que nunca van a poder ser a lo mejor el mejor del mes o el mejor del año”, remarca Carlos Soto.

La vida de los inmigrantes en Noruega

“Uno piensa que los noruegos son apáticos, porque ese es otro punto, nosotros podemos en Chile escuchar la conversación en la micro del que va adelante, pero acá no, porque la vida privada, la privacidad es algo sumamente importante”, expresa Carlos. “Yo lo escuché una vez de de un noruego que decía: ‘Oye, hay mucha gente que viene de trabajos duros’. No todo el mundo trabaja en una oficina. Hay gente que trabaja sin vocación, en un puesto que no eligieron. Entonces, si tú vas con música o vas hablando fuerte, es como faltarle el respeto a esa persona que quiere llegar a la casa”.

En referencia al trato con los extranjeros, Carlos Soto confirma que al principio puede tomar tiempo adaptarse, sin embargo, destaca que es un proceso constante que requiere del esfuerzo del inmigrante. “Pero si los noruegos, se dan cuenta que tú vienes bien, que estás esforzándote en el idioma, que estás esforzándote en aceptar las formas de vivir que ellos tienen, las cosas se dan superfáciles. Entonces ellos te aceptan mejor y esas personas que parecían lejanas, que parecían superantipáticos, realmente no son así, ya que muchos son tímidos, porque algunos no abren la puerta de su corazón de inmediato”.

“Muchos dicen que los noruegos viven en su mundo, que son antipáticos y que es difícil tener un amigo noruego. Y es cierto, desde un punto de vista es verdad. Pero algunas personas se olvidan que el esfuerzo tiene que venir de parte de nosotros, los que venimos llegando. Nosotros somos los que tenemos que adaptarnos a la cultura de ellos”, reflexiona Soto.