El mar es uno de los elementos de la naturaleza que genera las sensaciones más extremas. Por un lado, muchos aseguran que verlo al atardecer genera paz y serenidad, mientras que otros sostienen que es un gran lugar para desahogarse. No obstante también están aquellos que le tienen temor, y por razones más que justificadas: accidentes, malos recuerdos personales o catástrofes del pasado.
Esto último aspecto es totalmente válido, ya que en cientos de oportunidades el mar ha ocasionado tragedias que afectaron a la humanidad. Las más comunes tienen que ver con los tsunamis, definidos como olas de gran tamaño que se originan por el desplazamiento agresivo del agua.
Al hablar de esto se nos vienen a la mente recuerdos amargos, como Valdivia en 1960, el Sud Este Asiático en 2004, las costas de nuestro país nuevamente en 2010 y lo ocurrido en Japón en 2011, cuando grandes masas de agua salada dejaron miles de muertos y destruyeron localidades costeras.
Los registros son asombrosos, ya que las olas que dejaron estos eventos tuvieron alturas que varían entre los 15 y 30 metros de altura; pero ¿Qué pasaría si te contáramos que el peor tsunami de la historia de la humanidad consistió en una ola de 523 metros de altura?
Sí, no leíste mal, el peor maremoto que ha registrado el planeta Tierra en la época moderna tuvo casi el doble de altura que el Costanera Center de Santiago (300 metros). Se trató de una ola impactante en su origen, catalogada como megatsunami, la cual tuvo lugar en la Bahía Lituya de Alaska, el 9 de julio de 1958.
Historia
Bahía Lituya puede considerarse como un paraíso terrenal. Esta entrada de mar está localizada en la zona sur de Alaska, cuenta con parajes maravillosos en donde se mezcla el océano con bosques de abetos y las montañas nevadas de fondo. Paradisíaco.
La calma y tranquilidad que trae el lugar hace imposible pensar que allí se desarrolló el tsunami más temible de la historia, en el cual murieron 39 personas y resultó destruida una gran cantidad de árboles nativos, que estaban localizados en la parte inferior de las montañas, más cercano del mar.
El megatsunami estuvo precedido por un terremoto de magnitud 7.8 grados Richter y XI (Extremo) en la escala de Mercalli, estando su epicentro en la cordillera Fairweather, ubicada a 21 kilómetros de la bahía.
De acuerdo a The International Journal of The Tsunami Society, sólo dos minutos después se desprendieron cerca de 30 millones de metros cúbicos de tierra y rocas desde el glaciar Lituya, los cuales cayeron directamente hacia el mar.
De acuerdo a la National Geografic, esto produjo la formación de una imponente columna de agua que llegó a los 523 metros de altura, que se desplazó a 200 kilómetros por horas desde el fondo de la bahía hasta su inicio, destruyendo bosques de la orilla y quitando la vida a las personas que a esa hora estaban en barcos pesqueros.
El mar avanzó cientos de metros desde la línea costera hacia los bosques, devastando la flora y vegetación que eran muy comunes en la zona.
Sin ir más lejos, las imágenes aéreas que se tomaron de Bahía Lituya el día después de la tragedia demuestran el daño que generó la ola hacia los bosques. Hoy en día, al mirar fotos, incluso es muy fácil observar la diferencia de tonalidades entre la vegetación que creció después del terremoto (nueva) y la que ha estado allí por siglos.
Los registros oficiales indican que todos los muertos en ese entonces fueron pescadores que en ese momento se encontraban trabajando en el centro de la bahía y no tuvieron tiempo de escapar.
Sin embargo, ese día hubo dos personas que lograron concretar esta hazaña. Se trata de Howard y su hijo Sonny Ulrich, que en ese entonces sólo tenía ocho años. En el momento del terremoto ambos estaban durmiendo al interior del barco llamado Edrie.
En una entrevista que ambos dieron a la BBC en la década de los 90, Howard recordó que vio cómo el fiordo de Lituya caía en el mar, por lo que pudo prever lo que dos minutos más tarde estaría frente a ellos.
De acuerdo a lo que recordó en ese momento, al darse cuenta de la amenaza el pescador giró su bote en dirección al “monstruoso muro de agua”, suponiendo que sólo había posibilidad de sobrevivir si lo tomaban en su proceso de formación, antes que reventara sobre las montañas y roqueríos.
