Hace poco más de 25 años, la ley chilena tipificaba a la homosexualidad como sodomía y, por ende, como delito. Una criminalización a las diversidades sexuales que llegó a su fin recién en 1999, siendo el último país en Sudamérica en dejar de encarcelar o multar a una persona sólo por ser gay, luego de que nuestros vecinos lo hicieron mucho antes; Perú en 1924, Argentina en 1903 y Bolivia en 1832.
Pero, ¿cómo se gestó esta despenalización y quiénes estuvieron detrás de esta cruzada? Lo cierto es que el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) jugó un rol crucial en esta discusión y posterior proyecto de ley presentado en el gobierno de Patricio Aylwin que, tras años de discusión en el Congreso Nacional, recién pudo ser aprobado con Eduardo Frei al mando.
Por su parte, BioBioChile conversó con Juan Vallejos, periodista y magíster en Comunicación Política, quien explicó el contexto que se vivía en el país en aquella época y qué significó para la sociedad este acontecimiento.
Sodomía: la homosexualidad como acto criminal
En los últimos meses de Federico Errázuriz Zañartu como presidente de la República de Chile, en 1875, nace y comienza a regir el Código Penal chileno que regula los delitos y sus respectivos castigos. Este cuerpo normativo señalaba, en su artículo 365, que la sodomía era considerada un crimen y recalcaba que “el que se hiciere reo del delito de sodomía sufrirá la pena de presidio menor en su grado medio”, es decir, hasta tres años de cárcel.
El origen bíblico de la palabra sodomía y su vinculación a prácticas sexuales diferentes del coito vaginal hizo que, en la práctica, los hombres homosexuales pasaran a ser considerados criminales, debiendo ser examinados por médicos para determinar su inocencia. De esta manera, la medicina legal de ese tiempo -muy influenciada por la religión- se convirtió en grandes responsables de la criminalización de la homosexualidad.
Ya con el peso de la ley encima, los homosexuales no sólo comenzaron a ser perseguidas, y por consecuencia, invisibilizadas, sino que también existió una ola de discriminación que existió durante varios años, con medios de comunicación apodando a estas personas como ‘desviados’ o ‘degenerados’, entre otros adjetivos. Una cultura ‘antigays’ que sobrevivió incluso en el gobierno de Salvador Allende y, por supuesto, en el régimen militar de Augusto Pinochet.
Tras largos años siendo considerados delincuentes o criminales, recién el 3 de agosto de 1993 ingresó a la Cámara un proyecto de ley enviado por el entonces presidente Patricio Aylwin, aleonado por las múltiples campañas del Movilh -con Rolando Jiménez como principal fundador-, para realizar modificaciones en los delitos sexuales y, de esta manera, derogar el artículo 365. Este fue el primer paso para que los homosexuales salieran de la categoría de criminales sexuales.
No fue fácil
Luego de su fundación en 1991, el Movilh se organizó con un objetivo en mente; la eliminación del castigo a la sodomía consentida entre hombres adultos en el artículo 365 del Código Penal. Para ello, y con el fin de que la sociedad chilena entendiera que los homosexuales no podían disfrutar de su libertad sexual como sí lo podían hacer los heterosexuales, el colectivo se reunió con organizaciones de Derechos Humanos, universidades, medios de comunicación, partidos políticos e, incluso, con comunidades y organizaciones eclesiales.
Este largo trabajo fue recompensado por Aylwin en 1993 con un proyecto de ley que buscaba modificar ciertos aspectos del Código Penal, sus procedimientos penales y otros cuerpos legales relacionados al delito de violación. Una iniciativa que tuvo el apoyo del Partido por la Democracia y del Partido Sociales, aunque el completo rechazo de Renovación Nacional y, sobre todo, de la Unión Demócrata Independiente (UDI) (puntualmente, menos de Lily Pérez y Pía Guzmán, consideras las políticas ‘outsiders’ de este partido). Por su parte, la Democracia Cristiana, en principio, guardó silencio y no se pronunció al respecto hasta que comenzara la discusión.
“En los 90′, Chile atravesaba por un fenómeno de liberación sexual y también de ocio y diversión, dados los años previos en dictadura. Toda la diversidad sexual comenzó a salir más a la luz, aunque en el contexto de aquella época. Existía (y existe) una generación castrada cultural, social y políticamente de la dictadura de Augusto Pinochet.”, enfatizó el periodista Juan Vallejos, abiertamente homosexual.
Tuvieron que pasar dos años de intensa discusión y un complejo trámite legislativo para que, el 2 de agosto de 1995 y después de distintas indicaciones y modificaciones, se aprobara este proyecto de ley en la Cámara de Diputados/as. El debate en la Cámara del Senado no fue diferente y recién el 9 de septiembre de 1997 (más de dos años después), se aprobó, aunque sin incluir la despenalización de la sodomía, tal cual como era conocida; una persecución contra los homosexuales.
El objetivo no estaba cumplido y la tarea no fue sencilla. Mientras voces de la UDI y RN levantaban polvo y se mostraban en contra de este proyecto de ley, como fue el caso de Andrés Chadwick, Iván Moreira, Alberto Cardemil, María Angélica Cristi, René Manuel García, entre otros políticos, el enojo de los parlamentarios de la Concertación era claro y evidente.
