Una de las fotografías del crimen retrató la conmoción, la maldad de un asesino y el sufrimiento de quienes posaron, involuntariamente, junto al cuerpo cubierto con una manta en La escalera de Selarón. El artista chileno obsequió la obra, sin imaginar que, tiempo después, descansaría sin vida sobre ésta.
Corrían los primeros días de enero de 2013 cuando medios internacionales, entre ellos la BBC, ofrecieron un breve esbozo de la muerte de Jorge Selarón, artista plástico chileno que se radicó en la colorida Río de Janeiro desde 1983. 30 años después, de la fiesta de tonos, todo se volvió color luto.
El chileno, oriundo de Limache (1941), delineó un nombre como artista plástico y pintor, bien afianzado en sus lienzos y obras ceramistas.
Lo describieron como un autodidacta que se fue a perfeccionar lo que sabía a países como Argentina y viajó por media decena más. No fue extraño que su talento acabara por consolidarse en tierras brasileñas, donde brotó su obra, pero también fue desteñida con su asesinato.
La forma y el lugar son violentamente simbólicos, en una muerte que arrebata un hijo adoptivo a Brasil, uno biológico a Chile.
Esta es la crónica de su muerte en la escalera que regaló a una ciudad, donde terminó tendido, bajo varias hipótesis de muerte. La envidia, una de ellas, que acabó por teñir de sangre la famosa escalinata.
La escalera de Selarón: su obra y lecho de muerte
Entre los barrios de Santa Teresa y de Lapa, en Río de Janeiro, La escalera de Selarón se convirtió, desde sus inicios (1990), en una atracción turística carioca.
Los coloridos mosaicos de la escalinata, junto al Convento de Santa Teresa, son una fiesta visual, colocados en perfecta armonía para invitar a propios y extraños a contemplar la obra.
Jorge Selarón vivía a unos metros del lugar. Medios de comunicación, como la agencia de noticias Telam, consignaron que el artista chileno dedicaba tiempo a hablar con los turistas de su creación, la cual consideraba “viva y mutante”, de 125 metros y 215 peldaños. En el intertanto, pintaba como parte del recreo visual.
En medio de su gracia y fama artística, el oriundo de Limache, radicado hacía 3 décadas en Brasil, enfrentaba una preocupación: recibió amenazas de muerte de un exempleado de su taller, identificado como Paulo Sergio Rabello.
Según Selarón, el sujeto le exigía quedarse con una parte de las ganancias por las ventas de sus cuadros. Cuando el ceramista y pintor se negó, llegó la intimidación, que fue mencionada -coincidentemente- en la entrevista que el medio O Globo publicó del chileno el mismo día de su muerte.
La muerte sospechosa de un artista cuyo cuerpo quedó tendido en su obra
La mañana del jueves 10 de enero de 2013, una noticia impactaba desde Río de Janeiro hasta territorio chileno: un cuerpo yacía en La escalera de Selarón. Era el del autor de la obra que quedó tendida sobre esta.
La fotografía más representativa del hecho retrató sus restos con una manta encima y sobre la colorida escalinata, cuya cerámica se tiño de luto y algo más.
Jorge Selarón, de 65 años, presentaba quemaduras en casi todo el cuerpo, rociado con un disolvente que se activó con fuego. Un encendedor en la escena de lo que a simple vista pareció un homicidio.
El hombre, que decoró con mosaicos de varias partes del mundo la escalera, yacía a tempranas horas de la mañana en los últimos peldaños de la estructura. Nada había que hacer por su vida, cuando la muerte trágica tocó a su puerta, cerca del lugar que se convirtió en parte de su existencia.
Faltaba mucho por indagar y resolver en el enigma de su muerte. La pregunta de si fue un suicidio u homicidio persiste sin respuesta.
La escalera de Selarón, la sospecha y una polémica autopsia
El artista chileno informó días antes -por medio de una entrevista- que recibió amenazas de muerte de un exempleado de su taller. El mismo día de la publicación; el hallazgo de su cadáver.
Los peritos de Medicina Legal hicieron su trabajo. La policía interrogaba a los que podía en el lugar. La gente que se agolpó se mostró conmovida. La escalera de Selarón se convirtió de la noche a la mañana en el lugar donde su creador vio el principio de su fin en cada mosaico que pegó en la década de los noventas.
Tomando en cuenta la denuncia que Jorge Selarón formuló públicamente, las autoridades interrogaron a Paulo Sergio Rabello. Negó categóricamente haberlo asesinado rociando disolvente y prendiendo fuego a la humanidad de su excompañero en las artes.
Poco después, Medicina Legal informó de “la posibilidad de que la víctima se haya arrojado el líquido a sí misma”. Las pericias establecieron que el líquido activado mortalmente con fuego, fue lanzado de abajo hacia arriba, y no al revés, como lo haría un victimario contra su víctima.
No obstante, la policía no descartó pronto la hipótesis del asesinato.
“Este sueño loco y único solo terminará el día de mi muerte“
Cuando de recomendaciones de recorridos en Río de Janeiro se trata, La escalera de Selarón sobresale entre los principales atractivos, entre estos el Pan de Azúcar o la estatua del Cristo Redentor, entre otras.
Poco se habla de lo que se perfiló en un inicio como el posible asesinato de Jorge, el pintor, ceramista y autodidacta chileno que dejó su obra y vida en esa ciudad brasileña.
Muchos son los sitios turísticos que destacan, en cambio, su legado y sus palabras respecto a este.
“Este sueño loco y único solo terminará el día de mi muerte“, consignan entre sus más coloridas frases, como lo era su trabajo.
No fue tan así. La visita a las cercanías del Convento Santa Teresa ha sido millones de veces registrada en imágenes, en las escalinatas donde Selerón se fotografió en otras tantas ocasiones para mostrarlas al mundo. Es -irónicamente- en este sitio, donde protagonizó su última imagen, que lo inmortalizó en su obra a casi 10 años de su sospechosa muerte y con su cuerpo tendido sobre esta.