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Resumen automático generado con Inteligencia Artificial

Un estudio liderado por la doctora Yonat Zwebner de la Universidad Reichman en Israel, publicado en la revista PNAS, señala que la percepción de que alguien "tiene rostro de llamarse con cierto nombre" podría tener una base científica. La investigación revela que nuestros rostros podrían adaptarse a nuestros nombres con el tiempo. Al analizar imágenes faciales con algoritmos, se encontró que las caras de adultos con el mismo nombre tenían más similitudes entre sí. Esto sugiere que las personas podrían adaptar consciente o inconscientemente su apariencia a las expectativas sociales asociadas a sus nombres, lo que plantea interrogantes sobre la influencia de las etiquetas sociales en nuestra identidad. Aunque se necesita más investigación para validar estos resultados en diferentes culturas, el estudio sugiere que nuestros nombres podrían influir en la forma en que nos vemos.

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Un reciente estudio realizado por un equipo de expertos sugiere que la percepción de que alguien “tiene rostro de cierto nombre”, de alguna manera, podría tener una base científica.

La investigación liderada por la doctora Yonat Zwebner de la Universidad Reichman en Israel, y publicada en la revista PNAS, revela que nuestros rostros podrían adaptarse a nuestros nombres con el tiempo.

Nuestro rostro evolucionarían para reflejar nuestro nombre

El equipo de investigadores conformado también por y el doctor Moses Miller, el profesor Jacob Goldenberg, Noa Grobgeld y la profesora Ruth Mayo de la Universidad Hebrea, diseñó varios experimentos para explorar esta posibilidad.

En uno de ellos, se pidió a niños y adultos que emparejaran rostros con nombres en una prueba de opción múltiple. Los resultados fueron sorprendentes: tanto niños como adultos lograron emparejar correctamente las caras de adultos con sus nombres, superando el nivel de azar.

No obstante, cuando se trató de emparejar rostros y nombres de niños, los participantes no tuvieron el mismo éxito. Incluso al “envejecer” digitalmente las caras de los niños para parecer adultos, los participantes no lograron adivinar sus nombres más allá del nivel de azar.

Esto sugiere que nuestro aspecto facial podría cambiar después de la infancia para ajustarse mejor a nuestro nombre con el tiempo.

Para profundizar en estos hallazgos, se utilizaron algoritmos de aprendizaje automático para analizar una vasta base de datos de imágenes faciales.

Los resultados fueron consistentes con los obtenidos con humanos: las caras de adultos con el mismo nombre mostraban más similitudes entre sí que con aquellos que tenían nombres diferentes, un patrón que no se observó en las caras de los niños.

“Hemos demostrado que las construcciones sociales, o estructuraciones, existen, algo que hasta ahora era casi imposible de comprobar empíricamente”, explicó Yonat Zwebner.

Estos hallazgos apuntan a una “profecía autocumplida”: con el tiempo, las personas internalizan las expectativas sociales asociadas a sus nombres, adaptando consciente o inconscientemente su apariencia a estas expectativas.

Esto podría manifestarse en decisiones sobre peinados, maquillaje, uso de gafas, piercings e incluso en nuestras expresiones faciales habituales. Así, según Zwebner y su equipo, esto demuestra el poder de las construcciones sociales y su influencia en uno de los aspectos más personales de nuestra identidad: nuestro rostro.

Este fenómeno plantea preguntas fascinantes sobre la influencia de las expectativas sociales en nuestra identidad. Si nuestros nombres pueden moldear nuestros rasgos físicos, ¿qué otros aspectos de nuestra vida podrían estar influenciados por estas etiquetas sociales?

Este estudio no sólo replantea la relación entre nombre y apariencia, sino que también abre la puerta a futuras investigaciones sobre cómo otros factores sociales, como el género o la etnia, pueden moldear nuestra identidad. Además, plantea interrogantes sobre la universalidad de estos efectos y su variación en diferentes culturas y contextos socioeconómicos.

Science Alert advierte que el estudio se realizó principalmente con participantes israelíes de habla hebrea y bases de datos estadounidenses de personas caucásicas para el estudio de aprendizaje automático, por lo que se necesita más investigación para determinar si estos resultados se aplican a otros grupos culturales y étnicos.

Mientras la ciencia avanza en este intrigante estudio, la próxima vez que alguien te diga que “tienes cara de llamarte de cierta manera”, podrías considerar que tal vez haya más verdad en ello de lo que pensabas.

Y es que, después de todo, nuestros nombres podrían estar esculpiendo silenciosamente nuestros rostros a lo largo de nuestras vidas, dejando una huella visible de las expectativas sociales que llevamos con nosotros.