Un nuevo estudio hace tambalear las suposiciones de siglos que indicaban que las momias del Tarim descendían de migrantes indoeuropeos. La investigación determinó que en realidad corresponde a una cultura indígena propia de Asia con poco mestizaje genético pero mucho intercambio cultural.
Durante más de un siglo se pensó que las momias encontradas en la cuenca del Tarim del desierto de Taklamakán en el oeste de China pertenecían a antiguos migrantes indoeuropeos con rasgos caucásicos, pero un nuevo estudio genético plantea que en realidad su origen era otro.
La investigación -liderada por la antropóloga de la Universidad de Harvard, Christina Warinner, y publicada esta semana en la revista Nature– determinó que los análisis al ADN de 13 de estas momias sugieren que corresponden a miembros de una cultura autóctona y genéticamente aislada, con mestizaje prácticamente nulo por más de 9.000 años.
No obstante, tal como reporta el diario El País, Warimer explicó que pese a este “aislamiento genético”, no hubo “aislamiento cultural”.
La profesional comentó que este grupo adoptó muchas prácticas extranjeras como cultivar trigo, cebada y mijo -algo propio del norte de China-, fabricar queso con una técnica aparentemente aprendida de los pastores de Siberia y usar ramas de efedra, planta medicinal de Asia Central, para enterrar a sus muertos.
“Nos sorprendió el llamativo contraste entre su aislamiento genético y sus conexiones culturales. No está claro cómo o por qué mantuvieron un aislamiento genético tan estricto, pero su apertura a la adopción de nuevas tecnologías es lo que probablemente hizo que tuvieran éxito en la colonización de los oasis del desierto de la cuenca del Tarim”, afirmó la antropóloga de Harvard que trabajó con investigadores de China, Alemania y Corea del Sur.
Momias del Tarim: Gente con costumbres inusuales
“Han sido tan enigmáticos”, dijo Warinner, quien también es parte del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana en Alemania. “Desde que fueron encontrados casi por accidente, han planteado muchas preguntas, porque muchos aspectos de ellos son únicos, desconcertantes o contradictorios”, añadió sobre estas momias de la edad de Bronce.
“Resulta que algunas de las ideas principales eran incorrectas, por lo que ahora tenemos que empezar a mirar en una dirección completamente diferente”, señaló en declaraciones recogidas por LiveScience.
La primeras momias de Tarim fueron encontradas por exploradores europeos a principios del siglo XX y por ese entonces, algunos antropólogos creían que estos restos momificados de forma natural en el desierto tenían rasgos faciales no asiáticos y que su cabello parecía ser rubio o rojo. Además, se percataron que su ropa era de lana, fieltro y cuero, materias inusuales en la zona.
Además, por sus costumbres inusuales (como enterrar a los muertos en ataúdes de madera en forma de barco junto a trozos de queso y poner lápidas con forma de remos) creían que no eran asiáticos, sino migrantes indoeuropeos que habían llegado allá tal vez de Siberia o las zonas montañosas de Asia Central.
No obstante, el nuevo estudio refuta todas estas suposiciones gracias a los análisis de ADN practicados a estas momias enterradas hace unos 4.000 años.
Completamente descendientes de los Antiguos Euroasiáticos del Norte
De hecho, el sondeo plantea que la gente de Tarim pareciera descender completamente de los Antiguos Euroasiáticos del Norte, una población del periodo Pleistoceno que habría desaparecido mayormente hace unos 10.000 años tras la última edad de hielo.
Cabe destacar que la genética de los Antiguos Euroasiáticos del Norte actualmente sobrevive en una pequeña una fracción en los genomas de algunas poblaciones actuales, particularmente entre los pueblos indígenas de Siberia y América.
En la investigación, también se comparó el ADN de las momias de Tarim con las del desierto de aproximadamente la misma edad descubiertas en la región de Dzungarian en el norte de Xinjiang. No obstante, estas tenían tanto descendencia de los Antiguos Euroasiáticos del Norte como de una población de pastores de las montañas Altai-Sayan del sur de Siberia llamadas Afanasievo, que tenían una fuerte genética vínculos con los primeros pueblos indoeuropeos Yamnaya del sur de Rusia.
“Especulamos que el duro ambiente de la cuenca del Tarim puede haber formado una barrera para el flujo de genes, pero no podemos estar seguros sobre este punto en este momento”, dijo el genetista y coautor del estudio Choongwon Jeong, de la Universidad Nacional de Seúl en Corea del Sur.
Pero curiosamente, pese a que no hubo mezcla genética, sí hubo intercambios culturales con muchos otros pueblos. “La gente de Tarim estaba genéticamente aislada de sus vecinos, mientras que culturalmente estaba muy bien conectada”, añadió Jeong, señalando que por ejemplo adoptaron prácticas extranjeras de pastorear ganado, cabras y ovejas, y de cultivar trigo, cebada y mijo.
“Probablemente esos elementos culturales fueron más productivos en su entorno local que la caza, la recolección y la pesca. Nuestros hallazgos proporcionan un sólido estudio de caso que muestra que los genes y los elementos culturales no necesariamente se mueven juntos”, dijo Jeong.
Controversias con el estudio
Tras la publicación del estudio esta semana, el historiador Victor Mair, profesor de chino en la Universidad de Pensilvania en Estados Unidos y experto en momias, aseguró al diario El País que la investigación era “básicamente defectuosa” y no quiso emitir más comentarios.
Y es que hace unas dos décadas Mair publicó un libro llamado Las Momias del Tarim junto al arqueólogo James Mallory, donde hablaban de conclusiones sumamente diferentes respecto al origen de estas reliquias.
Al ser consultado, Mallory dijo que el nuevo sondeo es “extremadamente interesante y valioso, aunque sus resultados no son tan sorprendentes”, agregando que este análisis genético no considera la hipótesis “cronológicamente más probable” que dice que una cultura de las estepas euroasiáticas de la Edad del Bronce llamada Okunevo fueran el ancestro de las momias de Tarim.
“Si hubieran comparado el ADN con el de los Okunevo, sería un estudio mucho más sólido”, afirmó.