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La historia de la doctora Eloisa Díaz destaca como un pilar fundamental en la medicina chilena y la lucha por la igualdad de género. Nacida en 1866, desafió los prejuicios de su época al convertirse en la primera médica de Chile y Sudamérica, abriendo camino para otras mujeres en la educación superior. Su labor como Inspectora Médica Escolar sentó las bases de la salud escolar en el país, introduciendo medidas como el desayuno escolar obligatorio y la vacunación masiva. A pesar de su reconocimiento internacional y su legado en la medicina social y con perspectiva de género, vivió sus últimos años en soledad y pobreza, falleciendo en 1950 a los 84 años. Su impacto perdura en reconocimientos y premios que llevan su nombre, destacando su contribución a la sociedad chilena.
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Mucho antes de que las mujeres pudiera votar en Chile, en un palco de la historia de la medicina nacional y la lucha por la igualdad de género, se encuentra la figura trascendental de la doctora Eloisa Díaz, quien no sólo supo romper barreras en su tiempo, sino que se convirtió en un modelo de excelencia profesional y labor social, sentando las bases de la salud escolar en el país.
Nacida en una época en que la medicina estaba completamente dominada por hombres y donde las oportunidades para las mujeres eran escasas, Eloisa desafió las convenciones sociales y se convirtió en la primera médica en Chile y en toda Sudamérica. Un legado inspirador que permite reconocer y valorar el impacto que una sola persona puede tener en la transformación de una sociedad.
La primera estudiante de Medicina en Chile
Eloísa Díaz Insunza nació el 25 de junio de 1866 en Santiago, con José Joaquín Pérez como Presidente de la República y cuando las mujeres en Chile sólo tenían acceso a la educación primaria y a la Escuela Normal de Preceptoras, dirigida exclusivamente por monjas y sacerdotes. Cuatro años después, el país vivió un fuerte conflicto religioso que permitió impulsar la educación femenina laica y el primer paso fue la creación del Liceo Fiscal de Mujeres.
Pese a que la directora y fundadora del liceo Santa Teresa, Antonia Tarragó, fue una de las pioneras en dedicarse a nivelar la educación de mujeres con la de los hombres y en luchar por la educación secundaria femenina, el gran salto llegó en 1877 con la firma del decreto Amunátegui, que permitió que las mujeres tuvieran acceso a la universidad. Un avance que se produjo tras las demandas de Isabel Le Brun -directora de la escuela de Recoleta- y gracias a la firma del ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Miguel Luis Amunátegui, bajo el gobierno de Aníbal Pinto.
La oposición de la Iglesia Católica no fue un impedimento para la promulgación de este decreto que impactó a la sociedad chilena cuando Eloísa Díaz tenía apenas once años. En ese entonces, ni ella ni su familia sabían que se iba a convertir en una de las primeras mujeres que aprovechó el nuevo acceso a la educación superior en el país.
Con sólo 15 años en 1881, Díaz destacaba entre sus compañeros y compañeras por su gran inteligencia, por lo que tomó la decisión de postular a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile tras rendir su examen de Bachillerato en Humanidades con éxito. Por supuesto, ingresó a la casa de estudios y se transformó en una de las primeras mujeres en estudiar esta carrera, aunque no fue la única, ya que la acompañó Ernestina Pérez, quien estudió a la par con Eloisa.
Los prejuicios de la época y la discriminación de género no estuvieron ajenos en las aulas de clases, donde Eloisa y Ernestina debían asistir acompañadas por su madres hasta ganarse el ‘respeto’ de la comunidad docente y de sus compañeros. Incluso, cuando los estudiantes iban al laboratorio para estudiar anatomía, se las separaba con un biombo para que no tuvieran contacto con los hombres.
A pesar de que su paso por la educación superior no fue fácil, Díaz logró graduarse 1886 y titularse un año después, al igual que Pérez. “Su titulación abrió la puerta para que otras mujeres se atrevieran a ingresar a Medicina. Es tremendamente relevante este acto, en tiempos en que se suponía que las mujeres debían ser buenas esposas, buenas madres y buenas hijas, pero nada más“, profundizó Cecilia Sepúlveda, médico cirujana y profesora emérita de la Universidad de Chile.
