Es una historia conocida: la intervención humana en áreas nativas puede generar desequilibrios ecológicos y exportar enfermedades desde el corazón de la selva. Con la devastación de la Amazonía, la próxima gran pandemia podría tener sello brasileño, advierte el investigador David Lapola.
La “Amazonía es un gran recipiente de virus”, afirma el investigador, de 38 años. Arrasándola, agrega, “estamos poniendo a prueba nuestra suerte”.
La mayor selva tropical del mundo aún tiene extensas áreas preservadas, “pero cada vez hay más deforestación, más degradación (…). Cuando generas ese desequilibrio ecológico, alteras esas cadenas y en ese momento puede ocurrir el salto del virus [de animales a humanos]”, explica en una entrevista con AFP.
Formado en Ecología, Lapola recuerda que en décadas anteriores el mundo ya padeció con el VIH, el Ébola y el dengue. “Es una relación histórica, fueron todos virus que se diseminaron de forma muy grande a partir de desequilibrios ecológicos”.
Lapola dice que, según estudios, esa transmisión ocurre con más frecuencia en el sur de Asia y en África, donde se encuentran mayoritariamente ciertas familias de murciélagos, pero que la diversidad amazónica podría caracterizar a la región como “el mayor repositorio de coronavirus del mundo”.
“La culpa no es de los murciélagos, no es para salir a matarlos”, aclara el investigador brasileño del Centro de Investigaciones Meteorológicas y Climáticas Aplicadas a la Agricultura de la Unicamp.
“Es otra más de las razones para que no hagamos ese uso irracional, que ahora está aumentando aún más, de nuestra Amazonía”, subraya.
“Refundar” la relación con la selva
Lapola advierte que la actual coyuntura, con el avance del coronavirus que en Brasil ya deja 12.400 muertos, dificulta aún más la vigilancia de la selva tropical, ya amenazada.
“Tenemos que atender esta crisis de la salud y todos los esfuerzos tienen que ir a eso (…). Pero es preocupante porque tenemos un aumento muy grande ahora, sin estar aún en la estación de deforestación”, expresa.
En los primeros cuatro meses de 2020 fueron talados 1.202 km2 de selva, según datos satelitales del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).
Esto representa un aumento de 55% en comparación con el mismo período de 2019, cuando el presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro enfrentó duras críticas dentro y fuera de Brasil por minimizar el avance de incendios que consumieron extensiones récords de selva.
Bolsonaro, un excapitán que defiende la apertura de la Amazonía a la explotación minera y agropecuaria, envió esta semana un contingente militar para combatir la deforestación.
Los números demostrarán si se trató de una estrategia exitosa, comenta Lapola. “La cuestión más grave es el uso del Ejército para cualquier problema en Brasil. Esto muestra cierta crisis institucional y el desmonte del Instituto Brasileño del Medio Ambiente (Ibama)”, subraya.
“Está probado que el avance de la deforestación depende de quién nos gobierna. La buena noticia es que los gobiernos son pasajeros. Espero que en una próxima gestión tratemos con más cuidado ese enorme tesoro biológico, tal vez el mayor del planeta”. declara.
El investigador opina que es también necesario “refundar la relación de la sociedad con las selvas”. Lapola destaca que si bien la propagación de nuevas enfermedades desde el corazón de la selva “es un proceso muy complejo como para preverlo, es mejor usar el principio de la precaución y no poner a prueba nuestra suerte”.