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La tendencia del "Trash the dress" en las bodas ha ganado popularidad entre las parejas que buscan una sesión de fotos única y creativa tras el gran día. Esta tradición implica destruir el vestido en un entorno remoto o de difícil acceso para capturar imágenes originales y memorables. Sin embargo, esta práctica no está exenta de peligros, como lo demostró el trágico caso de María Pantazopoulos, una novia canadiense que perdió la vida durante una sesión de fotos en las cataratas Dorwins Falls. Este suceso ha generado conciencia sobre los riesgos involucrados en esta tendencia y la importancia de priorizar la seguridad en estas sesiones post-boda.
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Existen muchas tradiciones y prácticas para hacer de las bodas un día memorable, las cuales cada año cautivan con mayor deseo a las futuras parejas. Sin embargo, existe una en específico, denominada Trash the dress, que podría hacer dudar a los novios sobre cuanta importancia tiene el obtener una fotografía de calidad.
Tal como lo dice el nombre de la tradición, esta consiste en destruir el vestido, pero no de una manera manual, haciéndole agujeros a la prenda, más bien es darle otro tipo de trato. Una forma menos delicada y con menos pulcritud, como es común antes de la gran noche.
Se sabe que las mayoría de las novias invierten una gran cantidad de dinero en el vestido para su noche especial, por lo que el rito les da la cierta libertad y les significa un respiro, luego de toda la planeación de la boda.
Para participar de esta tendencia fotográfica y rememorar el gran día, la novia, en vez de guardar el vestido, se somete a una sesión de fotos en lugares remotos o de difícil acceso, pero que sean tildados como “bonitos”. Esto para darle un toque creativo al álbum de fotos que quedará para el recuerdo de los recién casados.
Lo primordial es realizar la sesión posterior a la boda, como una forma simbólica de creer que el vestido ya cumplió su propósito. Los lugares o técnicas preferidas para esta tendencia son, las playas, el agua, barro, lanzarse pintura u otros entornos naturales. Cualquier lugar puede ser apto para participar, lo que hay que tener claro es que se tiene que mantener lo esencial, destruir el vestido.
La clásica práctica viene de la mano del fotógrafo de Las Vegas, John Michael Cooper, quien tras su deseo de salir de las sesiones de boda comunes y “aburridas”, como lo expresó hace un tiempo en el diario The New York Times, comenzó a utilizar técnicas más atrevidas y a proponerle a sus clientes que posaran en contextos diferentes de lo común. Sus sesiones consistían en posar en entornos sucios o desordenados, sumergir a la pareja en agua y prenderle fuego al vestido.
El lado b del recuerdo
Si bien pareciera ser que es una tendencia divertida e inofensiva, sin embargo, existe un grave peligro detrás, debido a que no siempre se elige con consciencia y pensando en las posibles consecuencias que pueden existir al tratar de crear una “buena” fotografía.
Así fue el caso de María Pantazopoulos, una novia canadiense que tras intentar unirse a esta famosa práctica perdió la vida.
La novia se casó en junio del 2012 y tan solo un mes después ocurrió el trágico accidente. Según detalla el medio CTV News de Motreal, María Pantazopoulos se encontraba junto al fotógrafo Louis Pagakis, en las cataratas Dorwins Falls de la ciudad de Rawdon, para llevar a cabo la sesión de este rito tan importante para las novias.
Mientras posaba para la cámara de Pagakis, la novia decide descender hacia las cataratas para obtener una toma dentro del lago. “Hazme algunas fotos mientras nado un poco en el lago” recuerda Pagakis las palabras de la mujer antes de bajar hacia donde sería el punto de quiebre de la sesión.
Al momento en que el vestido entra en contacto con el agua, lo comienza a sentir pesado y deja con poca libertad de movimiento a María. Situación que no vendría nada bien para lo siguiente, pues la corriente de las cataratas siguió su dirección, arrastrando a la recién casada hacia ocho metros de profundidad del lago, dejándola sin fuerza para resistirse a ella y salir ilesa de tal hazaña.
En ese momento, Louis Pagakis, quien la acompañaba comenzó a pedir ayuda e intentar entrar al lago para salvar la vida de la novia, “Salté, grité y vociferé, hicimos lo mejor que pudimos” detalla para el medio canadiense, CTV News Montreal. Pese a sus intentos, cualquier acción habría sido en vano, pues la corriente del caudal tenía demasiada fuerza. El cuerpo de la difunta fue recuperado unas horas después por el equipo de rescate.
Luego del accidente de Pantazopoulos, otros fotógrafos dieron sus testimonios, para el mismo medio, de situaciones similares en el mismo lugar. Como fue el caso de Mario Michaud, quien contó con un poco más de suerte que Pagakis, ya que su clienta logró evitar un lamentable episodio. Aún así, el suceso de María deja en consciencia de los futuros novios que quieran seguir con la tradición a tomar un poco más de cuidado en la sesiones.
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