Las mujeres son las que más se matriculan en carreras de pregrado en las universidades chilenas. Ellas representan el 53,7% y los hombres un 46,3%, según el Informe 2022 sobre Matrícula, elaborado por el Servicio de Información de Educación Superior.
A pesar del avance en participación femenina, aún hay áreas del conocimiento donde predominan los hombres o mujeres. Los varones prefieren carreras ligadas a la ciencia y la tecnología, mientras que las mujeres, las relacionadas al cuidado, como Educación Parvularia u Obstetricia y Puericultura, de acuerdo con datos del Informe Tendencias de Estadísticas de Educación Superior por sexo realizado por el Consejo Nacional de Educación (2021).
Estas divisiones están influenciadas por el género, lo que es definido por la Organización Mundial de la Salud, como los roles, las características y las oportunidades instauradas socialmente, que se consideran apropiadas para los hombres, las mujeres y las personas con identidades no binarias, es decir, que no se identifican con lo masculino o lo femenino.
Carolina Aparicio Molina, académica y Directora de Género de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), explica que la elección de una carrera está condicionada por los estereotipos de género, que configuran las capacidades personales, el cómo se aprende y se trabaja.
De esta forma, surgen las disciplinas profesionales feminizadas y masculinizadas, en otras palabras, “carreras que tienen un acceso mayoritario de hombres o de mujeres en una proporción que es muy alta”, según expone Viviana Figueroa Quiroz, psicóloga encargada de la Unidad de Estudio y Prevención de la Dirección de Equidad de Género y Diversidad de la Universidad de Concepción (UdeC).
Carolina Aparicio expone que las carreras masculinizadas están vinculadas a la competencia y el individualismo. Además, estas se caracterizan por tener prestigio social, de acuerdo a lo que señala Rodrigo Azócar, trabajador social y Doctor en Estudios Interdisciplinares de Género.
Por otro lado, de acuerdo a lo que plantea el profesional, las carreras feminizadas son precarizadas y desvalorizadas, ya que se les relaciona a funciones asignadas culturalmente a las mujeres, como por ejemplo, los cuidados de otros.
En concreto, una carrera considerada masculina es Ingeniería Electrónica y otras similares, donde el 2021 en Chile, la matrícula de hombres alcanzó un 97,9% del total. En tanto, una profesión feminizada es Educación Parvularia, con un 98,3% de participación de mujeres, según el Consejo Nacional de Educación.
Tras estas claras divisiones, entidades como la Organización de las Naciones Unidas Mujer o la agrupación Chicas en la Tecnología, buscan aumentar el número de mujeres en carreras STEM, acrónimo de los términos en inglés: ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (science, technology, engineering and mathematics).
Sin embargo, la cifra a la inversa es desproporcional. La participación de hombres en carreras feminizadas es baja y, conforme a la antropóloga y Especialista en Género de la Unidad de Inclusión de la UCSC, Amanda Sanhueza Ramos, no ha habido una lucha tan visible en esos casos.
Surge entonces la interrogante… ¿existe el mismo interés por la incorporación de hombres en carreras con alta participación femenina?
Hombres en carreras feminizadas
En Chile, sólo 33 hombres se matricularon en Educación Parvularia el 2021, frente a un total de 1.923 mujeres. En Obstetricia y Puericultura, sólo el 4% de los matriculados fueron varones, de acuerdo con cifras del Informe Tendencias de Estadísticas de Educación Superior por sexo del Consejo Nacional de Educación.
Ambas carreras, ligadas a la educación y al cuidado, evidencian que estos espacios son ocupados mayoritariamente por mujeres. ¿Por qué hay poca participación masculina en estas áreas? Las razones son multifactoriales, según señalan los expertos.
En primer lugar, la elección de una carrera profesional está orientada por la forma en que vemos el mundo desde que somos niños y niñas. La psicóloga Viviana Figueroa comenta que desde la infancia aprendemos que constituye lo femenino y lo masculino desde diversas instituciones, como la familia, escuela o la comunidad.
Desde allí, comienzan a formarse y repetirse los estereotipos de género, es decir, ideas generalizadas sobre los atributos o características propias de hombres y mujeres.
El impacto que tienen en la niñez es decisivo. “Estos son funcionales a un orden de género, van moldeando nuestros intereses, incluso nuestras habilidades”, explica Viviana.
Como ejemplo, la profesional expone lo siguiente: “A nosotras nos alientan a jugar con muñecas y muñecos, a tener el cuidado como un elemento importante en nuestra vida. No así a los niños, donde esto es castigado o censurado”.
Incluso, en el sistema escolar, “se reproducen estereotipos de género que hacen que ciertas profesiones se categoricen como esencialmente ‘masculinas’ y ‘femeninas’, y que operan como determinantes al momento de decidir una carrera”, consigna un artículo de Comunidad Mujer (2017) titulado Mujer y trabajo: Brecha de género en STEM, la ausencia de mujeres en Ingeniería y Matemáticas.
Según Rodrigo Azócar González, Doctor en Estudios Interdisciplinares de Género, el sistema económico chileno es otro factor determinante en la elección de una carrera.
“La oferta académica de la educación superior en Chile pasa por una cuestión de mercado. Cuando presentamos un producto a jóvenes, tiene que ser atractivo, por lo tanto, asume también ciertas características de un contexto social donde se valoran unos elementos por sobre otros”, comenta. Dentro de esos elementos están el prestigio y el estatus.
