Carne de cerdo y de vaca -junto a sus órganos, como el hígado- comían los humanos en el 2.500 a.C. cerca de Stonehenge, en Reino Unido. Esto ha sido descubierto gracias al análisis de los parásitos en sus heces.
Un nuevo análisis de antiguas heces encontradas en el emplazamiento de un poblado prehistórico cerca de Stonehenge, en Reino Unido, ha descubierto pruebas de huevos de gusanos parásitos.
Esto sugiere que los habitantes se daban un festín con los órganos internos del ganado y alimentaban con las sobras a sus perros, según publican en la revista ‘Parasitology’.
Durrington Walls era un asentamiento neolítico situado a sólo 2,8 km de Stonehenge, y que data de alrededor del 2500 a.C., cuando se construyó gran parte del famoso monumento de piedra. Se cree que el lugar albergó a las personas que construyeron Stonehenge.
Un equipo de arqueólogos, dirigido por la Universidad de Cambridge, investigó 19 piezas de heces antiguas, o coprolitos, encontradas en Durrington Walls y conservadas durante más de 4.500 años. Cinco de los coprolitos (26%) -uno humano y cuatro de perro- contenían huevos de gusanos parásitos.
Los investigadores afirman que se trata de la primera prueba de la existencia de parásitos intestinales en el Reino Unido en la que también se ha identificado la especie huésped que produjo las heces.
“Esta es la primera vez que se recuperan parásitos intestinales en la Gran Bretaña neolítica, y encontrarlos en el entorno de Stonehenge es realmente extraordinario -destaca en un comunicado el autor principal del estudio, el doctor Piers Mitchell, del Departamento de Arqueología de Cambridge-. El tipo de parásitos que hemos encontrado es compatible con las pruebas anteriores de que los animales se alimentaban en invierno durante la construcción de Stonehenge”.
Parásitos revelan que humanos comían órganos de ganado
Cuatro de los coprolitos, incluido el humano, contenían huevos de gusanos capiláridos, identificados en parte por su forma de limón.
Aunque los numerosos tipos de capiláridos que existen en el mundo infectan a una amplia gama de animales, en las raras ocasiones en que una especie europea infecta a los humanos, los huevos se alojan en el hígado y no aparecen en las heces.
La evidencia de huevos de capiláridos en las heces humanas indica que la persona había comido los pulmones o el hígado crudos o poco cocinados de un animal ya infectado, lo que hace que los huevos del parásito pasen directamente por el cuerpo.
Durante las excavaciones del principal basurero de Durrington Walls, los arqueólogos descubrieron cerámica y herramientas de piedra junto con más de 38.000 huesos de animales. Alrededor del 90% de los huesos eran de cerdos, y menos del 10% de vacas. Aquí también se encontraron las heces parcialmente mineralizadas utilizadas en el estudio.
“Como los gusanos capiláridos pueden infectar al ganado y a otros rumiantes, parece que las vacas pueden haber sido la fuente más probable de los huevos del parásito”, señala Mitchell.
Los análisis isotópicos previos de los dientes de vaca de Durrington Walls sugieren que algunas reses fueron arreadas a casi 100 km de Devon o Gales hasta el lugar para un festín a gran escala.
Los patrones de carnicería previamente identificados en los huesos de ganado del sitio sugieren que la carne de vacuno se picaba principalmente para guisar, y se extraía la médula ósea.
“El hallazgo de huevos de gusanos capiláridos en coprolitos humanos y caninos indica que la gente se comía los órganos internos de los animales infectados y también alimentaba con las sobras a sus perros”, explica la coautora Evilena Anastasiou, que colaboró en la investigación mientras estaba en Cambridge.
Para determinar si los coprolitos excavados en el vertedero procedían de heces humanas o animales, se analizaron en busca de esteroles y ácidos biliares en la Instalación Nacional de Isótopos Ambientales de la Universidad de Bristol.
Uno de los coprolitos, perteneciente a un perro, contenía huevos de tenia de pescado, lo que indicaba que había comido previamente pescado de agua dulce crudo para infectarse. Sin embargo, en el yacimiento no se han encontrado otras pruebas de consumo de pescado, como espinas.
“Durrington Walls estaba ocupado en gran medida por temporadas, principalmente en los períodos de invierno. Es probable que el perro llegara ya infectado con el parásito -argumenta Piers Mitchell-. Los estudios isotópicos de los huesos de vaca en el yacimiento sugieren que procedían de regiones de todo el sur de Gran Bretaña, lo que probablemente también ocurría con las personas que vivían y trabajaban allí”.
Las fechas de Durrington Walls coinciden con las de la segunda etapa de la construcción de Stonehenge, cuando se erigieron los mundialmente famosos “trilitones” -dos enormes piedras verticales que sostienen una tercera horizontal-, muy probablemente por los residentes estacionales de este asentamiento cercano.
Mientras que Durrington Walls era un lugar de banquetes y viviendas, como demuestran la cerámica y el gran número de huesos de animales, Stonehenge no lo era, ya que se han encontrado pocos indicios de que la gente viviera o comiera allí en masa.
El profesor Mike Parker Pearson, del Instituto de Arqueología de la UCL, que excavó en Durrington Walls entre 2005 y 2007, añade que “estas nuevas pruebas nos dicen algo nuevo sobre la gente que venía aquí para los festines de invierno durante la construcción de Stonehenge”.
“La carne de cerdo y de vaca se asaba o se hervía en ollas de barro, pero parece que los despojos no siempre se cocinaban tan bien -añade-. La población no comía pescado de agua dulce en Durrington Walls, por lo que debieron coger las tenias en sus asentamientos de origen”.