Medicina social y con perspectiva de género
Desde su etapa como estudiante universitaria, Díaz mostró un fuerte compromiso en enfocar la medicina en lo social y en la igualdad de género. En sus seis años en la casa de estudios, la santiaguina se percató que prácticamente todas las investigaciones realizadas por doctores chilenos estaban enfocadas en la anatomía masculina, incluso al tratarse de análisis relacionado a las hormonas y crecimiento en la adolescencia, por lo que decide presentar su tesis titulada ‘Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y las predisposiciones patológicas del sexo’, disponible en el Repositorio Académico de la Universidad de Chile y en la Biblioteca Nacional.
En cuanto a su carrera profesional, sus primeros pasos los dio como ayudante en una clínica de ginecología, para luego, dar el salto al plantel médico del Hospital San Borja en 1891. Un trabajo que combinaba con su labor como profesora en la Escuela Normal de Preceptoras, donde se dedicó a analizar las condiciones de higiene en los colegios y adquirir nuevos conocimientos para ser una de las pioneras en instaurar el concepto de salud escolar.
Su experiencia en el mundo escolar la llevó a ser nombrada Inspectora Médica Escolar de Santiago en 1898 y, en 1911, pasó a obtener el mismo cargo pero a nivel nacional, convirtiéndose en la primera mujer en ser directora del Servicio Médico Escolar de Chile. Un puesto que asumió durante 30 años.
Durante sus años en el cargo, Díaz se encargó de estudiar las condiciones de salubridad que tenían que enfrentar los niños y niñas cuando iban a la escuela y luchó por algunos avances que a día de hoy son las bases de la salud escolar en el país, como fue el caso del desayuno escolar obligatorio y la vacunación masiva de escolares.
La tarea no fue sencilla y, según diversas biografías históricas, la doctora tuvo que aportar dinero de su propio bolsillo para estos fines. ¿Su objetivo? Erradicar el raquitismo y la tubercolis. Por otra parte, también fue la encargada de fundar los jardines de infancia, colonias escolares gratuitas y policlínicas para personas de escasos recursos.
“Ella crea las primeras cantinas escolares, que es donde se les entregaba alimentación a los menores. Aborda la vacunación, la necesidad de higiene, de ventilación y de que las salas estén iluminadas para las clases. En efecto, se preocupa de las condiciones materiales de los niños y niñas, y ahí deja una huella que hasta el día de hoy podemos reconocer”, destaca Ariadna Biotti, historiadora de la Universidad de Chile.
Un legado imborrable
A pesar de que en 1910 había recibido su máxima distinción como profesional en Buenos Aires, donde sus pares la nombraron ‘Mujer Ilustre de América’ en el Congreso Científico Internacional de Medicina e Higiene, tras su labor como Inspectora Médica Escolar de Santiago y su incesante lucha por los niños, donde destacó la creación del servicio médico dental en los colegios, su enorme sacrificio económico y generosidad la llevaron a vivir sus últimos 25 años de vida de forma solitaria y pobre. Luego de retirarse a los 60 años, sufrió una larga enfermedad que le arrebató la vida 25 años después, en 1950, cuando tenía 84 años.
“Ella garantizó que la escuela fuera el lugar más virtuoso de la vida de las personas, donde había una acogida y una formación. Era poder integrarlos de una forma mucho más clara dentro de su rol y el valor de cada uno en los lugares donde habitaban”, reconoció la doctora Fanny Berlagoscky, académica de la misma casa de estudios donde egresó Eloisa.
Su legado llegó a ser destacado por Google en 2018, en el aniversario n°152 de su nacimiento, que homenajeó a la primera médica del continente incluyéndola en sus reconocidos ‘doodles’ que adornan a su buscador en fechas importantes.
A día de hoy, en Chile se siguen recordando los aportes de la cirujana en la medicina nacional y se le ha homenajeado en distintas ocasiones, ya sea con el Hospital Clínico Dra. Eloísa Díaz de La Florida que lleva su nombre a modo de reconocimiento, con la distinción ‘Medalla Dra. Eloísa Díaz’ de la Universidad de Chile para exalumnas que hayan obtenido el título de Médico Cirujano y que alcancen las más altas jerarquías del quehacer nacional o internacional, como fue el caso de Michelle Bachelet, o con el premio Dra. Eloísa Díaz del Colegio Médico de Santiago, que reconoce la excelencia en el ejercicio integral de la profesión.
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