Centralia, un pueblo de Pensilvania, que queda a 250 kilómetros al oeste de Nueva York (distancia similar a Concepción – Talca) arde en sus entrañas hace 6 décadas.
Y cuando te decimos que arde en sus entrañas, no nos referimos a que haya algún escándalo que haya podido hacer enojar a sus habitantes, sino que más bien al fuego vivo que habita bajo la ciudad desde 1962.
Se trata de un fenómeno que se dio por la acción del hombre y desafortunadas decisiones que llevaron a que el pueblo tuviera que ser abandonado a su suerte, aunque aún se mantiene en pie.
La historia de Centralia es tan impactante que incluso inspiró un video juego y una película de terror, porque es cierto, Centralia es lo más parecido a la personificación del infierno que conocemos, donde todo arde.
Centralia, cómo comenzó a arder el pueblo de Pensilvania
Centreville era el nombre con el que nació Centralia en 1841 en Pensilvania, pero que cambió su nombre como consecuencia de la oficina de correos de la ciudad.
Su actividad principal era la minería, donde la extracción del carbón se convirtió en el gran negocio que movió a una comunidad completa, hasta que en 1962 todo cambió para los habitantes de este pueblo.
En las afueras de la ciudad había un vertedero del que las autoridades debían deshacerse, por lo que sugirieron una práctica que en esos años era muy normal, prender fuego a la basura de forma “controlada” con el apoyo de bomberos.
La idea sonaba muy bien, considerando que en esos años a nadie le preocupaba el calentamiento global, la contaminación o todos los peligros derivados de aquello.
Sin embargo, las cosas no salieron bien para Centralia, que si bien, quemó la basura, el fuego pasó a una veta de una de las minas de carbón que está bajo la ciudad, desde ese momento, la ciudad comenzó a arder y nada lo pudo parar, consignó Infobae.
El accidente llevó a que el fuego se extendiera por las grutas de carbón de la zona, lo que llevó a que sus 1.200 habitantes tomaran medidas drásticas.
La ciudad dejó de respirar vida y comenzó a respirar humo del carbón.
2 décadas y el fuego seguía ahí
En noviembre de 1981, casi dos décadas después del accidente, la periodista de The New York Times, Sally Kalson, fue a Centralia para ver la zona y averiguar qué pasaba en la ciudad que ardía por dentro.
Porque claro, el incendio estaba en el subsuelo de la ciudad, algo así como el Upside Down de Stranger Things, pero las consecuencias ya se vivían en el suelo de la ciudad.
Según contó, varios edificios comenzaron a derrumbarse, incluso, los más sólidos de la ciudad, gracias al incendio que ya llevaba más de dos décadas.
“Sus humos venenosos recorrieron pasillos abandonados bajo la ciudad y obligaron a los residentes a abandonar sus hogares. Los intentos iniciales de sofocar el incendio fueron insuficientes, como lo han sido todos los intentos posteriores”, relataba en la época.
Para ese año, 26 casas más se demolerían mientras que los que aún habitaban la zona, cerce de 1000 personas, se habían acostumbrado a vivir en el “infierno”.
Convivían con conductos de ventilación humeantes por toda la ciudad, detectores de gas del sótano cuyas alarmas suenan cuando los niveles de monóxido de carbono suben, paredes agrietadas y otras situaciones propias de la situación que vivían.
Personas como Denise Goncalves, de 14 años, estaban acostumbradas a vivir así, expulsando vapor, humo y gases nocivos desde sus pulmones, porque era la realidad que todos conocían.
Pese a los esfuerzos, que costaron más de 7 millones de dólares, se intentó apagar el fuego, pero eso nunca resultó.
La reubicación de Centralia
Mary Goncalves, de 42 años, señaló en 1981 “Dicen: ‘Este incendio lleva ardiendo 19 años y arderá 19 más"”, sus palabras no podían ser más ciertas.
Ese año se llevó a cabo un referéndum solicitado por el congresista republicano James L. Nelligan para demoler y reconstruir la ciudad en otra parte, porque vivir así ya no era sostenible.
Hasta el momento habían recibido ayudas gubernamentales, pero nada era suficiente para las familias que se mantenían en el lugar, pese a los peligros que conllevaba, tanto para su salud como su seguridad.
Finalmente, en 1983 el congreso norteamericano aprobó un paquete de 42 millones de dólares para reubicar a los habitantes de la ciudad, consignó BBC.
La razón, no había claridad de dónde estaba el incendio, pero que también se estimaba que para apagarlo realmente había que invertir cerca de 90 millones de dólares, en una proyección que no tenía una certeza absoluta.
Cerca de 500 millones de edificios se derribaron y más de 1000 personas se mudaron a localidades cercanas. Para los años 90, muy pocos quedaban en Centralia, intentando vivir y no recordar que estaban sobre el fuego ardiente de la ciudad.
En 2002 uno de los pocos habitantes que había en la ciudad era Lemar Mervine, que a sus 86 años, seguía siendo el alcalde que se negó a dejar el pueblo que para esa época era considerado fantasma.
“Nací aquí y no me voy a ir”, le dijo a NYT, pese a que le advirtieron en innumerables ocasiones de los gases venenosos y los derrumbes en la ciudad.
Una iglesia que los reúne aún
El último censo que se realizó en Estados Unidos en 2022, declaró que en Centralia solo viven 5 personas, sin embargo, unas 50 acuden regularmente a la Iglesia Católica Ucraniana, la única que aún sobrevive en la zona donde casi no quedan casas o edificios.
Se trata de quienes habitaron la ciudad, así como sus descendientes que pese a que viven alejados de la zona, aún mantienen un nexo con su ciudad de origen.
Joanne Panko, una mujer de 67 años, contó a BBC que ella y su familia continúan yendo a esta iglesia, porque nunca pensó en encontrar otra, pese a que desde 1987 vive en Bloomsburg, a unos 30 kilómetros de distancia.
Su madre estuvo ahí, su abuela y ahora ella visita la iglesia con su nieto, porque son varias las generaciones que aún se reúnen ahí, transformándose en el pilar de la iglesia.
Pero, ¿cómo esta iglesia aún está en una zona que, literalmente, arde por dentro?.
Michael Hutsko, el párroco de la iglesia, contó que cuando se realizaron las obras de demolición en Centralia, se perforó la iglesia para ver si había carbón y el incendio podría llegar allí.
“Entonces perforaron y encontraron roca sólida. Fue como una revelación bíblica: ‘Eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi iglesia"”, explicó a BBC.
Esto salvó a la iglesia que aún está en la zona, pero también a las familias como los Panko u otras que aún acuden a este lugar que los conecta con su origen.
El terror que inspiró videojuegos y una película
Una ciudad que arde por dentro, un infierno en la tierra, las calles destrozadas con humo en sus entrañas, viviendas demolidas y un panorama desolador, eso es Centralia para muchos.
Por lo que no es de extrañar que la ficción hiciera lo suyo y lo usara de inspiración para el videojuego Silent Hill, que luego realizó la película que lleva el mismo nombre,
La historia del juego se basa en un pueblo fantasma al que los protagonistas llegan 30 años después de que haya sido misteriosamente abandonado, tal como Centralia, aunque sus habitantes probablemente nunca vuelvan, porque se estima que el incendio se extinguirá en 200 años.