Mucho antes del coronavirus, el mundo debió enfrentar la pandemia de peste más mortal que hubo en la historia. Fue la peste negra, enfermedad que mató a más de 200 millones de personas sólo en Europa, entre los años 1347 y 1353.
Aquel brote se propagó desde Asia a Europa a través de barcos y rutas comerciales, teniendo resultados nefastos para la salud de la población y la economía, que por esos años se basaba en lo que se producía en los campos.
Hasta el día de hoy no existe consenso respecto a los síntomas que originó esta enfermedad en las personas, aunque muchos reportan que quienes se infectaron sufrieron una hinchazón dolorosa de los nodos linfáticos, ennegrecimiento de la piel y otros síntomas terribles.
Si bien han pasado cerca de 700 años de aquel brote, hasta el día de hoy existe una imagen que está muy grabada en las personas: las extrañas máscaras que ocupaban los denominados médicos de la peste negra.
La imagen de estos supuestos médicos es bastante peculiar: estaban tapados de pies a cabeza por una túnica de género, llevaban puesto un pequeño sombrero de copa y la característica máscara puntiaguda.
Según detalla la National Geographic, los métodos de estas personas eran bastante alejados de lo que es la medicina actual, ya que recetaban a sus pacientes brebajes protectores de hierbas y antídotos naturales de la peste.
Junto con eso estaban encargados de registrar los testamentos de las personas y llevar a cabo las autopsias de estas mismas.
El uso de estas máscaras picudas se le atribuye al médico francés Charles de Lorme, quien trató a varios miembros de la Casa de los Medici, desde 1610 hasta 1650.
De acuerdo al citado medio, los médicos que ocuparon estos antifaces llenaban con perfume los agujeros que conectaban con el exterior. En ese tiempo creían que la peste se transmitía por medio del aire envenenado.
Debido a eso, colocaron en estas zonas especies como acres y hierbas, las cuales creían que eran capaces de fumigar los espacios que estaban afectados por la enfermedad y proteger a quienes respiraban ese aire.
Errado o no, Lorme creyó que aquella forma puntiaguda de las máscaras permitía que el aire se mezclara con las hierbas antes de llegar a las fosas nasales.
Hay que señalar que la causante de la peste fue una bacteria llamada Yersinia pestis, la cual se habría propagado por los continentes a través de las pulgas, quienes la transmitieron a los humanos a través de su picadura.
No obstante, también puede haber contagio a través del contacto con superficies contaminadas o por la inhalación de gotas infectadas de saliva, tos o estornudos.