Conmoción a nivel internacional, provocaron los acontecimientos registrados el sábado recién pasado en Iquique, donde una manifestación contra la inmigración ilegal terminó con una turba quemando pertenencias de migrantes venezolanos. ¿Racismo, xenofobia o aporofobia? en esta nota analizamos la visión de una experta internacional ante el fuerte repudio a los extranjeros que se da en múltiples partes del mundo.
De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadísticas entregadas en julio de 2021, la población extranjera residente en Chile llegó a 1.462.103 personas en 2020, es decir, un 0,8% más que en 2019. Estas estimaciones se realizaron considerando hasta el 31 de diciembre del año pasado, y se determinó que la mayoría de ellos proviene de Venezuela (30,7%), Perú (16,3%), Haití (12,5%), Colombia (11,4%) y Bolivia (8,5%).
Más recientemente, los ánimos anti-migrantes se han centrado principalmente en la población venezolana y haitiana. En el caso de estos últimos incluso el diario inglés The Guardian publicó un artículo que evidenció las duras situaciones que debían vivir los centroamericanos en suelo nacional.
En tanto, la situación de muchos venezolanos no es mejor, quedando de manifiesto con lo ocurrido en Iquique. “Nos quemaron todas las pertenencias, todos los papeles, se llevaron a uno de mis perros. Éramos como 30 venezolanos, que estábamos esperando el pasaje para irnos más adelante”, dijo uno de los afectados en la manifestación del sábado.
¿Racismo, xenofobia o aporofobia?
Hay algunos expertos que postulan que esta situación -que no es exclusiva de Chile- no es sólo xenofobia (odio a lo extranjero), sino que es un tema mucho más profundo y que tiene más bien relación con el rechazo de gran parte de la población hacia la pobreza.
“La corrupción del carácter consiste en admirar a los ricos y despreciar a los pobres, en vez de admirar a los sabios y las buenas personas y despreciar a los estúpidos. La gente admira a los que están bien situados y desprecia totalmente a los que parece que han fracasado en la vida, cuando en realidad la pobreza tiene que ver con el fracaso de una sociedad”, aseguró la filósofa española experta en ética, Adela Cortina, quien en una entrevista con el diario El Mundo se refirió a este problema.
Tal como explicamos en una nota anterior de BioBioChile, la aporofobia -o rechazo profundo a la pobreza- es un término que fue acuñado por la académica de la Universidad de Valencia, quien está convencida de que muchas veces tildamos de “xenofobia” o “racismo” este ánimo adverso contra los inmigrantes o refugiados (en el caso de Europa), pero en realidad lo que produce aversión no es que esas personas provengan de otros países, sino es que sean pobres.
“Me parece oportuno que se ponga sobre el tapete que este fenómeno existe, dándole un nombre. Me llama la atención cuando se dice que hay que darle un nombre a las tormentas, por ejemplo, o a los ciclones, porque la gente se previene así frente a ellos. Pues el rechazo al pobre, el relegarlo socialmente, también hay que prevenirlo así, porque es lo más contrario a la dignidad de las personas y es un desafío contra la democracia. No puede ser que una parte de la población desprecie a otra y los considere inferiores”, aseguró al diario El País.
Este concepto ideado por Cortina destapa una realidad que algunos no quieren ver. “Se habla mucho de la xenofobia que es el odio al extranjero, la prevención o el recelo frente al extranjero, y a mi me da la sensación que eso no es tan así. Porque hay extranjeros que son muy bienvenidos, y son pues los futbolistas de fama, o los turistas que vienen a traer una gran cantidad de dinero, y son extranjeros pero todos estamos encantados de que vengan. Pero los pobres sí que molestan, parece que no se sabe qué hacer con ellos”, comentó la académica a la revista PlayGround.
“Desgraciadamente se da en todos los lugares, en todos los sitios. Los gitanos que molestan no son los de la familia de Lola Flores y que cantan y tocan maravillosamente bien, sino que (…) los de los barrios pobres”, ejemplifica. “A Trump no les molestan los extranjeros en general, sino que los mexicanos, nicaragüenses, los que cruzan la frontera, a esos hay que ponerles una valla, no a los que llegan en avión”, agregó.
Lamentablemente -explicó- hay partidos políticos que buscan ganar votos movilizando esos sentimientos. Cortina indicó que gente como Trump consiguió apoyo extendiendo la idea de que los inmigrantes les van a quitar el trabajo, traer problemas, solicitar beneficios de salud o que va a crecer la delincuencia. “Entonces empieza a unir la palabra ‘mexicano’ o ‘nicaragüense”” a esos conceptos, agregando que las personas que están en una situación “media-baja” intelectual y socialmente les suena como algo real.
“No puede ser que rechacemos a los pobres, entonces no tenemos una democracia inclusiva sino excluyente, y ni siquiera es una democracia. Si no se respeta la dignidad de todos no hay posibilidad de democracia”, sentenció la académica.
¿Se puede hacer algo?
Cortina cree que son dos los puntos clave para combatir la aporofobia. El primero es que los estados trabajen en serio por políticas sociales que localicen a las personas más vulnerables de la sociedad y las incorporen realmente a la sociedad.
Lo segundo es educar “para la inclusión y la cooperación, no para el conflicto”, pues actualmente se alienta a los niños a ser siempre los primeros y “ganarle” a los demás, lo que -a su juicio- “cultiva la aporofobia”. Y lo cierto, dice Cortina, es que “no hay ningún ser humano que no tenga nada valioso que ofrecer”.