Los recién nacidos suelen diferenciarse por colores: celeste para niños, y rosa para niñas. Esta distribución sigue con los años, con juguetes rosa para niñas, ropa celeste para niños, entre otros. Pero esto no siempre fue así.
Rosado como símbolo de virilidad
El rosado actualmente se considera femenino, pero durante la Edad Media y el Renacimiento, era masculino y considerado un color que representaba virilidad. Era un color fuerte, derivado del rojo; por esto los caballeros lo usaban en sus prendas y los grandes pintores lo utilizaban en retratos de hombres importantes. Uno de los más conocidos es el de Enrique IV, de la segunda mitad del siglo XVII, realizado por Alonso del Arco.
El color rosado comenzó a ser asociado con el género recién a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Fue en 1914 que el diario estadounidense The Sunday Sentinel aconsejó a las madres utilizar el color rosa para vestir a sus hijos y celeste para las niñas. Antes de eso, fue en el siglo XVIII que la marquesa de Pompadour decide adoptar el color, bautizándolo con su nombre. Fue una de las primeras veces registrada en que una mujer lo usó sin una connotación de género.
Pero, ¿por qué los periódicos, en 1914, recomendaban el rosado para niñas? El rosado era considerado un color que reflejaba decisión y fortaleza, lo que lo hacía más adecuado para el género masculino. Por otro lado, el azul era considerado ideal para niñas ya que era más delicado y refinado. Antes, todos los bebés usaban blanco, ya que era más fácil de limpiar.
Azul para niños, rosa para niñas
De hecho, en 1927, The Times preguntó ¿cuáles son los colores apropiados para el sexo para la ropa de niños y niñas? Publicó los resultados de la encuesta que fue realizada a los departamentos infantiles de las ciudades principales de Estados Unidos. De las diez tiendas encuestadas, cinco respondieron que el rosa es para niños y el celeste para niñas, cuatro que el rosa es para niñas y el celeste para niños, y una que es para ambos. El rosa siempre se asoció con lo masculino, cercano al rojo, relacionado con la sangre; por esto se recomendaba para niños. La historiadora Jo Paoletti en su artículo para la organización Pink Is For Boys explica que entre 1940 y 1980, “la convención rosa=niña, azul=niño era casi uniforme, pero no del todo”. En gran partes de Estados Unidos dependía de la región; pero el uso de los colores no era tan rígido como hoy. La historiadora recuerda que el rosa era una opción, y que ella “rara vez usaba rosa o colores pasteles cuando era niña en la década de 1950; mi madre prefería vestirme con tonos más profundos, especialmente azul”.
El estereotipo de que el rosa es femenino se definió tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, y la generación post guerra creció con este estereotipo. Antes de ésta, en Alemania los niños vestían este color, pero luego los nazis lo utilizaron para identificar a los homosexuales con una insignia triangular con el vértice invertido, de color rosa. Luego de la guerra, se aceptó socialmente el cambio del color más que nada gracias al retail, que no sólo produjo ropa de niña principalmente de tonos rosas, sino que también diferenció los juguetes: cajas rosas para ellas, azules para ellos. Así se ha mantenido hasta la fecha. Durante los años 50 y 60, el rosado explotó entre las famosas como un color para ellas: Brigitte Bardot en la portada de la revista Elle vistiendo rosado, o Marilyn Monroe usando su “shocking pink” en Los caballeros las prefieren rubias, e incluso Jackie Kennedy.
Desde la década de los 80s, el rosa se asoció fuertemente con la feminidad. De hecho, si un hombre o niño decidía usarlo, ya no era “sólo un color” explica Paoletti, sino que un acto de desafío social. Por otro lado, antes de llegar a los años 90s, el rosa ya había sido adoptado por las industrias como un color para diferenciar sus productos. El marketing femenino se volvió, oficialmente, rosa; sobre todo para niñas. Un siglo antes, sin embargo, rosa y celeste eran dos tonos pasteles apropiados para bebés. La historiadora declaró que “desde alrededor de 1985, el rosa ha sido no sólo un fuerte símbolo de feminidad, sino que las opciones neutrales y no rosas se han ido eliminando gradualmente” para las personas de género femenino.
“Millennial pink”
El rosado jamás será un color pasajero. Durante los años 2000s, el medio inglés MamaMia definió el rosado como “el color de una generación”: los millennials. De ahí su nombre, el rosa millennial, también conocido como “rosa tumblr”, en honor a la popular plataforma social de la época. Este color puede encontrarse tanto en videos musicales del cantante Drake, hasta películas de Wes Anderson como El gran hotel Budapest e inclusos restaurantes. Fue en el 2017 que una generación comenzó a considerar la sexualidad como fluida, y retomó el rosa, pero uno específico. Comenzó a aparecer en prendas de vestir unisex; y se apoderó de colecciones de moda, apareciendo sin cesar en las semanas de la moda. Múltiples celebridades lo visten, desde Kendall Jenner a Zayn Malik.
Rosado revolucionario
En los últimos treinta años, la correlación entre rosa y feminidad ha aumentado, disminuido y, finalmente, evolucionado. En los años 90 e inicios de los 2000, los pasillos de juguetes estaban bañados en cajas rosas, como las de Barbie, para identificar los productos para niñas. Sin embargo, en la última década, el rosa se ha convertido en un color que simboliza fuerza y poder femenino. Durante la década de 1960, los movimientos de protesta, tanto en Estados Unidos como en Europa, lo adoptaron para manifestarse, sobre todo el Flower Power. Estrellas de rock masculinas como Mick Jagger y Jimi Hendrix comenzaron a integrarlo en su vestuario. Una de las primeras veces que se presentó de esta manera fue durante los años 70 por los activistas de los derechos de la comunidad LGBTQ+. El rosado se definió como una forma de luchar con el “establishment“, y desafiar a los padres. A pesar de que las feministas de la época lo rechazaban, esto cambió.
En la última década, el rosado se ha politizado nuevamente. Luego de la elección de Donald Trump, se realizó una de las marchas de mujeres más grandes hasta el momento, el 21 de enero del 2017 en Wawshington D.C., donde se veían miles de “pussyhats” (gorros rosas tejidos con puntas como orejas de gato). Esta sencilla prenda tiene un significado aún más profundo: es una manera de denunciar las prácticas sexistas de, en su momento, el presidente Trump, y en la actualidad del patriarcado. Así, este polémico color está abandonando su connotación de feminidad frívola y frágil, y retomando su identidad como color vibrante y fuerte, representando la feminidad orgullosa y poderosa.