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Juan Carlos Arellano, de 51 años, descubrió su pasión por las historias a raíz de una hepatitis que padeció a los 4 años, siendo los libros sus compañeros durante su enfermedad. Fascinado por las litografías y relatos, inició una búsqueda que perdura hasta hoy, motivado por el hallazgo de dos megaterios cerca de su hogar en Conchalí. Su obsesión por la historia lo llevó a investigar el pasado, democratizar el conocimiento y rescatar relatos olvidados, además de colaborar en la investigación del Camino del Inca en Chile. Como analista de sistemas, considera que su profesión le permite aportar un enfoque fresco a hechos populares, instando a investigar la historia local. A través de sus libros rescata historias antiguas y mitos urbanos, revelando la importancia de explorar la historia de Chile.

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Muchas veces encontrar una profesión o una actividad que nos deje contentos, puede ser la tarea de una vida entera. En el caso de Juan Carlos Arellano (51), podemos decir que encontró su gran pasión por las historias, a partir una enfermedad que lo marcó en sus primeros años.

A los casi cuatro años sufrió una hepatitis que lo obligó a guardar reposo absoluto. En esos instantes, en que empezaba a conocer y relacionar los grandes hechos históricos, los libros fueron su compañía durante los 9 meses de enfermedad.

Fascinado por las litografías, estas ilustraciones realizadas en piedra pulida, donde se le aplica una solución de ácido nítrico y goma arábiga —elementos que hoy no se ven con frecuencia— al igual que los relatos que gustaron tanto a Arellano durante su niñez, empezó una búsqueda que continúa hasta ahora.

Pero hubo una historia que lo emocionó en aquellos años, el hallazgo de dos megaterios el 13 de septiembre de 1966, en el fundo El Guanaco, a pasos de su hogar, en lo que era antes la comuna de Conchalí (actual Huechuraba).

Estos mamíferos extintos, que se emparentan con los perezosos, fueron la motivación de Juan Carlos para seguir investigando el pasado. “La gente decía que era un dinosaurio”, recuerda Arellano en conversación con BioBioChile.

La búsqueda de la verdad

Tras el hallazgo realizado tiempo atrás, a 800 metros de su casa, Juan Carlos empezó a realizar sus propias averiguaciones. “Esa historia era como una obsesión que tenía desde pequeño, después, cuando ya tuve la posibilidad de ir al Internado Barros Arana, pude encontrar más información en su biblioteca”, remarca.

En el año 2017, pudo hablar con los hijos de Luis Sandoval, el trabajador que encontró los restos fósiles del animal. De esta forma, pudo cerrar el círculo, pero también se abrieron nuevas preguntas sobre los hechos históricos narrados en documentos y relatos perdidos que son ignorados por la gran mayoría de la gente.

“Me involucré hasta las patas con el tema histórico, porque ya tenía un método de como hacer llegar la información. Entendí que era importante democratizar el conocimiento y que esto llegara a la gente, sobre todo local, porque por muchos años me costó encontrar información sobre hechos históricos”, expresa a la presente redacción.

Si bien Juan Carlos es analista de sistemas, considera que la profesión le permite dar cuenta de “patrones” que le otorgan un aire fresco a hechos y relatos populares.

“Hay que incentivar la investigación del entorno donde vives, conocer su historia y entender que la historia de Chile pasó por la esquina de tu casa”, afirma.

Las maravillas de la investigación histórica

Como miembro de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, Arellano recopila la información relacionada con el Camino del Inca, la ruta por la que los españoles habrían arribado al valle del Mapocho.

Recordemos que la red de caminos de los incas tenía más de 30.000 kilómetros de largo, conectaba varios centros de producción administrativos y ceremoniales, construidos en más de 2000 años de cultura andina pre-inca, cubriendo así una extensa área geográfica, desde el centro oeste de Argentina y Chile hasta el sur occidente de Colombia.

Cedida

Así las cosas, Arellano pudo aportar a la investigación de Rubén Stehberg, quien es uno de los arqueólogos más renombrados que ha estudiado el Camino del Inca. “En sus investigaciones nombró algunos sectores donde vivía, entonces en el año 2018 nos juntamos y pudimos investigar sobre los canales que habían construido los incas”. En ese sentido, el investigador histórico asegura que el camino “bajaba por los cerros de Huechuraba (sector Pedro Fontova) por calle Guanaco, hasta el Cerro Blanco”.

Con relación a los hallazgos arqueológicos y la búsqueda de documentos que realiza, el divulgador sostiene que los aficionados a estos temas pueden pensar “las variables que las investigaciones por tiempo y presupuesto no ven, mientras las personas como yo, tenemos libertad e independencia para hacer descubrimientos”.

“Las historias perdidas”

Arellano también ha dejado plasmado las historias que han permanecido en silencio en dos libros, “Historias perdidas de la zona norte de Santiago” e “Historias perdidas del valle del Mapocho y otros relatos”.

En ellos agrupa “los mitos urbanos” que rodean a Chile en sus 35 años de investigación.

Arellano recalca que a través de un relato popular, se puede seguir la pista de un hecho histórico. “Como la vez que los chimberos y santiaguinos se agarraron a peñascazos durante 30 años por el control del río Mapocho”.

Muchas de las historias que difunde en sus redes sociales, las rescata de antiguos manuscritos que se encuentran en el Archivo Nacional, la institución que resguarda los numerosos archivos, donde se encuentran los planos y mapas que revisa exhaustivamente para encontrar la pista de un relato perdido.