Un pinchazo que salva vidas: así de convincente era la promesa de Elizabeth Anne Holmes, fundadora de la startup estadounidense Theranos, que la hizo surgir como emprendedora modelo, y también fue el motivo de su estrepitosa caída. Unas gotas de sangre alcanzan, según anunciaba, con ayuda de un aparato desarrollado especialmente para eso, para determinar el nivel de hormonas y virus, así como descubrir anomalías y hasta detectar enfermedades peligrosas. El problema es que el aparato, que llevaba el ampuloso nombre de Edison, nunca funcionó.

A pesar de eso, Holmes se salió durante años con la suya. Durante más de 12 años convenció a empresas, ejecutivos y multimillonarios de que las posibilidades de Edison eran tantas, tan eficientes y rentables, que no solo aliviarían la extracción de sangre, sino que también reemplazarían pruebas de laboratorio complicadas y caras para siempre.

La cadena de farmacias Walgreen ofreció ese servicio, una supuesta revolución en la medicina, a 40 comercios en los estados de Arizona y California. Presuntamente cientos de miles de clientes obtuvieron así resultados de análisis de sangre inexactos, que incluso ponían en peligro sus vidas.

Acusaciones: fraude contra inversores, médicos y pacientes

La trampa tendida por Elizabeth Holmes fue descubierta gracias a John Carreyrou, un periodista investigativo del Wall Street Journal. Hace unos seis años, Carreyrou recibió una llamada de un exempleado que le hizo notar algunas irregularidades en su empresa. Sus investigaciones, entrevistas y publicaciones fueron esenciales para desenmascarar a Holmes.

Con la elección de los miembros del jurado comienza este martes (31.08.201) el juicio contra Holmes. Los abogados acusan a la mujer de 37 años de fraude contra inversores, médicos y pacientes. También el expresidente y jefe de operaciones de la compañía, Ramesh Balwani, que fue su pareja durante un tiempo, está en el banquillo de los acusados. Si el tribunal los encuentra culpables, a ambos les esperan hasta 20 años de prisión y multas, para cada uno de ellos, por más de dos millones de dólares.

EFE

“Sonaba como una alumna de Química”

Con su estudiado papel logró engañar a hombres pudientes. En el consejo administrativo de Theron había nombres como el del exministro de Relaciones Exteriores estadounidense George Shultz, el exministro de Defensa James Mattis y hasta Henry Kissinger. Entre los inversores estaba el magnate de los medios Rupert Murdoch, el inversor de Silicon Valley Tim Draper y la familia Walton, fundadora de la cadena de supermercados Walmart. Todos ellos fascinados con el carisma de la exestudiante de Stanford.

Cegados por la visión de un gran negocio y sin verificar los libros contables, invirtieron más de 700 millones de dólares en la startup. En la cima de su éxito, en 2014, Theranos fue valorada en nueve millones de dólares. Un año más tarde, la revista Time consagró a Holmes como una de las 100 personas más influyentes del mundo. Se la podía ver en la tapa de las publicaciones económicas más populares.

Lo que muchos no vieron -o no quisieron ver- fue para críticos como el periodista John Carreyrou, sin embargo, evidente a partir de determinado momento. Por ejemplo, que Edison, presuntamente un aparato mágico para análisis de sangre, estaba construido de manera extremadamente simple.

Prácticamente constaba solo de un brazo robótico y numerosas pipetas, todas colocadas dentro de una carcaza del tamaño de un cajón de cerveza. Realizar allí más de 200 análisis de sangre diferentes era simplemente imposible, por lo cual Theranos pasó a usar en secreto aparatos de la competencia.

Pero Holmes no dejó que eso se notara, y aseguraba todo el tiempo que estaba detrás de un gran descubrimiento y por eso no podía dar más detalles. Cuando hablaba del aspecto técnico del aparato “sonaba como una alumna de Química, y no como una académica que realmente hizo un gran descubrimiento científico, escribió Carreyrou en su libro “Bad Blood” (Mala sangre), en el que aborda el caso.