Cuando se habla de la independencia de Chile, siempre se recuerda los mismos nombres. Bernardo O´Higgins, los hermanos Carrera, Manuel Rodríguez. Todos hombres. Pero, ¿qué rol tuvieron las mujeres?
Si bien no se les da el reconocimiento que merecen, las mujeres tuvieron un papel fundamental en aquella época. Especialmente algunas de ellas que ayudaron a la causa sin importarles las consecuencias.
“Las guerras y batallas no se ganan solamente en el frente. También exigen una serie de estrategias y actos de logística y apoyo, que en contadas ocasiones asumen las mujeres cuando los hombres deben alistarse”, explicó en una columna de opinión Jacqueline Dussaillant, investigadora del Centro de Investigación y Documentación CIDOC de la Universidad Finis Terrae.
“Es importante que empecemos a reconocer a todos los actores que jugaron un rol gravitante en la historia de nuestro país y poner la mirada en el quehacer femenino y masculino por igual”, sentenció.
Javiera
Javiera Carrera es uno de los pocos nombres femeninos que es mencionado ampliamente en los libros de historia. Ella “soportó duras pruebas y fue un apoyo para el proceso de la independencia, tuvo que enfrentar el exilio de su padre, luego la prisión y ejecución de sus hermanos y alejarse del país”, explicó la investigadora.
De acuerdo al sitio Memoria Chilena, para 1810 Javiera Carrera ya era una figura conocida, siendo el motor patriótico de su familia. Integrante frecuente de las celebraciones realistas, era usual que asistiera a los eventos en honor a los triunfos militares.
No sólo ayudaba a esconder soldados en su casa, sino que además estaba a cargo de recibir en la madrugada las carretas de los huasos que llegaban cargadas de armas, las que posteriormente serían repartidas en la ciudad.
Otro de los simbolismos por los que su figura trascendió, es porque fue quien habría bordado la bandera de la Patria Vieja, la que fue izada por primera vez en julio de 1812.
Maria Graham, viajera y escritora inglesa, describe a Javiera diciendo: “La hermana de José Miguel aspiraba a hacer de él un Napoleón, arrancándolo de la aturdida y borrascosa vida de joven calavera y dirigiéndolo hacia las metas del poder y la gloria”.
Paula y Luisa
Paula Jaraquemada y Luisa Recabarren son otros dos nombres a los que la historia no les ha hecho justicia como es debido.
“La primera, no solo recibió en su casa al ejército patriota tras la derrota de Cancha Rayada, sino que tuvo el arrojo de negarle las llaves de su bodega a un oficial realista, en franca actitud de rebeldía”, explicó Dussaillant.
“La segunda, en tanto, nunca dejó de recibir a los patriotas en su casa y de mantenerlos informados acerca de los preparativos que se hacían al otro lado de los Andes para favorecer la causa patriota”, añadió en su columna.
Según relatos históricos, muchas veces sus consejos fueron escuchados por los patriotas e incluso, por su participación en el movimiento, se vio obligada a huir a Argentina con su marido.
María
Una de las historias más dramáticas es la de la chillaneja María Cornelia Olivares, “a quien los realistas raparon y exhibieron amarrada en plena plaza pública a modo de castigo y escarmiento por sus abiertas palabras en favor de la causa independentista”.
Según cuenta la historia, se le escuchó decir que “hombres y mujeres deben tomar las armas contra los tiranos. La libertad a todos beneficia, todos deben amarla y defenderla”.
Sus constantes incitaciones a los realistas le prohibieron salir de su casa, orden a la que se rebeló terminó con las consecuencias antes mencionadas.
Agueda
Agueda Monasterio fue otra de las mujeres de la independencia con un trágico destino. Integrante de una familia ligada al trabajo, el comercio y las armas, se “convirtió en anfitriona del salón de tertulias políticas más revolucionario de la independencia”, según explicó en un paper Antonio Correa, historiador de la Universidad de Chile.
“Durante la Reconquista sirvió como espía de San Martín en Chile. Fue descubierta y fuertemente torturada con golpes, hambre, simulacro de ejecución y simulacro de mutilación de la mano de su hija. Nunca dijo nada”, agregó.
Jacqueline Dussaillant agrega “que salió de prisión prácticamente convertida en un cadáver”. Finalmente murió solo 6 días antes de la victoria de patriotas en Chacabuco en febrero de 1817.