Este viernes se confirmó la muerte de Shigeichi Negishi, inventor del karaoke. El ingeniero japonés, que falleció a los 100 años, creó la máquina de karaoke, pero nunca llegó a patentar su creación.
De acuerdo con Wall Street Journal, quienes publicaron su obituario este viernes, Negishi en realidad falleció el pasado 26 de enero, pero no fue hasta ahora que se conoció la noticia.
La primicia la escribió el periodista Matt Alt, quien había entrevistado al empresario en 2018, compartió algunos momentos con él y ahora se comunicó con su familia.
Atsumi Takano, hija de Negishi, le contó al medio que su padre falleció después de haber sufrido una caída.
Shigeichi Negishi, el inventor del karaoke
Negishi inventó el karaoke cuando tenía 43 años, después de que un colega de trabajo lo escuchara cantar y le dijera que no era tan bueno en eso. “¡Si tan solo pudieran escuchar mi voz con una pista de acompañamiento!”, respondió el ingeniero.
Así fue como, después de esta conversación, creó la máquina Sparko Box, con la que automatizó y comercializó el karaoke en 1967.
Shigeichi Negishi vendió unas 8.000 Sparko Boxes en todo Japón, pero dejó el negocio al poco tiempo porque “se cansó del conflicto con los músicos, de la rutina de las ventas y el mantenimiento puerta a puerta”, recoge el medio.
Su negocio cerró oficialmente en 1975 y con el tiempo otras versiones de su Sparko Box alcanzaron popularidad, se expandieron por el mundo y terminaron en el karaoke que conocemos hoy.
De acuerdo con Alt, hoy solo queda un ejemplar, que su familia conserva para el recuerdo, “la verdad es que la patente nunca le molestó“, comentó su hija.
Cabe señalar que, en la cultura popular, se cree que la máquina de karaoke fue inventada en 1971 por el músico japonés Daisuke Inoue, porque fue quien la instaló en un bar por primera vez. Sin embargo, Negishi está reconocido como el inventor por la Asociación de Industrial de Karaoke de Japón.
“Se sintió muy orgulloso de ver cómo su idea evolucionaba hacia una cultura de diversión a través de canciones en todo el mundo. Para él, pasar cien años rodeado de su familia fue una recompensa suficiente”, concluyó Atsumi.