“Me moví todo lo rápido que pude, maldiciéndome a mí mismo por no moverme antes. Arrojé un chaleco salvavidas alrededor de mi hijo de ocho años y encendí el motor. Intenté levantar el ancla, pero no se movía. Las rocas del suelo de la bahía se habían movido atascando el ancla. No tenía otra opción, así que invertí la cadena del ancla y luego giré el bote hacia la ola”, comentó.
“Aquel muro de agua levantó el arco del Edrie al aire, la cadena del ancla se rompió, cogí la radio y grité con todas mis fuerzas: ‘Mayday! ¡May Day! Este es el Edrie en Lituya Bay. Estamos en el infierno”, agregó.
Howard aseveró además que, “como si fuera un milagro”, la ola los llevó hasta el centro de la bahía y, lejos de desestabilizar el barco, este quedó prácticamente en la misma posición de inicio.
“Momentos después, la ola llegó a nosotros. Empujó el bote al aire arrojándolo en dirección a la franja de tierra que se extendía a través de la mayor parte de la apertura de la bahía de Lituya. No se puede describir, pasamos por encima de los árboles y mirábamos hacia abajo y veíamos las rocas, tan grandes como una casa. Estábamos muy por encima de todo eso. Parecía que estábamos en una lata y alguien la estaba sacudiendo”, concluyó.
¿Podría algo así ocurrir en Chile?
Sabido es que Chile es uno de los países más sísmicos del mundo. Sin ir más lejos en sus tierras, específicamente Valdivia, ocurrió en 1960 el terremoto más fuerte de la historia, cuando los sensores marcaron 9.5 grados Richter.
Teniendo en cuenta este tipo de datos es válido preguntarse si en nuestro país podría darse un fenómeno de magnitud similar a lo ocurrido en Bahía Lituya hace 63 años, notando a simple vista que la zona austral presenta condiciones terrestres similares al estado norteamericano.
Y lo cierto es que ya existe un antecedente de esto en Chile, se trata de un fenómeno de megatsunami que ocurrió en las cercanías del fiordo de Aysén, el 27 de abril de 2007, cuando se produjo un terremoto de poca profundidad que alcanzó 6.2 grados Richter.
Así lo explicó a BioBioChile el geólogo Gabriel Easton, doctor en Geología de la Universidad de Bordeaux y académico de la Universidad de Chile, indicando que si bien no se alcanzaron los registros de Alaska, el fenómeno en sí fue bastante similar.
“El fenómeno ya ocurrió en Chile en abril de 2007; no se generó una ola de 520 m de altitud, pero sí alcanzó unos 40-50 m al menos en el fiordo Aysén, cuando sendos deslizamientos de tierra y rocas se precipitaron desde las laderas como producto de un terremoto superficial de Magnitud 6.2, generado a lo largo de la Falla Punta Cola en el sistema de Falla Liquiñe-Ofqui; la ola llegó a la otra ribera del fiordo y alcanzó unos 8-12 m, causando un impacto importante”, aseguró.
“Realizamos un estudio en donde demostramos que la falla Punta Cola y otras se activaron en esa ocasión, causando ruptura superficial en el fondo marino”, agregó.
Aquel estudio fue publicado en el ‘Journal of Geophysical Research: Solid Earth’ y también participó el investigador doctoral Ángelo Villalobos (Universidad de Chile), quien detalló al portal de dicha casa de estudios que existe evidencia para alertar sobre futuras fallas en esa zona.
“Determinamos que varias estructuras han estado activas durante los últimos 12 mil años gracias a la evidencia de paleoterremotos con características similares al del 2007. Aunque no lo podemos decir con certeza ya que no hay registros exactos, nuestro análisis de sedimentos presenta rasgos que nos permiten proponer que este sistema de fallas tiene el potencial de generar eventos peligrosos modificando la visión obtenida de la metodología de paleoturbiditas usada hasta ahora”, expuso.
“Es muy probable que genere sismos importantes en el futuro porque las fallas no liberaron toda su energía en el último evento, en especial la Falla Río Cuervo. Hay que considerar que algunas de estas fallas son de cien kilómetros de largo y los canales tienen murallones con paredes muy verticales. Debemos considerar estos elementos en los mapas de riesgo sísmico de la zona”, agregó.
Hay que señalar que aquel terremoto dejó 10 personas fallecidas, cortes de rutas y fallas del suministro eléctrico en aquella zona, lo que obligó a la presidenta de ese entonces, Michelle Bachelet, a arribar a la zona.