Una impresionante piscina “flotante” transparente que pertenece a un complejo de dos edificios, genera indignación en Londres. ¿Por qué? porque sólo la pueden usar los residentes que adquirieron los departamentos más caros, pero está prohibida para aquellos que obtuvieron sus viviendas como parte de un programa social. Para algunos esto es un símbolo de la sociedad actual, donde prima el alarde e indolencia de los que tienen más hacia los que no son tan afortunados.
Esta pileta, que parece suspendida en el aire y que fue bautizada como Sky Pool, mide unos 25 metros de largo y se ubica en la parte superior de la edificación de 35 metros de altura Embassy Gardens, en el barrio de Nine Elms, a las orillas del Támesis, al sur de Londres.
Considerada un “milagro arquitectónico”, esta piscina está reforzada con un marco de acero capaz de soportar el viento y un piso de 35 centímetros de grosor.
De acuerdo a la cadena británica BBC, la piscina “flotante” despertó críticas porque no está permitida para todos los habitantes del complejo, sino que sólo para los más adinerados.
De hecho, el precio de los lujosos departamentos puede ser hasta de 1.700 millones de pesos chilenos (2,2 millones de dólares) si quieres tener acceso a todas las regalías del inmueble como gimnasio, cine, piscinas, salones, etc. Quienes arriendan, pueden pagar entre 1,9 y 6,9 millones de pesos (entre 2.500 y 9.000 dólares) al mes.
No obstante, hay algunos residentes que consiguieron sus hogares por medio de un sistema de ayuda estatal que permite comprar sólo el 25% del valor de una propiedad recién construida y pagar arriendo por el resto. El problema es que estos tienen prohibido estar en la piscina.
Ante las críticas, la inmobiliaria se excusa que al momento de adquirir el departamento esto se informa.
“Obsceno delirio”
El arquitecto, diseñador y columnista del Financial Times, Edwin Heathcote, llamó a esta piscina flotante “obsceno delirio”. Para él es “un alarde de desvergüenza y pésimo gusto”, señalando que es fiel reflejo de Londres y “su mercado inmobiliario, su política local, su arquitectura y su sentido de la estética”.
Tal como recoge el diario El País, Heathcote indicó: “Que algo pueda hacerse no significa que deba hacerse”, no sólo hablando en términos arquitectónicos, sino que también sociales, pues además de la segregación social que ya existe dentro del complejo, esta obra se erigió sobre las viviendas de protección social del cercano barrio de Vauxhall, “degradado y desprovisto de servicios y zonas verdes”.
Por lo mismo, para Heathcote es “deplorable” que se exhiba la diversión extravagante de los más ricos de forma “impúdica” ante quienes sólo pueden admirar de cerca -y lejos a la ves- estos lujos.
“Los proyectos urbanísticos ultracapitalistas auspiciados por el muy liberal Ayuntamiento del distrito de Wandsworth coexisten con islotes de sorprendente miseria”, sentenció Heathcote.
Arquitectura trofeo
Pero Heathcote no fue el único en declararle la guerra al proyecto inmobiliario de Nine Elms, pues el periodista y escritor Cyril Richert, dijo que era “el paraíso de la arrogancia y la autoindulgencia”.
Richert añadió que los londinenses se están acostumbrando que la ciudad “se está construyendo de espaldas a sus habitantes, en un ejercicio cínico y alevoso de apartheid social, para que lo disfruten millonarios y turistas y lo envidien y padezcan el común de los mortales”.
Aunque algunos creen que obras como éstas le suben el “nivel” a barrios como éste, Richert cree que “el barrio necesitaba urbanismo responsable y a escala humana, no convertirse en zona cero de un ataque de megalomanía y arquitectura trofeo”.