Bares y restaurantes siguen cerrados en Bélgica por el coronavirus, pero las oraciones de los amantes de la cerveza han sido escuchadas en el pequeño pueblo de Westvleteren, donde los monjes trapenses reanudaron la producción de una de las mejores cervezas del país.
“Ya no me quedaban cervezas y el pasado viernes vi que ya podríamos tener, así que hice un pedido para mí y para mi cuñado”, asegura Thomas Vuylsteke, que pasó a recogerlas el jueves, el primer día de reapertura de la cervecería de la abadía de San Sixto.
Lograr la preciada bebida no es fácil. La producción es limitada y los monjes sólo venden su tesoro con cita previa a consumidores individuales, un práctica que se ha revelado útil en plena desescalada progresiva de las medidas para contener el coronavirus.
El hermano Godfried detalla las consignas a AFP: “En el semáforo en rojo, [los clientes] deben detenerse para que sólo haya dos personas activas donde tiene lugar la transacción. Trabajamos sin intercambiar dinero en efectivo e instalamos plexiglás”.
El respeto de las normas es normal para los miembros de esta orden cisterciense, cuyos miembros siguen la regla de San Benito que les impone trabajar para cubrir sus necesidades. “Esto significa que debemos vivir de nuestra cervecería”, subraya.
“Por eso, era muy importante para nosotros poder reanudar las ventas. Porque esto es de lo que vivimos”, reitera el monje. Con el cierre de las fronteras en Bélgica, los amantes de la cerveza de otros países tendrán que esperar para hacerse con el nuevo lote.
Para quienes sí pueden desplazarse, reservaron en línea y están dispuestos a respetar las reglas de seguridad, las botellas les esperan. Para Flor Holvoet, el viaje representó además la “primera ocasión” para salir de su casa y comprar esta “cerveza de fama mundial”.
Licencia real
La abadía se fundó en 1831 cuando monjes de la vecina Francia llegaron a la región belga de Flandes para unirse a un ermitaño, Jan-Baptist Victoor, que vivía en un bosque flamenco. Allí, los religiosos fabricaban queso y cerveza para subsistir.
En 1839, el rey Leopoldo I de los Belgas otorgó una licencia a estos religiosos. La cervecería Westvleteren ha experimentado desde entonces varias transformaciones. Actualmente, la sala de elaboración produce tres tipos: una rubia y las negras “8” y “XII”.
La reciente explosión de interés por las cervezas artesanales y brebajes poco comunes contribuyó a su reputación. Pero, en los últimos años, algunos trataron de aprovecharse de esta moda para subir los precios, obligando a los monjes a adoptar su sistema en línea.
“El sistema de reservas nos permite regular muy bien el número de personas que vienen aquí”, asegura el hermano Godfried, un sistema que evita reventas y disuade a los especuladores, pero que ha cobrado un nuevo sentido con las medidas para contener el coronavirus.
Bélgica, que registró una de las ratios de muertes por habitante más altas del mundo, se encuentra en plena retirada progresiva de las medidas de confinamiento. Tras los comercios este mes, se espera la reapertura de bares y restaurantes en junio.