Poco se conoce de Sewell, el antiguo pueblo minero en Chile que alguna vez albergó las instalaciones más modernas de Latinoamérica.
Esta mini ciudad, ubicada al este de Rancagua, dejó de tener habitantes hace muchos años, pero aún se mantiene la estructura en la que vivieron más de 15 mil personas.
Un lugar que en plena cordillera se transformó en 1998 en Monumento Nacional, pero en julio de 2006, la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad, debido a su importancia en la historia de las ciudades industriales del siglo XX.
Pero, cuál es la historia de Sewell y por qué la gente ya no vive en la “ciudad de las escaleras”.
Sewell: de campamento a pueblo minero
Luego de que el Ministerio de Hacienda diera su autorización, la empresa norteamericana Branden Copper Company, se instaló en Chile.
De acuerdo a lo que señala Memoria Chilena, el objetivo de la instalación de la compañía en el país era explotar el yacimiento de cobre El Teniente, la mina subterránea más grande del mundo.
Para eso, era imperativo construir un pueblo industrial, ya que el lugar estaba alejado de la ciudad más cercana, Rancagua, y un viaje diario al yacimiento era casi imposible.
Por eso, se eligió la ladera norte del Cerro Negro, en la Cordillera de Los Andes, donde a más de 2.100 metros de altura se comenzó a construir el mítico pueblo minero El Molino, que luego pasaría a tener el nombre, Sewell.
Fue aquí donde llegaron los primeros empleados mineros que alojaron en sus dependencias, con edificios que se caracterizaban por estar en altura, por lo que las escaleras eran la forma esencial para moverse de un lado a otro.
Al principio era solo un campamento minero, pero cuando pasó a llamarse Sewell se transformó en una mini ciudad que incluso contó con un ferrocarril que lo unió a Rancagua en un viaje que duraba 5 horas.
Esto último favoreció el crecimiento de Sewell, nombre que adquirió en honor a Barton Sewell, socio de Braden, el dueño de la compañía minera que llevaba su nombre.
De esta forma, los edificios multicolores comenzaron a masificarse en la ladera del cerro, dando vida a un particular pueblo.
La modernidad en Latinoamérica
Cómo es que un pueblo minero llega a transformarse en uno de los más modernos de Latinoamérica.
La clave está en quienes vivían en el lugar, porque a Sewell no llegaban solo mineros, sino que también técnicos norteamericanos que llegaban junto a sus familias a instalarse a Chile.
Aunque, no iban a cualquier parte, ya que los edificios tenían definiciones específicas para el tipo de persona que albergaban.
Era común que los solteros se mantuvieran en camarotes para solteros, mientras que los técnicos y sus familias habitaban en chalets que se ubicaban en el “Barrio Americano”, una zona exclusiva para ellos.
Así lo contaba hace unos años a T13, Mario Machuca, un guía que nació en Sewell, a las 06:15 horas del 29 de octubre de 1946.
Comentó que la exactitud de la hora la sabe porque justo en ese momento sonaba el pito que despertaba a la ciudad para que comenzara la producción.
Indicó: “Aquí estaba dividido, entre los americanos, empleados y obreros habían distintos tipos de habitaciones para empleados, obreros y para los americanos”.
También contaba que en el lugar tenían canchas de tenis, cines que recibían los estrenos antes que Santiago, la capital del país, el mejor hospital de Sudamérica, donde llegaron las primeras incubadoras para bebés y aparatos de rayos X.
De igual forma, Sewell contaba con el gimnasio más moderno de Latinoamérica, la pista de bowling más antiguas de Chile y también la primera piscina temperada del país, todas instalaciones hechas para que los habitantes norteamericanos disfrutaran de las mismas comodidades que tenían al vivir en una ciudad.
Más de 15 mil habitantes
El auge de Sewell fue tan importante que llegaron a vivir más de 15 mil personas en este campamento que se transformó rápidamente en ciudad.
Sus coloridos edificios se construyeron de acuerdo a la geografía de la zona, por lo que su belleza generaba armonía con el paisaje del lugar. Solo se podía transitar caminando, ya que por su arquitectura, es imposible moverse en auto.
Más de 175 mil metros cuadrados se construyeron para que convivieran los habitantes de este lugar entre las décadas del 40 y el 60, consignó el Consejo de Monumentos Nacionales de Chile.
También existían normas que entregaba el Departamento de Bienestar Social, una segregación importante entre norteamericanos y chilenos, casados y solteros.
Y aunque imperaba la Ley Seca, prohibiendo el consumo de alcohol en la mina, existió el Guachuchero, un personaje folclórico de la ciudad que era el vendedor clandestino de alcohol, consignó Chile Travel.
Vivían en tranquilidad, una que solo era interrumpida por conflictos y accidentes laborales, como “La muerte negra”, la tragedia que enlutó a la minería chilena en 1954, cuando: “335 trabajadores murieron asfixiados debido a las emanaciones de monóxido de carbono del incendio de una fragua situada en uno de los portales de acceso a la mina”, consignó Memoria Chilena.
El fin de Sewell como ciudad
A partir de 1960, Sewell comenzó a vivir el fin de su existencia como ciudad minera, debido al proceso de nacionalización del cobre.
Para finales de 1960, el Estado había comprado gran parte de la mina El Teniente y en 1971 se nacionalizaron todas las empresas del cobre.
Esto generó que la ciudad de las escaleras fuera despoblándose paulatinamente, trasladando a los trabajadores a Rancagua.
Para 1980 comenzaron demoliciones del campamento, que finalizaron en 1998, alcanzando a desmantelar cerca del 60% de la ciudad, aunque nunca llegaron al núcleo central del lugar.
Patrimonio de la Humanidad y destino turístico de la región de O’higgins
En 1998, cuando pararon las demoliciones, se declaró a Sewell como Monumento Nacional, sin embargo, para 2006 la ciudad de las escaleras logró una distinción aún mayor.
La Unesco lo declaró como “Patrimonio de la Humanidad” al ser un ejemplo de las ciudades industriales que se crearon a principios del siglo XX.
Esto generó que se destacara como uno de los destinos turísticos más importantes de la región de O’Higgins, algo que se pudo ver el último fin de semana de mayo, cuando celebraron el Día del Patrimonio.
La cuenta de Instagram de la División El Teniente de Codelo celebró ese día la llegada de más de 2 mil personas que fueron parte de los recorridos históricos que se hicieron en el lugar.