Los reclusos podían rentar piezas de lujo para encuentros íntimos, hasta que todo “salió a la luz”.
Dentro del Centro de Readaptación Social de San Miguel, en Puebla, había prácticamente un mall oculto, con tiendas y habitaciones de lujo.
¿Un centenar de piezas o cuartos que estuvieron funcionando por una década, sin que fueran descubiertas? Eso es lo que dicen las autoridades de esta zona mexicana, donde impresionó la organización comercial de sus encarcelados administradores.
Se trata de una noticia que este mes aún en curso acapara los titulares de la prensa de esa nación norteamericana y más allá de este territorio.
Los medios de comunicación dieron amplios espacios para mostrar una parte de los locales y lo que ofrecían. Desde encuentros íntimos en espacios lujosos, hasta gimnasios. Todo clandestino, pero acondicionado a gusto del cliente.
“El Cereso de San Miguel”, como se le conoce a este recinto carcelario, vio pasar sus mejores épocas de comercio en favor de los “dueños” de la mercadería y mobiliario. Sus ganancias eran semanalmente millonarias, según informó la cadena Televisa.
Con una capacidad para albergar a dos mil internos, todos sabían del secreto a voces, que traspasó sus vigiladas paredes para quedar al descubierto. Fue la Secretaria Estatal de Seguridad Pública la que brindó material audiovisual de los hechos, pero sólo el suficiente para hacerse a la idea de la corrupción que imperó por largo tiempo en ese lugar.
Un “mall” oculto, sin que (aparentemente) nadie se diera cuenta
La zona del penal donde fue construido este especie de “mall”, era conocida como VIP.
En total, 104 departamentos o piezas fueron equipadas para prestar servicios de todo tipo. Contaban con pisos de baldosa, aires acondicionados, modernas regaderas que ni en casas particulares se encuentran, muebles y otras comodidades que no son típicas de una prisión.
Habían dos farmacias, igual número de gimnasios clandestinos, casas de habitación para ser rentadas por varios días, algunas con fines sexuales (visitas conyugales) y hasta restaurantes con variada cocina que pretendía hacer olvidar a los reclusos el menú de todos los días en El Cereso. Incluso, habían ferreterías.
Una década funcionó este centro comercial, según otros medios locales como El Universal, generando millonarias ganancias entre sus administradores.
Los dueños del que también era conocido como “El Pueblito”, percibieron hasta 3 millones de pesos mexicanos, semanales, o el equivalente a 134 millones de pesos chilenos, por los 104 locales comerciales ocultos.
Una de las zonas que más generó comentarios fueron las farmacias. La obvia falta de licencias, o químicos farmacéuticos certificados, no impidió que dentro de los locales la policía encontrara todo tipo de remedios que esta vez sí eran peor que el mal, debido a lo ilícito del asunto.
El Pueblito que creció a sus anchas
Noticieros mexicanos, entre estos TV Azteca, viajaron hasta la capital de Puebla, donde se descubrió el ilícito hecho mall.
Según reporteros en el lugar, la construcción de “El Pueblito” se hizo con la vista gorda de las autoridades, a lo largo de una década.
Fue un periodo de “prosperidad”, en el que se permitió, desde la edificación de las piezas o departamentos, hasta el ingreso de mercadería, entre la que figuran los fármacos e incluso máquinas para hacer ejercicios, en los dos gimnasios al alcance de los reclusos con mayor poder adquisitivo.
En este mall carcelario no se daba crédito. El pago en cualquiera de los restaurantes, gimnasios, farmacias, ferreterías, cuartos de encuentros íntimos y más, debía ser contante y sonante. “Sus pagos, sólo en efectivo”.
Los presos que contaban con este, tenían el privilegio de acceder al lugar, en tanto la cantidad en su poder lo permitiera.
Cerca de este centro de comercio está ubicada una torre de vigilancia, que acaparaba la actividad de los presos en un sector común, pero también daba hacia el más de un centenar de locales comerciales. Sin embargo, hasta inicios de julio y hace una década, nadie vio nada. Oficialmente.
Para cuando los dueños de los locales fueron descubiertos, o denunciados como era lógico, la cárcel no paró actividades y las visitas no se suspendieron, pero venía una operación para ponerle fin a los “emprendimientos”.
El fin del mall en una cárcel mexicana
La zona VIP de la cárcel capitalina de Puebla pasó, de la noche a la mañana, a ser un proyecto a demoler por parte de las autoridades locales.
Descubierta la actividad económica, envidiable para todo aquel que busca prosperar en un negocio, se dio paso a la maquinaria para echar abajo a los 104 locales comerciales de este “mall” clandestino.
Con la presencia de una notario, para dar fe de la operación, quedaron demolidos los locales comerciales sin que nadie se lamentara, como en casos normales, de las pérdidas económicas o de empleos en la zona clausurada.
El patio de la cárcel “El Cereso de San Miguel” hoy luce más grande sin las piezas o departamentos que atendieron a los presos que podían darse lujos que se creían suspendidos, como sus garantías constitucionales, tras ser condenados.
Por el momento, no se habla de una investigación a fondo, si lo comparamos con el afán con el que se describe lo encontrado en El Pueblito. No obstante, no se descarta que en los últimos días, la factura deba ser cancelada por el o los responsables de permitir su funcionamiento durante una década.