Hace 128 años, el 27 de agosto de 1896, tuvo lugar la Guerra Anglo-Zanzíbar, el conflicto bélico más corto de la historia, durando sólo 38 minutos -o hasta 45, según las estimaciones más generosas-. Ocurrió en lo que hoy son las costas de Tanzania, en el este de África.
En ese entonces, la isla de Zanzíbar era controlada por el Imperio Británico, el cual se vio repentinamente enfrentado al Sultanato local que, teniendo para entonces un peso mayormente nominal, intentó rebelarse contra la ocupación, recuerda Britannica.
El conflicto fue detonado por la muerte del sultán Hamad bin Thuwaini pocos días antes, el 24 de agosto de 1896, pues tras ella su sobrino Khalid bin Barghash se adjudicó el poder por encima del impuesto por el Reino Unido, Hamad bin Muhammed.
En ese entonces, recuerda la BBC, el ambiente ya estaba tenso luego de que el Imperio prohibiera el tráfico de esclavos en el territorio y, si bien el “candidato” pro-británico también estaba a favor de la esclavitud -al igual que el recién difunto sultán-, era percibido como una opción más moderada.
Khalid bin Barghash antes ya había intentado ocupar el trono basando su legitimidad en que era el único hijo del sultán Barghash bin Said -fallecido en 1888-, pese a que el cargo no era hereditario por ley.
Dada la brevedad de la guerra en cuestión, relatarla no toma mucho tiempo.
Barghash no tardó en prepararse para defender su reclamación, atrincherando un ejército de 3 mil hombres en el palacio del sultán, conocido como el Beit el-Ajaib. También tenían equipamiento de artillería, y el yate real Glasgow.
Por su parte, los británicos reunieron tres cruceros considerados modernos para la época, dos cañoneras, y un contingente de Marines Reales, además del apoyo del ejército regular de Zanzibar.
Lo siguiente fue un ultimátum.
Los británicos exigieron a Khalid que se rindiese, y éste se rehusó creyendo vacías las amenazas. El plazo venció el 27 de agosto a las 9:00 horas. Dos minutos después, la armada bombardeó el palacio. Incesantes, devastadores, los proyectiles hicieron arder la icónica “Casa de las Maravillas”.
Sólo se detuvieron cerca de 40 minutos después.
En total, 500 zanzibaríes murieron, y sólo un marino británico resultó herido. En paralelo, los británicos también hundieron el yate del sultán cuando éste intentó defender el palacio.
Durante la tarde del mismo día, Hamad bin Muhammed ya había sido declarado oficialmente como nuevo sultán, accediendo a la abolición de la esclavitud, mientras que Khalid bin Barghash se refugió en el consulado alemán, rivales de los británicos en el territorio colonizado.
Tras ello, vivió en el exilio hasta que durante la Primera Guerra Mundial, dos décadas después, fue capturado por los británicos. Finalmente, murió en 1927 en Mombasa, Kenia.
La guerra, pese a su brevedad, dejó una gran huella. De hecho, su corta duración se convirtió en símbolo del poderío británico ante el resto de la región y expandió su influencia con lo que se conoce eufemísticamente como “diplomacia de cañoneras“. Es decir, la coacción de las colonias mediante el uso de la superioridad naval que se mantuvo en esas costas hasta 1963.