Fue durante la última hora de la tarde del 16 de octubre de 1984, en Lépanges-sur-Vologne en Francia, que Christine Villemin informó la desaparición de su único hijo: Grégory Villemin, de cuatro años. La última vez que vio al niño fue jugando en el patio de la casa familiar. Horas más tarde, el cuerpo del pequeño era recuperado.
El crimen
Jean-Marie y Christine Villemin, de 26 y 24 años, vieron por última vez a su hijo con vida alrededor de las 17 horas jugando con arena frente a la casa. Unas cuatro horas después y gracias a una llamada anónima, el cuerpo del menor es encontrado en el río la Vologne, que nace de la cordillera de los Vosgos.
Los medios publicaron la imagen de la recuperación del pequeño, cuyos pies, manos y cabeza estaban atados con cuerdas; y su rostro cubierto por un gorro de lana. La fotografía se masificó y marcó de inmediato a la opinión pública francesa, lo que atrajo muchos periodistas, tanto nacionales como internacionales. Dos días más tarde, era portada. A pesar de que el cuerpo no mostraba rastros de violencia, no se podía negar el hecho de que fue un homicidio.
El funeral de Grégory se realizó cuatro días después de su desaparición, y fue despedido por una multitud. Los investigadores, al momento, estaban convencidos que el o los culpables, eran parte del círculo familiar del pequeño, según recuerdan en Libération. Durante el evento, fotógrafos y periodistas llegaron indiscriminadamente, y fueron alejados por los ciudadanos lanzándoles piedras.
Un enemigo invisible
Tres años antes, el padre de Grégory comenzó a recibir llamadas en las cuales un desconocido les hablaba de su familia. El acosador también llamaba a los padres de Jean-Marie Villemin, Albert y Monique, y a su hermano Michel; entregando datos y contando historias que demostraba que conocía muy bien a la familia Villemin.
Hasta 1983, sólo fueron llamadas de dos tipos: la primera, por el desconocido con voz ronca, eran anécdotas puntuales de la vida cotidiana de la familia, acompañadas de amenazas e insultos. Las segundas, eran con una voz de mujer, y eran dirigidas a médicos, ambulancias, e incluso funerarias para avisar que Albert Villemin había muerto.
Finalmente, realizaron una denuncia a las autoridades del acoso que estaban recibiendo en 1982. A partir de ahí, comenzaron a grabar las llamadas telefónicas de la familia. Los casetes fueron utilizados luego en la investigación del asesinato. Sin embargo, luego de la denuncia, el acosador cambia de método y comienza a mandar mensajes escritos a mano, insultos y amenazas, destinados a los padres y abuelos del menor. En total, escribió cinco, dentro de las cuales dos fueron enviadas después de la muerte de Grégory.
Una de las notas, que según los servicios de correo fue enviada poco después de la desaparición del niño, y recibida al día siguiente, dice: “Espero que mueras de pena, jefe. Tu dinero no podrá devolverte a tu hijo. Aquí está mi venganza pobre pendejo”. En las llamadas telefónicas y los mensajes escritos, solía referirse al padre de Grégory como “jefe”, se cree que debido al puesto de trabajo que Jean-Marie ocupaba en la fábrica en la que trabajaba.
Fue gracias a este acosador desconocido que el cuerpo del menor fue descubierto tan rápido: se estima que alrededor de las 17:30 horas del 16 de octubre de 1984, Michel Villemin, tío de Grégory, recibió una llamada en que el acosador le avisaba del crimen.
Le dijo que podría haber llamado a los abuelos del menor, pero que no habrían contestado. Las palabras escuchadas por Michel decían: “te llamo porque no contestan. Me vengué del jefe y secuestré a su hijo. Lo estrangulé y lo arrojé a la Vologne. Su madre lo está buscando pero no lo encontrará. Mi venganza está hecha.”
Sospechosos principales
Luego de revisar el contenido de los mensajes recibidos, los investigadores concluyeron que el acosador y, probablemente, asesino, fuera alguien cercano a la familia. Quince días después de que todo comenzara, la investigación tenía múltiples aristas, pero aún ningún sospechoso sólido.
Todo cambió dos días después cuando el 2 de noviembre, Muriel Bolle explica a los gendarmes que su cuñado, Bernard Laroche, pasó a buscarla al colegio ese día en auto y que juntos fueron a secuestrar al menor de los Villemin. En su testimonio dijo que luego de llevarse al niño, Laroche detuvo el auto y se bajó con él; para, después de un rato, regresar solo.