La discusión se había logrado aplazar de 1993 a 1999, finalmente, el 12 de julio de ese año y luego de pasar por una Comisión Mixta, la derogación del artículo 365 fue aprobado en su totalidad bajo el gobierno de Eduardo Frei, logrando la modificación del Código Penal y despenalizando las relaciones homosexuales entre varones, permitiendo cerrar al fin la puerta a que en Chile se considerara criminal y se encarcelara a un persona sólo por ser gay.
Por su parte, el texto modificado consigna que “el que accediere carnalmente a un menor de 18 años de su mismo sexo, sin que medien las circunstancias de los delitos de violación o estupro, será penalizado con reclusión menor en sus grados mínimo a medio”.
¿Quiénes se opusieron a despenalizar la homosexualidad?
Pese a este histórico acontecimiento, las extensas y acaloradas discusiones que suscitaron en el Congreso Nacional salpicaron a políticos que, a día de hoy, siguen decidiendo el futuro de las leyes del país. Un debate que contó con un bando en contra que fue férreo y que apuntó a la homosexualidad con el dedo.
“Principalmente, casi todos los políticos de derecha se opusieron a despenalizar la homosexualidad, al matrimonio igualitario y a la ley antidiscriminación. No olvidemos la ley de divorcio. Y es que no creen que se les deba dar un derecho a personas que nunca lo han tenido, aunque cuando las leyes se hacen, les cambia la perspectiva. La UDI en particular, que estaba en contra de todas estas leyes, hoy en día, está rodeada de asesores que son homosexuales”, analiza Vallejos.
En ese sentido, además de los votos en contra de conocidos políticos como Andrés Chadwick (UDI), Ramón Elizalde (DC), Patricio Melero (UDI), Osaín Sabag (DC), entre otros, como también de las abstenciones de Alberto Espina (RN) y Francisco Huenchumilla (DC), las declaraciones de Iván Moreira (UDI), René Manuel García (RN) o de María Ángelica Cristi (RN), siguen siendo recordadas actualmente.
“La ley no le puede dar patente de normalidad a una relación que naturalmente no lo es. Se produce una evidente relajación de los criterios morales en la sociedad cuando en la práctica se le da el mismo valor legal a las relaciones homosexuales que a las naturales entre un hombre y una mujer. La gente común tiende a pensar que cuando algo se despenaliza, se legitima; luego, en este caso particular, se dirá que se legitimó la sodomía”, Iván Moreira.
“Estamos de acuerdo en modernizar el país en lo social, en lo económico, pero la moral tiene sólo un nombre; gente normal y entre sexos opuestos“, René Manuel García.
“Se hace necesario mantener alguna forma de intolerancia frente a conductas que al menos, merecen una sanción social, básicamente como una forma de prevenir en nuestro país la aparición de un homosexualismo militante, como ha sucedido en otros países, y que con cierta agresividad se organiza y se exhibe”, María Angélica Cristi.
“Creo que la despenalización produce un efecto grave desde el punto de vista social. Me refiero al hecho de que, producto de su despenalización, una conducta que a mi juicio es anormal desde la perspectiva de la naturaleza de los seres humanos, se transforma en normal y se le da el carácter de lícito”, Andrés Chadwick.
Clasismo y homosexualidad
Además de destacar el papel fundamental que jugó Rolando Jiménez, como también el aporte de Pedro Lemebel e incluso Juanita Parra, como una de las primeras artistas famosas de Chile que siempre asistió a marchas por la diversidad sexual, el experto en comunicación política dio su punto de vista de por qué el país tardó tanto en despenalizar la homosexualidad y por qué la sociedad chilena hacía vista gorda o participaban en esta criminalización y discriminación a la comunidad gay.
“Fue herencia de la dictadura, pero no necesariamente desde lo político, sino que de lo social. La sociedad no quería ser distinta al resto para no entrar en problemas y también se asociaba la homosexualidad con una tendencia izquierdista progresista o a una idea de familia disfuncional, por lo que la gente no quería verse vinculada con eso, entendiendo el contexto conservador que existía en nuestro país”, asegura Vallejos a la presente redacción.
Ya con la modificación del artículo 365 en curso, el periodista recalca la importante del fallecido expresidente Sebastián Piñera como un actor clave para el cambio de percepción sobre la homosexualidad en los sectores más elitistas de la población, destacando su reunión y aparición junto a Luis Larraín en pro de la diversidad sexual en su campaña de 2009 (aunque después este criticó al exmandatario por no cumplir la promesa del Acuerdo de Vida en Pareja) y que “desde 2010 en adelante, ha habido avances y Chile cambió a pasas agigantados”.
Sin embargo, Vallejos considera que estos avances no se producían por el clasismo que impera en la sociedad chilena, ya que, anteriormente, “las clases sociales altas o la élite chilena nunca quiso tocar el tema por vergüenza y por estatus”.
“Si la élite chilena no hubiera sido tan clasista y cerrada en su momento, se hubiese avanzado más rápido en los derechos de las diversidades sexuales en el país. La homofobia que existe en nuestra sociedad chilena tiene un altísimo porcentaje de clasismo y se ve reflejado en que la perspectiva de las élites, en relación a los gays, cambió con la irrupción de la Fundación Iguales, que velaba por los mismos derechos que el Movilh, pero que las personas que la dirigían eran de otro sector socioeconómico. Esto logró acelerar los procesos para obtener leyes a favor de las diversidades sexuales. Fue determinante”, cerró el comunicador.