Su periplo recuerda la historia de David contra Goliat. El gigante, esta vez, está representado por la dualidad de ser “El sueño americano” y, a la vez, el enemigo a vencer por un niño tan pequeño, que aún no comprende lo que le ocurre.
Ese es David. Tiene solo 7 años, una edad inversamente proporcional a la valentía de viajar sólo, hacia Dallas Texas, donde lo esperaba uno de sus primos.
Viajó con el consentimiento de su padre, quien le pagó a un “Coyote” (Traficante de ilegales en Centroamérica y México) para llevarlo hasta territorio estadounidense desde El Salvador.
Un reportero de la cadena Univisión encontró al menor cuando este no tenía idea que había llegado a suelo estadounidense.
“¿Sabías que cruzando el río llegas a Estados Unidos”, le preguntó el comunicador, quien estaba en Roma, Texas y lo vio descender de una embarcación que navegó las temidas aguas del Río Bravo.
“No sabía”, le respondió un inocente David, quien aún no sabía a dónde estaba y lo que le esperaba.
Sin embargo, con la verdad por delante, esa que caracteriza a los niños, comentó ante las cámaras parte de su historia, entre esos detalles, que no tenía mamá.
“Yo no sé nada de ella. Ella me abandonó de 11 meses. Eso es lo que me ha contado mi papá”, revela con la tristeza que significa saber esa información a tan corta edad.
David asegura que su padre le dio consejos para aplicarlos en el viaje hacia Texas.
“Que fuera educado, que fuera valiente, que no tuviera miedo. Yo le seguí los consejos de él”, revela el niño.
Según el medio que difundió la noticia, este no pudo contar detalles de los más de 2.400 kilómetros recorridos entre su país y la frontera estadounidense donde fue ubicado.
“Lo iban a dejar solito”
El drama de niños y mujeres, viajando desde Centroamérica y enfrentándose a embravecidos ríos, extensos desiertos y animales salvajes en las fronteras, es mensual y tiene como prueba las abultadas cifras de personas realizando dicha travesía.
Sin embargo, la historia de David, viajando sólo, no es la única. En marzo pasado, la autoridad fronteriza estadounidense detuvo a 18,951 menores migrantes no acompañados.
Se trata de un récord que al inicio del año reveló el drama que enfrentan los niños, niñas y adolescentes, al embarcarse en un desafío que no les corresponde, pero asumen con la valentía por razones que van desde la extrema pobreza a las amenazas de grupos delictivos como pandillas u otro verdugo que los obliga a escapar de su país.
Abril y mayo registraron un descenso en las capturas antes mencionadas. Sin embargo, fue leve. 17,148 y 14,158 menores migrantes no acompañados, respectivamente.
Entre las cifras, figura una mujer salvadoreña que viajaba junto a sus dos hijos. A David lo conocieron en una de las casas del lado mexicano de la frontera, donde debían aguardar antes de cruzar hacia territorio estadounidense. Uno de sus niños, tiene exactamente la misma edad que el pequeño migrante solitario.
“A él lo iban a mandar solito pero como yo venía también del mismo lado, me dijeron que lo tuviera en cuenta (estuviera pendiente de él)”, aseguró la migrante.
David no reveló quién lo llevó hasta la frontera. Sin embargo, su respuesta fue la que todo viajero ilegal brinda cuando le preguntan qué lo motiva a marcharse, sin mirar atrás y rumbo a un territorio gigante y desconocido: “Es que ando buscando un futuro mejor, también”, contestó el niño.
David cayó en manos de la patrulla fronteriza. Ahora, se encuentra en un centro de detención de menores. El procedimiento, mientras se dirime su deportación, es que sea entregado a su familia en Dallas, su destino final en este viaje que asumió con valentía, pese a que no le correspondía realizarlo.
Su mochila azul del FC Barcelona, tan pequeña como él, seguía pegada a su espalda. En esta iba su sueño de cruzar el río hacia EEUU, pero también algo que no le falta a un niño de su edad.
“Allí traigo unos dos muñecos. Son los únicos que ando, nada más. Son para jugar”, haciendo un ademán con su diminuta mano.
Pronto, si una corte falla en su contra, y como si su experiencia no fuera suficiente, estaría de vuelta a la realidad de su país, donde las pandillas dominan los barrios y la pobreza baila en la cabeza de desesperados padres y madres, quienes llegan al punto de enviar a sus hijos solos, en busca de un sueño ajeno, mientras soportan su propia pesadilla.