No cabe duda que esta semana ha estado marcada por la noticia del falso cáncer del convencional constituyente Rodrigo Rojas Vade, situación que lo obligó a ausentarse de las sesiones de la Convención y presentar una licencia médica.
El caso ‘explotó’ en medio de complejas semanas para el organismo, que también ha tenido que enfrentar disputas internas y críticas hacia su mesa directiva.
Chile en su historia reciente ha vivido casos relacionados a mentiras en torno a enfermedades de gravedad. Sin ir más lejos en 2016 una situación similar ocurrió con Rafael Garay.
En ese entonces el supuesto economista inventó que estaba enfermo de cáncer tipo glioblastoma, el cual anunció justo cuando se detectaron estafas de AC Inversions, IM Forex y el Grupo Arcano.
Justo después de eso Garay salió del país rumbo a Francia, con la excusa de tratar dicha enfermedad, la cual nunca existió.
Otra situación de similares características afectó a la bloguera australiana Belle Gibson, quien entre 2013 y 2015 mintió a más de 1 millón de seguidores respecto a un falso cáncer cerebral.
La involucrada indicaba que estaba tratando esta enfermedad únicamente con terapia alternativa, dando cuenta de esto a través de constantes publicaciones en redes sociales.
Sin embargo, la mentira quedó al descubierto cuando comenzaron a pedirle sus exámenes médicos, a lo que ella constantemente se negó. Finalmente, en una entrevista en televisión terminó confesando que no tenía cáncer.
Su fama se fue ‘a pique’ e incluso fue demandada por quienes realizaron donativos por su causa. Todo un escándalo en ese país.
Trastorno facticio
A raíz de este último caso, en 2015 la psicóloga australiana Melissa Keogh explicó a la BBC que existen personas que padecen el denominado Trastorno Facticio.
A grandes rasgos, este consiste en sujetos que engañan al resto mediante la invención de enfermedades, enfermándose a propósito e incluso inventando males de salud a familiares para su beneficio personal.
“Las personas sanas y equilibradas no tienen que inventar enfermedades para llamar la atención o para obtener beneficios financieros”, sostuvo.
“La persona que hace este tipo de cosas, suele hacerlo después de un trauma o un trastorno infantil. Si recorres su trayectoria, suele haber algún tipo de desorden afectivo”, agregó.
Respecto a esta situación el médico Juan Meneses, psiquiatra de Clínica Las Condes, indicó a BioBioChile que existe el trastorno facticio y también la simulación de enfermedades.
“Lo que es claro es que la persona imita síntomas, ya sean patologías psiquiátricas o algo más físico. Lo curioso de este trastorno es que las personas están conscientes del acto de imitar, ellos voluntariamente imitan.
Sin embargo, lo otro curioso es que no pueden dejar de hacerlo. Compulsivamente actúan el síntoma, no pueden desprenderse ni dejar de actuar. Eso es algo inconsciente, no lo pueden controlar”, explicó.
“La motivación que habría para imitar síntomas es la de resolver algún conflicto, que muchas veces pueden ser difíciles de dilucidar. Quizás es un conflicto familiar o laboral. Hay que investigar qué pasa con sus vidas para saber por qué recurren a este tipo de imitaciones”, añadió.
Una opinión similar tiene Sebastián Barrera, psicólogo del Centro Psyalive, quien sostiene que pueden haber muchos objetivos a la hora de inventar enfermedades.
“Es importante precisar que este trastorno no es sólo inventarse una enfermedad para conseguir un beneficio, sino que se diagnostica cuando la persona sabe perfectamente los síntomas que produce su diagnóstico falso, pero no es capaz de reconocer que bajo su conducta existe un problema mucho mayor”, expone.
“No existen causas específicas para inventar enfermedades graves, sin embargo, es posible que ante algún acontecimiento vital estresante como la muerte de un ser querido u otra enfermedad grave esto pueda ocurrir. Aunque es poco frecuente, lo importante es reconocerlo y tratarlo antes de que la persona ponga en riesgo su vida para mantener su diagnóstico falso”, agregó.
Por último, Meneses hace una distinción entre las personas de este grupo con quienes suelen simular enfermedades, situaciones que son muy distintas, pese a que pueden sonar similares.
“Por otro lado está la simulación. El paciente imita patologías físicas o psiquiátricas, pero aparte de esto él sí puede controlar conscientemente la acción. Él está consciente de lo que quiere lograr, por lo que la motivación es diferente. Se puede aplicar a cuando una persona imita una depresión para obtener una licencia médica y evitar ir a trabajar. Tiene claro por qué lo está haciendo”, detalló el psiquiatra.
“A diferencia del trastorno facticio yo puedo dejar de hacerlo cuando quiera y habiendo cumplido mi objetivo. Eso tiene que ver con alguien que tiene rasgos que van ligados a lo psicopático, o de ganancias personales”, concluyó.