En las últimas semanas hemos conocido las denuncias de acoso y abuso sexual contra conocidos miembros del espectáculo nacional. Herval Abreu y Nicolás López, entre ellos.
En concreto, en primera instancia la revista Sábado reveló siete denuncias contra Abreu, director de teleseries chilenas. Más tarde, otras 11 fueron publicadas por el mismo medio en contra de López, director de cine.
Estos casos habrían ocurrido en distintos años y en variadas circunstancias. Fiestas, hoteles y departamentos, castings son los principales contextos.
Por eso fue que algunos internautas salieron al paso en las redes sociales, muchas veces cuestionando el tiempo que había pasado entre los hechos y las denuncias, y otras preguntándose sobre cómo es que no pudieron negarse con “fuerza” a ser abusadas o acosadas.
Mismas preguntas que se hizo el polémico juez del caso español La Manada, en que cinco abusadores sexuales resultaron libres luego que el magistrado considerara que la víctima no se negó a ser violentada por los sujetos.
“La expresión de su rostro es en todo momento relajada y distendida y, precisamente por eso, incompatible a mi juicio con cualquier sentimiento de miedo, temor, rechazo o negativa”, reza el fallo judicial.
Consentimiento
En entrevista con BioBioChile, la psicóloga Ana María Salinas, directora del Servicio de Psicología Integral SPI y Diplomados del Área Clínica de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo de Santiago, explicó qué es el consentimiento, qué ocurre con una persona que está siendo violentada, y por qué se producen demoras en una eventual denuncia.
“No negarse es distinto de consentir. El consentimiento implica un acto voluntario explícito. En tanto el no negarse podría estar relacionado con el tipo de vínculo que se instala en el marco de la relación abusiva y que implica la percepción por parte de la víctima de no tener otra posibilidad de reaccionar, dada su posición inferior en la relación”, comenzó la experta.
La especialista, además, detalló que los abusos sexuales se dan en un proceso de vinculación, progresivo o no, que ocurriría en un tiempo determinado, y que se produce entre personas que son parte de una jerarquía. “El abuso sexual implica un proceso en el que la víctima se ve sometida, atrapada y acorralada“, afirmó.
Esto, pues según continuó, “el agresor utiliza un modo particular de relacionarse con ella, puede utilizar o no la violencia física explícita, solo amenazas o puede usar la violencia emocional solamente, desplegando su poder”.
Es esta actitud la que, en algunas víctimas, produce un actuar limitado. “Esto restringe la capacidad de respuesta de la víctima, que generalmente se queda sin repertorio de reacción para enfrentar las distintas situaciones abusivas”, sentenció.
Por otro lado, el doctor Martin Antony, profesor de psicología de la Universidad de Ryerson, Canadá, indica que “paralizarse es una respuesta común a una amenaza que vemos en mamíferos y no sólo en humanos”, comentó en una entrevista para la revista VICE. Asimismo, agrega que esta parálisis es breve y ocurre en situaciones de estrés o pánico, y que tendría que ver con la capacidad que tenemos las personas de analizar las situaciones para evitar tomar decisiones impulsivas.
Otro punto importante es el que plantea Karlene Moore, terapeuta y abogada del Centro de Crisis por Violación de Toronto, quien coincide en que generalmente los victimarios son personas que la víctima conoce y que ese mismo hecho contribuye a la reacción de parálisis.
Por último, Antony explica que esta parálisis también puede funcionar como método de defensa, pues cuando la víctima ya no puede hacer nada para escapar, prefiere ensimismarse para evitar exponerse a un riesgo mayor. “Y en ese momento, si no puedes escapar físicamente, puedes hacerlo mentalmente. Ese escape mental te puede proteger del dolor que experimentas en esa situación“, agrega.
¿Existen patrones?
Salinas fue enfática en explicar que desde la psicología se han analizado las formas de ser de acosadores y abusadores sexuales, pero que no existe uno en específico que sea transversal. “No existe un perfil que se pueda constatar por ejemplo en una evaluación psicológica“, afirmó.
Y es que de acuerdo a sus palabras, “más bien lo que se da es una relación entre dos personas en la que se evidencia una manera especial de vincularse, que implica el ejercicio del poder y la instrumentalización del otro a modo de objeto, y un otro que se somete a propósito de vulnerabilidades psicológicas“.
Con todo, la experta llamó a “estar atentos a las características de la pareja”. Especificó que “en una relación amorosa sana, ambos se ven beneficiados. Hay equidad, reciprocidad y cuidado. Por el contrario, en una relación donde hay violencia, hay desigualdad en todo ámbito, ejercicio de poder, control y falta de cuidado”.
Un ejemplo de esto último, según manifestó, es que un “agresor restringe las relaciones sociales de su pareja, y hay celos y control de distintos ámbitos de la vida”.
Salinas sentenció que respecto de estos casos, “se genera alarma y/o discusión cuando se conocen casos de impacto, no obstante, el resto del tiempo el fenómeno del sometimiento y la violencia sexual en contra de las mujeres pasa desapercibido“.