Los sueldos son mayores en profesiones ligadas a la ciencia y tecnología, justamente carreras masculinizadas. Al contrario, las disciplinas feminizadas “están asociadas a la labor femenina, y, por tanto, están menos valoradas y posicionadas económicamente en contextos como el nuestro”, declara Rodrigo Azócar.
En Chile, al quinto año de egreso de Ingeniería Civil Electrónica se ganan aproximadamente 2 millones doscientos mil pesos, versus Educación de Párvulos, donde la cifra desciende a novecientos ochenta mil pesos (cifras del portal Mifuturo.cl).
Ser hombre y estudiar una carrera feminizada: prejuicios y beneficios
Gerald Fernández Muñoz (20 años) decidió estudiar Educación de Párvulos en la UCSC. “Ingresé por el tema de la inclusión, para visibilizar estas carreras sexualizadas por género”, relató el joven, quien considera que faltan hombres en carreras como esta.
No tiene profesores educadores de párvulo y tampoco conoce a alguno que ejerza, lo que no es extraño: a nivel nacional en 2021, solo 28 hombres trabajaban en establecimientos educacionales infantiles como técnicos o educadores de párvulo, frente a 84.792 colegas, según el Informe de Caracterización de la Educación Parvularia del Ministerio de Educación.
Ya en su cuarto semestre, en su práctica, ha sentido el peso de los prejuicios. “Me sentí incómodo, tenía ciertas restricciones. Por ejemplo, no podía acompañar a los niños al baño, aunque vaya con alguna técnico o la misma educadora, por los prejuicios. Es entendible, pero me sentía un poco más atrás respecto a mis compañeras”, explicó Gerald Fernández.
Al respecto, Viviana Figueroa señala: “Ahí se enfrentan con prejuicios respecto de la habilidad de los hombres para el cuidado”.
Aunque no todo es negativo. Según la académica Carolina Aparicio, “no existen barreras directas para el ingreso de un hombre para estudiar una carrera feminizada. Pero sí se evidencia, cuando tú le preguntas a una mujer que estudió ingeniería, que sí hay barreras de acceso”, comentó.
Existen diferencias en ambas dinámicas. Por ejemplo, cuando una mujer ingresa en un entorno masculino “es invisibilizada, se le tiende a callar o no prestar atención a lo que dice. Cuando hay un hombre en un entorno de mujeres es al revés, sí se le presta atención, sí se le trata de incluir, eso sí es una diferencia”, explica la antropóloga Amanda Sanhueza.
Incluso, a veces gozan de ciertos beneficios. En el artículo Hombres en profesiones de cuidado tradicionalmente feminizadas, de Juan Guillermo Figueroa y Tania Hernández, se describe el término glass escalator (escalera de cristal, en español), creado por Christine L. Williams en 1992.
En este fenómeno, “los hombres en profesiones feminizadas ascienden más rápido que las mujeres en profesiones dominadas por los hombres”, consigna el estudio de 2009, que reunió la experiencia de siete varones en carreras ligadas al cuidado en Brasil, Chile, India, México y Sudáfrica.
Amanda Sanhueza y Carolina Aparicio declaran haber observado este patrón en su ejercicio profesional y académico.
El desafío de incorporar hombres: ¿una verdadera necesidad?
“Creo que más que una necesidad, es un aporte”, afirma Carolina Aparicio, quien ve esta incorporación como una contribución que debe ser evaluada por cada carrera, más que una necesidad urgente, como lo es fomentar la participación de mujeres en carreras STEM.
“Tal como las experiencias de las mujeres son importantes en la ciencia y la tecnología, las experiencias de los varones deben serlo en el cuidado y la educación”, reflexiona la psicóloga Viviana Figueroa.
Actualmente, “no hay una intención explícita de incorporar hombres en carreras feminizadas, como sí lo hay, que me parece bien, en agregar mujeres en profesiones masculinizadas. Hay una desigualdad histórica que se tiene que reparar, pero no al revés, no se considera al hombre como un problema”, sostiene Rodrigo Azócar.
La incorporación de hombres en carreras feminizadas es un desafío, especialmente para enfrentar los prejuicios a nivel cultural. “En la medida en que los hombres se vayan acercando más al cuidado en sus vidas cotidianas, vamos a ir transformando este rol”, reflexiona Viviana Figueroa.
Asimismo, Rodrigo Azócar considera fundamental poner a los hombres como sujetos de estudio y analizar sus roles en los diferentes contextos sociales, además de aumentar los estudios sobre las masculinidades, es decir, qué significa ser hombre hoy en día.
De forma más concreta, Viviana Figueroa menciona el importante papel de las acciones afirmativas por parte de las casas de estudios. Estas buscan favorecer el acceso de un grupo segregado a través de medidas visibles, como por ejemplo, la norma de paridad.
Sin embargo, son pocos los casos de las universidades que realizan acciones para incorporar hombres en carreras con mayor participación de mujeres. En la región del Biobío, la UdeC o la UCSC carecen de programas dirigidos a fomentar el ingreso de varones a áreas feminizadas, como sí los hay para mujeres en ciencia y tecnología.
La Universidad de Chile, por ejemplo, desde la admisión 2021, cuenta con cupos especiales de equidad de género para hombres en las carreras de Educación Parvularia y Trabajo Social.
Gerald Fernández, estudiante de Educación de Párvulos, hace un llamado a que los jóvenes estudien lo que desean. “Que se motiven y sigan sus pasiones. No sacan nada con guardarse las cosas, ya estamos en el siglo XXI. Yo hice lo que quería y me ha ido super bien. Mis capacidades son iguales a las de mis compañeras y, a la vez, tenemos capacidades diferentes para enseñar”, reflexiona.