La mayoría de nosotros ha oído hablar de la teoría de la selección natural de Charles Darwin y su tratado “El origen de las especies”, de 1859. Y todavía son más los que en algún momento de sus vidas han escuchado la expresión de la “supervivencia del más apto” y se la han atribuido al naturalista británico (aunque, de hecho, la tomó prestada del filósofo Herbert Spencer).
Sin embargo, otra obra posterior de Darwin, “El origen del hombre” (The Descent of Man), es mucho menos conocida.
Publicado hace hoy 150 años, el libro explora, entre otras cosas, la teoría darwiniana de la selección sexual, que él creía que era “una fuerza complementaria al cambio evolucionario”, como apunta la historiadora de la ciencia Janet Browne en el libro A Most Interesting Problem.
Browne escribió la introducción de este nuevo libro que discute en lo que “El origen del hombre” acertó y se equivocó sobre la evolución humana.
De la selección natural a la selección sexual
Publicado originalmente en dos volúmenes, “El origen del hombre” aborda diversos aspectos de la vida animal y humana, como la anatomía comparativa, las facultades mentales, la habilidades de utilizar la razón, la moralidad, la memoria y la imaginación, o cómo los animales deciden tener sexo (y con quién).
“Darwin propone que la selección sexual servía para explicar lo que llamó las ‘razas’ humanas y el progreso cultural”, escribe Browne.
El naturalista argumentaba que la selección natural explica que los humanos se hubieran separado en diferentes grupos raciales. Un indicador de ello serían el color de piel y de pelo. Pero Darwin fue más allá, escribe Brown, y defendió que “la selección sexual entre humanos también afectaría a características mentales como la inteligencia y el amor maternal”.
Y ello incluso dentro de los esos grupos raciales. Darwin escribió: “El hombre es más valiente, combativo y energético que la mujer, y tiene un mayor genio inventivo”.
“Creo que Darwin verdaderamente trataba de explicar las raíces biológicas del desarrollo de la civilización”, dijo Browne a DW en un correo electrónico. “Pensó que la selección sexual también era un factor importante del desarrollo de la mente humana”. Sin embargo, dice Browne, son muchos los que “encuentran que las ideas de Darwin son problemáticas”.
“‘El origen de las especies’ fue espectacular”, dice Jeremy DeSilva, antropólogo del Dartmouth College y editor del libro A Most Interesting Problem. “Pero luego, leyendo ‘El origen del hombre’, me sentí dividido”.
Por un lado, dijo DeSilva a DW, Darwin tenía un “conocimiento increíble” sobre cómo los humanos estaban conectados con otros organismos y que todos éramos parte de un gran proceso: “Que todo organismo tiene una historia evolutiva, así como nosotros. Descubrió algo y abrió el camino para todo un siglo o más de investigación científica”.
Y, sin embargo, dice DeSilva, “al leer estos capítulos sobre diferencias raciales y sexuales sentí vergüenza ajena. Estaba muy perdido. ¿Y por qué? ¿Era sencillamente un producto de su tiempo? ¿O tenía estos sesgos por sus privilegios como hombre británico en la época colonial victoriana?”
El problema es que Darwin podría haberlo hecho mejor. Podría haberse dado cuenta. “Tenía los datos, no es que no pudiera ir a contracorriente en su tiempo”, explica DeSilva. “Quiero decir… ¡Él escribió El origen de las especies!”
Pero a veces Darwin era incapaz de ver lo que tenía ante sus propios ojos.
“Él tenía la hipótesis de que debería de haber fósiles de humanos antiguos, y como nunca había visto uno, cuando se lo trajeron, no pudo verlo”, dice DeSilva. “Celebramos a Darwin, y deberíamos hacerlo, por sus ideas y sus increíbles habilidades de observación, experimentos, las preguntas que hizo, y su cuestionamiento del mundo. Fue un maestro de la observación. Pero no dijo apenas nada cuando se le trajo el fósil de esa calavera”.
En otra ocasión, Darwin escribió a Antoinette Brown Blackwell, la primera pastora protestante ordenada en Estados Unidos. Luego de “El origen del hombre”, Brown Blackwell escribió un libro llamado “Los sexos a través de la naturaleza” (The Sexes Throughout Nature), que explora las ideas de la igualdad, y mandó copias a Darwin.
“Él comenzó su respuesta con ‘Estimado señor’”, dice DeSilva, sorprendido. “Me hace pensar: ¿cómo es posible que ni siquiera se le pasara por la cabeza que una mujer hubiera escrito el libro?”
Holly Dunsworth, antropóloga de la Universidad de Rhode Island, también colaboró con “A Most Interesting Problem”. Respondió a DeSilva claramente: eran “los hombres y las tradiciones patriarcales” lo que impedía a las científicas abrirse paso en la época de Darwin.
Un longevo legado
La lectura de “A Most Interesting Problem” da la impresión de que Darwin afrontaba un conflicto interno: entre sus observaciones, sus sesgos y los de su tiempo. Y luego parece que sencillamente ignoró su propia ciencia.
Darwin plantea “si las llamadas ‘razas’ de humanos se derivaron o no de diferentes ancestros (según creían los poligenistas) o si compartían un ancestro distante (monogenistas)”, escribe Agustín Fuentes, antropólogo de la Universidad de Princeton.
Fuentes habla de cómo funciona el racismo. “No se trata del racismo individual, sino de las estructuras sistémicas de creencias que perpetúan esto”.
Y esas creencias sistémicas, dice Fuentes, se han mantenido hasta la actualidad. Eso se aplica a las actitudes respecto a las poblaciones indígenas de Australia o Estados Unidos. Y también, en un sentido más amplio, a las desigualdades observadas en el contexto de la pandemia mundial de coronavirus.
“Tomemos por ejemplo el caso de Estados Unidos y Reino Unido, donde vemos índices radicalmente diferentes de mortalidad y morbilidad, de infección y de muerte, según el color de piel. Pero no hay ninguna razón biológica para ello. Es producto de un sistema racista que crea cuerpos desiguales y vidas desiguales”, dice Fuentes.
“Es exactamente lo que Darwin vio e interpretó erróneamente como selección natural, cuando lo que realmente vemos son escenarios locales, sociales y ecológicos que crean divisiones culturales que se materializan en personas”, explica.
¿Pensaría Darwin diferente hoy en día?
El editor del libro, Jeremy DeSilva, dice que “sabiendo lo que sabemos hoy”, Darwin habría escrito otras cosas. En su opinión, el naturalista habría “defendido la ausencia de ‘razas’ biológicas”.
Holly Dunsworth, sin embargo, es menos indulgente. “Lo haría mejor hoy en día porque se beneficiaría de todos los que lo estamos haciendo mejor que él”, escribió en un correo electrónico a DW.
“Uno de los hilos del libro es pensar en lo que Darwin disfrutaría sabiendo lo que sabemos hoy. Pero yo no me siento cómoda imaginando algo tan personal sobre él. Quizás sea porque estoy enfadada con él y no quiero darle una parte de mí”, explica Dunsworth.
“Darwin era rico y estaba bien conectado. Si se publicaran hoy en día, sus ideas tendrían audiencia y los antropólogos y otras personas tendrían que estar apagando fuegos por doquier”, afirma. Dunsworth hace referencia a las polémicas en redes sociales con intelectuales como Steven Pinker y Richard Dawkins y “políticos que todavía comparar a oponentes de color con primates no humanos, y toda clase de gente poderosa que cree que las mujeres y los hombres evolucionaron por separado para mantener estereotipos de roles de género patriarcales”.