Bernard Laroche era el primo de Jean-Marie Villemin; y luego de la declaración de su cuñada fue detenido el 5 de noviembre de 1984 y acusado de asesinato. Muriel fue detenida por 34 días después de su declaración; y en ese período se retractó de su testimonio, diciendo que fue coaccionada por la policía. Su cuñado negó cualquier participación en el crimen o como autor de los mensajes recibidos por los Villemin; y fue liberado el 4 de febrero de 1985, a falta de más testigos.
La liberación de Laroche, junto a su reinserción a la sociedad, recibió mucha cobertura mediática. Tres semanas después, el periodista Jean Ker, de Paris Match, reprodujo a escondidas la cinta con el testimonio de Muriel Bolle a los padres de Grégory. Esa noche deciden juntos asesinar al primo de Jean-Marie, pero Ker los detiene.
Sin otros sospechosos a la mira, la investigación se centra en una nueva teoría: la voz de la mujer. Opiniones sobre el caso decían que el homicidio podría ser obra de una asesina, ya que el cuerpo fue tratado con cuidado; y, el 25 de marzo de 1985, expertos en escritura nombraron a Christine como la autora de las cartas.
Así, los investigadores se centran en una nueva sospechosa principal: Christine Villemin, la madre de Grégory; quien al momento estaba embarazada y al enterarse de la noticia debe ser llevada de urgencia al hospital debido a un sangrado.
Cuatro días más tarde, Jean-Marie va a visitar a su primo. Exasperado por la investigación, la falta de respuestas y la teoría de que su esposa era la asesina, se convence aún más de que Laroche fue quién mató a su hijo. Alrededor de las 13horas, el padre de Grégory va a visitar a Bernard, y le disparó un cartucho de perdigones en su pecho. Murió momentos más tarde.
Juicio contra Jean-Marie Villemin
Ocho años más tarde, en noviembre de 1993, el Tribunal Penal de Dijon abrió el juicio contra el padre de Grégory que duró tres semanas. A pesar del tiempo, el misterio alrededor del asesinato de su hijo seguía presente en la sociedad francesa.
El juicio contó con más de cien de testigos, un juez, un comisario de policía, un capitán de gendarmería, varios expertos de diversos temas, e incluso un gran número de periodistas, entre ellos Jean Ker.
El 16 de diciembre, Jean-Marie es declarado culpable y condenado a cinco años de prisión. También tuvo que pagar 908.000 francos (unos 110 millones de pesos chilenos) en daños a la esposa de su primo, Marie-Ange Laroche, y a sus dos sobrinos.
Un misterio sin resolver
A pesar de que el caso sigue abierto, y se han utilizado recursos y avances tecnológicos para intentar resolverlo, el misterio sigue existiendo. Hasta la fecha, aún no se sabe quién asesinó a Grégory Villemin, ni tampoco quien acosaba a la familia, ni si estos individuos eran (o son) la misma persona.
Fue en febrero del 2004 que, siguiendo los deseos de sus padres y hermanos, el cuerpo de Grégory, en el cementerio de Lépanges. La familia realizó una ceremonia privada, y el cuerpo fue incinerado en Épinal. Christine y Jean-Marie se quedaron con la mitad de las cenizas.
Actualidad
El 20 de noviembre 2019, se publicó una miniserie documental sobre el crimen francés en Netflix. Con sólo cinco episodios y dirigida por Giles Marchand y producida por Élodie Polo Ackerman, el proyecto audiovisual sigue la historia del crimen.
Además de la presentación de los hechos, el público celebró que, durante el documental, se utilizaran extractos de la película Le Corbeau (El cuervo) de 1943 de Henri-Geroges Clouzot; para explicar el origen del término “corbeau” y el uso abundante que tuvo en este caso ya que lo utilizaban para referirse al acosador
Finalmente, en enero de este año, el abogado de Christine y Jean-Marie Villemin, Me Thierry Moser, publicó un libro sobre su experiencia durante el caso; con permiso y colaboración de los padres del difunto.
Han pasado más de 35 años, y los tres siguen siendo amigos muy cercanos; amistad que se forjó durante la investigación. Lo que más llamó la atención de libro es que el padre de Grégory participó, e incluso fue citado, siendo que no hablaba públicamente desde el 2006.